La economía española sufrió entre 2007 y 2015 una recesión en forma de uve doble que, en el argot técnico, se conoce como double-dip recession. La tímida recuperación -en falso- de 2010 no sirvió para paliar la fuerte destrucción de empleo del bienio anterior, y la carrera al alza del Producto Interior Bruto (PIB) de los dos últimos años todavía no ha podido compensar la pérdida de cotizantes en el mayor tropiezo económico desde la Gran Depresión. Aún así, entre diciembre de 2011 y 2015 España recuperó uno de cada tres empleos perdidos durante la crisis, hasta alcanzar los 17.308.400, como refleja un informe del Ministerio de Empleo y Seguridad Social. Esta cifra de afiliados al sistema es inferior a los computados a cierre de 2007, antes del colapso de las subprime en Estados Unidos, del ladrillo en España o de la deuda en los países periféricos de la eurozona, que forzaría a los Piigs (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España) a acometer severos recortes para calmar la escalada de la prima de riesgo. Entonces eran 19.195.755 los cotizantes.
Con una economía fuertemente apalancada -con un elevado volumen de deuda sobre ingresos (hogares) o facturación (empresas)-, en cuanto estalló la crisis el sector privado acometió medidas de ajuste interno (despidos) para rebajar el gasto ante una caída de la demanda interna que alcanzó el 6,2% en el arranque de 2009. Fueron los trabajadores con contrato temporal los que actuaron de colchón para los indefinidos, ya que en 2007 el 32,5% de los contratos no eran fijos. A día de hoy esa horquilla se ha reducido y el 75% de los asalariados tienen un contrato indefinido. Con todo, ese 25% restante padece una movilidad estructural que renueva contratos de forma periódica, de ahí que de los más del millón de contratos que se firman cada mes, más del 90% sean de duración determinada.
Para el Ejecutivo saliente la reforma laboral, cuya implementación arrancó en 2012, fue el torniquete que frenó la destrucción de empleo y que, sumada al crecimiento del PIB, ha logrado que el empleo haya crecido un 3,3% interanual a cierre de 2015. Según el mismo informe, "todo el crecimiento económico se traslada al empleo", y desde el segundo trimestre de 2014 hasta ahora la subida de puestos de empleo a tiempo completo ha ido de la mano con el incremento del PIB. De nuevo queda un largo camino por delante hasta recuperar los niveles de empleo a tiempo completo precrisis, como refleja la estadística de contabilidad nacional del INE: en diciembre de 2007 eran 17,25 millones; en el mismo mes de 2015, 14,7 millones, misma cantidad que en el tercer trimestre de 2003.
El termómetro que mejor evalúa el efecto de la reforma laboral en el empleo es la Encuesta de Población Activa. Según esta estadística la cifra de parados crecía un 15,17% al cierre del primer trimestre de 2012, cuando el PIB sufría un retroceso superior al 2% interanual y de más del 6% intertrimestral. Los últimos datos reflejan un vuelco en ambos indicadores, con un descenso del 12,43% de los desempleados y un acelerón del PIB de más del 3% interanual, aupado también por un contexto macroeconómico más favorable: medidas expansivas del Banco Central Europeo (BCE), reducción del coste de la deuda y abaratamiento de las materias primas (sobre todo el crudo, ya que España es deficitaria en materia energética).
Pese a los dos bailouts (rescates) a Grecia y los de Irlanda y Portugal, la economía española concluía 2011 como la que más empleo destruía -con 623.000 parados más en solo un año- y una tasa de paro del 22,85%, motivada por los ajustes internos en una estructura empresarial con mucha mano de obra intensiva y dependiente del mercado interno (sector servicios). En el último año el paro se redujo en 686.000 personas, con un volumen de creación de empleo dos veces superior al de Italia -con un PIB que solo creció un 0,8%-, con España a la cabeza de la zona euro.
