La situación procesal de Rodrigo Rato ha dañado profundamente su reputación y avanza, paso a paso, hacia una posición cada vez más comprometida.
Con cinco frentes judiciales abiertos -por supuesto blanqueo de capitales y delitos fiscales en la gestión de su patrimonio, por daños a inversores en la salida de Bankia a Bolsa, por la aprobación y disfrute de tarjetas de crédito corporativas de Bankia para gastos personales y opacas al fisco, por supuestos pagos y contratos cruzados entre Bankia y Lazard, y por presuntos cobros de comisiones por adjudicaciones contractuales de Bankia a proveedores-, el caso Rato ha hecho saltar por los aires el mito del político asturiano y ex gerente del FMI, ha creado un grave problema al PP -del que fue vicesecretario general, portavoz parlamentario y ministro- y ha cuestionado la teoría de la dinastía Rato sobre cómo combatir la corrupción.
Frente a la creencia de Max Weber de que "la honradez tiene poco que ver con la cantidad de dinero que cada uno tiene en el bolsillo", el padre y dos tíos de Rodrigo Rato hicieron suya, en un opúsculo publicado en 1965, la tesis del abuelo ministro, Faustino Rodríguez San Pedro, que fue miembro de cuatro gobiernos de Maura, y según el cual nadie garantiza mejor la honesta administración de los recursos públicos en el ejercicio de la política que quienes acceden a ella habiendo alcanzado antes la condición de pudientes y adinerados porque, ya enriquecidos, no precisarían utilizar los cargos públicos para mejorar su situación.
Rodríguez San Pedro, que compatibilizó la política con altos puestos en siderúrgicas, bancos y ferrocarriles, y que estuvo vinculado a elevados intereses navieros y financieros, no se libró de las acusaciones de beneficiar a los grupos capitalistas a los que representaba. A los Gobiernos de los que formó parte y a él mismo se les reprochó favoritismo clientelar y hasta prevaricación en casos como la enconada disputa entre siderúrgicos y conserveros en 1906, en la adjudicación del ambicioso programa de renovación de la Armada en 1908 y hasta en las diatribas portuarias gijonesas.
Los sumarios que pesan sobre su bisnieto Rodrigo Rato datan de su etapa en Bankia y años posteriores, pero las revelaciones periodísticas sobre condonaciones bancarias y créditos privilegiados a Rato y sus empresas por un banco privatizado por Rato y a cuyo presidente él mismo había nombrado apuntan -como antes el caso Gescartera- a su etapa en el Gobierno. En 2002, siendo vicepresidente con Aznar, Rato negó en el Congreso los créditos que ahora están siendo desvelados.