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Las bolsas celebran un día más tarde la nueva ronda de la expansión monetaria

El parqué español se anota el mayor repunte del año, el euro cede con lentitud a la espera de la Reserva Federal y los tipos de la deuda bajan

Las Bolsas europeas reaccionaron al alza con convicción -ayer sí-, y esta vez sin tropiezos ni titubeos, una vez digeridos y analizados los pros y contras del rearme anunciado la víspera por el Banco Central Europeo (BCE) en su ofensiva monetaria para inundar de más liquidez los mercados y forzar el crédito con el propósito de conjurar los riesgos de deflación y de estancamiento.

Las Bolsas subieron con fuerza y no se dieron la vuelta como pasó anteayer a media sesión. Empujadas por los bancos, y con la ayuda del petróleo al alza, los parqués celebraron la barra libre para el sistema financiero, el tipo oficial de interés en el 0%, el compromiso de inyectar en la economía 600.000 millones adicionales a los 1,14 billones que se había anunciado hace un año y la decisión de comprar bonos de empresas, lo que ayudará aún más a su financiación. El Ibex 35 protagonizó la mayor subida del año (3,17%, con lo que redujo sus pérdidas en lo que va de ejercicio al 4,75%) y lo mismo hicieron el resto de las grandes plazas, lideradas por Milán (4,8%).

Los tipos de interés de los bonos soberanos del eurozona replegaron posiciones de forma generalizada (entre 3 y 49 puntos básicos) y el euro también retrocedió (la depreciación de la moneda, la menor rentabilidad de la deuda y el alza de la renta variable son tres de los efectos lógicos de la política monetaria expansiva), aunque la divisa lo hizo de forma muy tenue y cotizó a 1,1155 dólares, todavía por encima de la jornada previa a la reunión del BCE.

En el aparentemente anómalo comportamiento del euro en su cruce con el dólar podría estar influyendo la expectativa de que la Reserva Federal (el banco central de Estados Unidos) posponga el martes cualquier nueva subida de tipos (la de diciembre fue la primera en seis años) a la vista del empeoramiento del entorno internacional y de las decisiones depreciadoras de sus respectivas monedas por el Banco de Japón el 29 de enero y el BCE anteayer, a lo que se suma el debilitamiento de la libra esterlina por el temor a la salida de Reino Unido de la UE y la merma del yuan pese a la ofensiva del Banco Popular de China para impedir su desplome.

La vacilante y contradictoria reacción en las dos últimas jornadas de los mercados monetarios, de deuda y de acciones tras el contundente anuncio del BCE guarda relación con la ambivalencia de la decisión (toda expansión monetaria tiene efectos benéficos pero también perjudiciales), con la incertidumbre de su resultado (si se ha aumentado la dosis por segunda vez es porque no se está logrando el objetivo esperado), la constatación de que el eurobanco cada vez tendrá menos recursos disponibles para seguir contraatacando, y la evidencia inquietante de que si el BCE ha llegado más lejos que nunca en la adopción de medidas extraordinarias y desconocidas es porque, ocho años después del estallido de la crisis, la situación no está controlada y sigue sometida a riesgos al alza.

La expansión monetaria, que a corto plazo debe favorecer la actividad -aunque a largo entrañe riesgos para los que no hay experiencia-, favorece a los sectores exportadores y encarece las importaciones (caso del petróleo), estimulará la llegada de turistas desde otras áreas pero será más caro viajar fuera de la eurozona; favorece a la renta variable y perjudica a la renta fija; tiende a revalorizar activos pero también a generar burbujas peligrosas; favorece a las empresas por el abaratamiento de la financiación, la apreciación bursátil y el incremento de los beneficios generados en otra moneda (todo lo cual debe crear empleo), pero estimula las fusiones y, con ellas, el riesgo de destrucción de puestos de trabajo; alivia a los deudores pero penaliza a los ahorradores; tiende a aumentar la brecha de riqueza, con lo que beneficia a los grandes patrimonios en detrimento de los modestos; amortigua la percepción de peligro y alienta la asunción de riesgos crecientes en la búsqueda de rentabilidad; y previene contra el grave peligro de la deflación y favorece la digestión de la enorme deuda acumulada, pero, de tener éxito en la fabricación de inflación, acentuará los efectos de la devaluación salarial y de las pensiones.

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