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"Hoy estamos, mañana no sabemos"

La gran decadencia del correo convencional es una realidad palpable en la oficina de Valleseco

"Hoy estamos, mañana no sabemos"

"Trabajar como cartero en el campo es bastante diferente a trabajar en la ciudad. El trato con la gente es muy cercano, mucho más amable. Aquí con el cartero se tiene la confianza de tener los números de teléfono de los vecinos, si no estás me das el correo después, ven a casa a tomar café, llévate unas papas, un quesito tierno, nueces o castañas". Octavio Yánez residente del municipio de Teror en Gran Canaria, lleva más de 15 años trabajando en Correos. Empezó cubriendo bajas en diferentes puntos de la Isla, hasta que en 2005 aprobó las oposiciones y consolidó su plaza en Valleseco. Desde entonces, reparte cada día el correo postal a los vecinos del pueblo.

Octavio se sienta en una silla en su lugar de trabajo con su camisa amarilla y habla sobre lo extraño de recibir cartas convencionales: "Recibí una hoy, pero esto no es habitual. A veces vienen algunas especiales escritas a mano por fuera con frases o con dibujos pintados. Y es muy bonito, pero por general entregamos cartas de bancos y organismos públicos". Cuenta, además, que Internet tiene mucho que ver con esto, pero que "lo que nos ha quitado este medio con la correspondencia, nos lo ha dado con la paquetería, porque ahora se compra mucho a través de páginas webs". "También hay más notificaciones y correo certificado como multas, pleitos de juzgados por la crisis, lo que beneficia económicamente", añadió.

Aún así, ante la situación, el cartero teme la desaparición de la figura del mensajero en el ámbito rural: "Está claro que hoy en día hay menos correspondencia, por lo que piensas que los carteros acabarán por ser menos también. El trabajo que antes hacían varios hoy lo puede hacer uno. Esto es una empresa y se miran números y resultados. Hoy estamos aquí pero mañana no sabemos dónde estaremos", explicó.

"Me encanta mi trabajo, disfruto mucho haciéndolo. Sobre todo cuando das alegrías al entregar una notificación a alguien que diga que se le concede una ayuda que necesita. En ese momento solo les falta abrazarte y besarte y eso te reconforta mucho, te deja muy contento", relató al pensar qué le hace más feliz de su rutina como cartero.

Cada día el mismo trayecto, en el que entre parada y parada, Octavio va sacando su mano por la ventanilla de su coche para saludar a todos los vecinos. Mientras, los que suben o bajan en sus vehículos no se quedan atrás y le tocan la pita. Y, según él, "esto es lo que tiene ser cartero rural", una figura que espera no desaparezca.

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