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Análisis

Fusiones y coartadas

El sector financiero español está a las puertas de otro proceso de consolidación, movido por el propósito de reducir costes para impulsar la rentabilidad

El próximo año promete ser para el sector financiero español el de una nueva ronda de fusiones. El Banco de España ya está en ello. Así se infiere de los mensajes enviados desde hace meses por el gobernador Luis María Linde y otros miembros de su equipo. Con el respaldo del Banco Central Europeo, encargado ya de la supervisión de las quince mayores entidades españolas, vuelve a imponerse el criterio del tamaño: menos bancos y más grandes.

Durante los años anteriores de reestructuración de las cajas de ahorros (hasta su práctica extinción institucional) y de rescate europeo del sector (para evitar que España se hundiera con Bankia), las necesidades de solvencia movieron la maquinaria de las fusiones. Ahora la mueven las alertas sobre la rentabilidad. El discurso es el siguiente: en un contexto de gran dificultad comercial, por los estrechos márgenes que permiten los bajos tipos de interés y el limitado volumen de negocio (pese a la recuperación del crecimiento económico), el rendimiento es bajo y debilita a la banca; el camino para corregirlo es "ganar eficiencia mediante economías de escala". Una parte de esos ahorros consiste en reducir costes con recortes de oficinas y plantillas en un sector que desde 2010 suprimió 60.000 puestos de trabajo y el 30% de su red.

Las entidades de menor dimensión y herederas de las cajas están en el punto de mira: Liberbank, BMN, Ibercaja, Unicaja o Kutxabank (ésta última en menor medida, por sus vínculos con el nacionalismo vasco). En ámbitos financieros se especula con la opción de fusiones entre esas entidades pequeñas. Este camino estaría abonado por los compromisos con Europa vinculados al rescate financiero (los bancos que recibieron ayudas públicas deberán salir a Bolsa, y lo tienen por hacer BMN y Unicaja, ésta por haberse quedado con Ceiss) y por la regulación que ha desmontado las cajas de ahorros (Ibercaja y Kutxabank tendrán que dar entrada a accionistas privados en proporción significativa o las fundaciones bancarias propietarias quedarán obligadas a hacer importantes esfuerzos de capitalización).

La segunda hipótesis, más verosímil para un sector de analistas, apuesta porque los cinco bancos grandes y medianos (Santander, BBVA, Caixabank, Popular y Sabadell) están llamados a absorber a los pequeños. Las fusiones procurarían así, se argumenta, mayores ganancias de eficiencia, coartadas para otra tanda de recortes de capacidad y de empleo que serían más intensas al estar implicada la gran banca.

¿Acaso no hay ejemplos, dentro y fuera de España, de entidades financieras de tamaño modesto saneadas y bien gestionadas?

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