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El Gobierno central aprueba la extinción y liquidación de la primera Rumasa

La sociedad mercantil Ruiz Mateos SA (Rumasa), que fue cabecera del mayor holding empresarial y bancario de titularidad privada durante la etapa final del franquismo y los primeros años de la transición, dejará de existir 54 años después de su fundación por el empresario gaditano José María Ruiz-Mateos.

Expropiada por el Estado el 23 de febrero de 1983, a los dos meses y medio de la llegada de los socialistas al Gobierno, y que desde entonces permaneció en el sector público empresarial, ha sobrevivido dos meses a su creador, quien falleció el pasado 7 de septiembre.

El Consejo de Ministros autorizó ayer la liquidación y extinción de Rumasa, una vez enajenados todos sus activos y tras haberse resuelto a favor del Estado los 1.500 pleitos planteados durante los últimos 30 años por la familia Ruiz-Mateos y por accionistas minoritarios de muchas de sus sociedades en exigencia bien de la devolución de las empresas o de una retasación de las acciones expropiadas.

La liquidación de la sociedad mercantil que fue propietaria del llamado "holding de la abeja" (un conglomerado de 670 sociedades -de ellas, 300 activas- implantadas en numerosos sectores, así como de 18 bancos que totalizaban en conjunto 53.000 trabajadores) dejará a las arcas públicas tras su extinción unos activos valorados en 160 millones de euros.

Se trata de una minucia, toda vez que el coste para el Estado del agujero total de Rumasa y de su saneamiento ascendió al equivalente en pesetas de la época a 3.756 millones de euros a precios corrientes, según un dictamen del Tribunal de Cuentas de noviembre de 1992, lo que, actualizado con la inflación, supondría hoy más de 6.773 millones de euros.

Con origen en Jerez de la Frontera en 1961 y sede en Madrid desde 1967, el grupo acometió una fastuosa expansión al calor del desarrollismo español de los sesenta, con una estrategia heterodoxa de financiación a base de deuda, contabilidad financiera creativa, revalorización artificiosa de activos y compra de sociedades en pérdidas aunque con abultados patrimonios y marcas muy populares, en cuya adquisición procuraba no poner dinero salvo en el caso de los bancos.

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