La Provincia - Diario de Las Palmas

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MEMORIAS de Lizardo Martell(I)

"Mi padre se arruinó y tuve que ponerme a trabajar en bachiller"

"Con la autonomía, los empresarios tinerfeños, por temor al poder económico de Gran Canaria, tomaron el poder político"

De dilatada trayectoria, iniciada desde abajo en Ahemón, una pequeña embotelladora fundada por familiares que él terminó convirtiendo en gran empresa, Lizardo Martell (Las Palmas de Gran Canaria 1935) ha destacado siempre por su gran capacidad de trabajo, su olfato y una precoz visión regional de los negocios. Ha sido especialista en crear oportunidades para socios de ambas provincias, moviéndose a sus anchas en lo que él mismo llama el medio campo. Primero en el sector industrial, en el que condujo al máximo nivel tecnológico a sus empresas, con lo cual éstas han resistido bastante bien esta crisis, y más tarde en el turístico, con la creación del grupo hotelero Cordial, en el que conocidas familias empresariales canarias han confluido. Sin interés por los focos y, en realidad, sin pretenderlo Martell acabó convertido a partir de los años 70 de siglo pasado -con la democracia- en referencia no sólo del sector industrial, del famoso Sanedrín, el grupo de nombres propios que decidían, sino del poder empresarial grancanario. Era aquél con quien había que hablar. Y con quien podía hablarse. Tan defensor de sus intereses como dialogante. "Busca una solución". Fue lo que le dijo una vez a Antonio González Viéitez durante la Transición ante una huelga en Vidrieras en la que el ex político y ex profesor actuaba como asesor de CCOO. Y la hallaron: una salida razonable para todos desactivó un conflicto difícil. Con la determinación de siempre Martell lleva doce años luchando contra un Parkinson. Y ha hecho de Las Canteras, en donde vive, el escenario de ese combate. La enfermedad no le ha impedido mantenerse en activo. Conserva una memoria prodigiosa, su capacidad de análisis de siempre y el sentido del humor. Por supuesto -es constatable- su enorme, discreta, positiva influencia continúa incólume.

APRENDER

Dislexia.?"Lo primero que recuerdo de mi educación es a Doña Enriqueta Yánez, una profesora particular que tenía su colegio. Casualmente, además era la abuela de mi esposa, cosa que no supe hasta muchos años después. Era una lanzada para su época, porque las circunstancias la obligaron, por su matrimonio. Abrió el colegio en la calle Corazón de María y yo vivía en León y Castillo, un poco antes del Cine Royal, al lado de la clínica de Urgencias. Era una clase única, con chicos y chicas de distintas edades. Allí empecé. Y fue donde se me manifestó una dislexia. Aunque lo que era en realidad lo averigüé de mayor. Resulta que las niñas grandes de la clase me llevaban con ellas, les hacía gracia cómo hablaba, porque cambiaba cosas, en las palabras, y Doña Enriqueta tenía que insistir: "No se lleven al niño, no le den la lata". De todas formas el primer síntoma claro que tuve de mi dislexia fue en la tienda de mi padre, que era un negocio de ultramarinos en la calle Benegas esquina con León y Castillo. En frente había un bar, un día estaba cerrado con un letrero y mi padre me dijo que fuera a ver qué decía. Fui y leí: "Cerrado por el pueblo". Mi padre, extrañado, se acercó: "No muchacho, dice "Cerrado por duelo". Había confundido la "d" con la "p", en fin. Resolví la dislexia como pude, no se trataba eso. Lógicamente al principio me gustaban más las matemáticas y ciencias que las letras, pero luego no tuve dificultades para estudiar francés e inglés, ni para que me gustara leer y escribir. Se resolvió. De ahí pasé al Corazón de María".

CURAS

Experiencias.?"Con los curas tuve buenas y malas experiencias. El colegio era como los de la época, cantábamos cada mañana el Cara al Sol en fila en el patio, por clases. En general la relación fue buena, menos con un sacerdote, el padre Núñez, que para mí era un sádico. Una vez pasabas a bachiller nos tenían en una sala de estudios grande, desde donde te mandaban a las clases, de esto o lo otro, en otras aulas. Este Núñez lo tenía yo de profesor de latín, que se me daba mal, no lo entendía. Estando en cuarto de bachiller una vez me preguntó qué nota había sacado, él la sabía porque me la había puesto, claro, y le dije que un tres. Me agarró por la patilla, se lo hacía no sólo a mi sino a todos, y me levantó, una, dos, tres veces. Hasta que le dije: "Usted esto me lo hace porque es el profesor y es un sacerdote, pero como hombre en la calle no me lo haría". Y él me respondió: "Bien, pues para que aprenda queda expulsado de clase todo el curso y ahora cuando vuelva al salón se queda de rodillas con los brazos en cruz el tiempo que queda de latín. Se lo dice de mi parte al sacerdote que está de vigilancia". En el salón estaba el padre Garbizu, un vasco, le conté y me dijo: "Tú siéntate en un pupitre". Le insistí, y añadió: "En esta sala mientras estoy vigilando mando yo". El padre Núñez se enteró de que no me penaban y me advirtió de que me pondría un cero en junio para que tuviera estudiando latín todo el verano. Yo tenía muy buenas notas, estaba siempre en el cuadro de honor, salvo en latín, era lo único. Pero tuve la suerte, porque como dice Napoleón no sólo hay que plantear bien las cosas sino tener suerte, de que al padre Núñez lo trasladaron antes de junio. Se quedó dando clase Don Juan Márquez, profesor de inglés, un poco bohemio, un encanto de persona, y dijo que nos pondría en latín la misma nota que en inglés, sin darlo. Saqué un ocho (risas)".

CIUDAD

El fútbol.?"Las Palmas entonces la recuerdo muy tranquila. Mi vida era de mi casa a la Plaza de la Feria a verme con los amigos, el cine en el Royal en la sesión de las tres o las cuatro, a setenta céntimos [de peseta]? Y sobre todo jugar al fútbol en la calle Dr. Waksman con una pelota de trapo, que se hacia con una media de mujer, metiéndole presión. Eran duras. Y de vez en cuando alguien decía: "Eh, para un poco que viene un coche". Y aparecía un coche. En ese sentido era un pueblo. Más tarde vino 'La Pepa' [un tranvía] que, aunque decían que llegaba hasta el final de Triana, siempre la recuerdo yendo desde El Frontón [de pelota vasca, al comienzo de León y Castillo] hasta la plaza del Mercado del Puerto. Mi padre me llevaba en 'La Pepa' a ver el fútbol en el Estadio Pepe Goncálvez, que estaba dentro del Muelle Grande. Allí jugaban El Marino, El Victoria, el Atlético, el Gran Canaria [equipos que luego se fusionaron para crear la U.D. Las Palmas]. Era tan marinista que no entendía cómo se podía ser del Victoria [risas]? Para llegar al estadio ese del Puerto había dos alternativas: O cogías La Pepa y llegabas al Muelle Santa Catalina y ahí cogías una falúa que te llevaba al Muelle Grande, o ibas con La Pepa hasta el Mercado del Puerto y de ahí ibas andando hasta el estadio. Había una guagua que iba también hasta el estadio pero muy limitado: cuando la querías para regresar del fútbol la cola de gente daba la vuelta a la Plaza Manuel Becerra. En el Marino empezó a jugar Luis Molowny, que lo trajo Eufemiano Fuentes de Tenerife. A Molowny le decían 'El Niño': todavía no era 'El Manga', como se le conoció luego en La Península".

RUINA

Un barco.?"Cuando estaba en cuarto de bachillerato mi padre se arruinó. Fue por dos razones: en la tienda era muchos los fiaos [cargos en cuenta a los clientes] y mi padre se metió en una operación ilegal de un barco para Venezuela, lo que eran las pateras canarias [la emigración ilegal a ese país, que había cerrado las fronteras] en los años cincuenta. Unos señores compraron un barco, para lo que antes hicieron a mi padre depositario del dinero que le pedían por adelantado a los teóricos pasajeros. Con eso se compraba el barco. Pero alguien se fue de la lengua y la Guardia Civil los cogió. Esos barcos solían salir despachados para ir a pescar a la costa con permiso de Marina pero a la altura de San Cristóbal en falúas acercaban a la gente. Los embarcaban y giraban rumbo a Venezuela. Salió mal. Mi padre estuvo quince días en prisión Salto del Negro. Tuvo que hipotecar la casa para devolver a los pasajeros el dinero que habían puesto para emigrar y que habían perdido. Se arruinó. Él, que era de Valsequillo, con barco [risas]. Se marchó a Brasil a trabajar. Y después fue mi hermano Francisco. Me quedé con mi madre y tuve que hacerme cargo del barco. Yo era un chiquillo. Iba cada día al Muelle a llevar comida al guardián para que no lo desvalijaran. Se llamaba 'El Taurito'. Estaba ya marcado. Lo vendí, barato, a otros que lo intentaron también y fracasaron. Querían que les devolviera el dinero? Unos terceros sí lograron llegar a Venezuela".

AHEMON

La confianza. "Tuve que buscar trabajo. Y así con diecisiete entré en Ahemón. Era entonces una fábrica de refrescos creada poco antes, en 1952, por mi tío materno Pedro Cárdenes y mi primo Juan Domínguez Cárdenes, que trabajaba la marca Dropper. Juan Domínguez había venido de Cuba con la idea de montar una planta embotelladora con el producto de la herencia recibida de su padre, que emigró e hizo dinero allá. Se asoció con mi tío. El concentrado [para hacer los refrescos] era norteamericano pero, al estar prohibido entonces el comercio entre España y Estados Unidos, se importaba desde Londres a través de Laureano Romero, que estaba recibiendo fruta canaria, tomates y pepinos. Él compraba el concentrado y nos la enviaba como falso producto inglés, borrando en los recipientes todo lo que indicara su origen real. Mi tío me dio trabajo pero me puso en un puesto de lo más bajito, de cobrador en la calle, oficial de segunda o tercera. Y me dijo: "La confianza no se otorga, se gana". Pues muy bien, me dije: A trabajar. Entre otras cosas acabé haciéndome cargo de recibir el concentrado. Había que obtener aquí la licencia de importación como producto inglés para recibir la mercancía y, entre otras cosas, había que crear una factura falsa firmada por Laureano Romero que, en realidad, la firmaba yo por él. Mi tío me decía: "Ojo, Lizardo, porque si el de Aduanas ve que la factura es con papel de Papelera Española no se la cree". Así que Laureano mandaba papel blanco inglés y la imprenta hacia aquí lo demás. Yo tenía que ir a la compañía naviera, tomar los datos exactos, pedir la licencia y levantar la mercancía. Eso, en el mejor de los casos. Cuando no nos daban licencia, sacábamos de noche los recipientes de Depósitos Comerciales, donde habían quedado confiscados, y los devolvíamos llenos de agua y polvos. Y, cuando pasado tiempo lo ponían a subasta, llamaban y decíamos: no nos interesa, debía estar en frío, ya estará podrido [risas]. En fin, hacíamos lo que había que hacer para obtener el concentrado".

NÁUTICA

Radiotelegrafista.?"Siempre me gustó La Marina y para estudiar Marina Mercante en Tenerife o Comercio aquí bastaba con los cuatro años de bachiller, que yo tenía. Pero no pasé el control médico. Tenia mucha miopía. Quería hacer náutica de puente, mientras trabajaba en Ahemón. El mundo se me vino abajo. Pero en Tenerife hablé con un pariente que había sido capitán de barco y él me aconsejó que me hiciera radiotelegrafista, porque es el que mejor vive en un barco: "El radio es el turista a bordo. Antes de llegar a puerto ya no puede usar la emisora. Y en puerto siempre está libre. Si sólo hay un radio, tienes la suerte de que nadie te echa la bronca nada porque nadie sabe de eso, pero del mismo modo el problema es que si necesitas ayuda nadie te puede ayudar [risas]". Me lo preparé por libre, que eran dos años y luego uno de prácticas. Como no había dinero le dije a Don Félix Guillén, el dueño de la academia donde me preparaba -que había sido republicano y delegado de correos represaliado- que no podía seguir, sin darle más detalles. Pero él se enteró de mis motivos, me buscó y me dijo: "Dinero no te doy porque no tengo, pero clases sí, donde le doy a ocho le doy a nueve, así que tú ven a clase y no dejes de estudiar por eso".

NAVEGAR

Transradio.?"Al terminar radiotelegrafista dejé Ahemón, en donde había llegado a director comercial en 1958, pero no me subían el sueldo. Y me embarqué. Primero fue en el petrolero Bruch, que traía desde La Carraca (Cádiz) combustible para aviones. El primer viaje fue una experiencia dura, parecía una nuez en medio de las corrientes del Estrecho. Pero tuve suerte porque a los dos meses me llamaron de Transradio, una empresa privada que hacía la competencia a Telégrafos y que mantenía comunicación con La Península, Inglaterra y el norte de África. Estaba en Las Torres. Me apuntaba a todos los servicios nuevos que nos proponía el ingeniero. Ocupé muchos puestos, uno de ellos fue prestando servicios a la NASA cuando comenzaron a enviar cohetes al espacio. Habían creado una red de estaciones, una de ellas la nuestra, y nos tocaba reenviar las señales a la siguiente. Tuve también mi faceta de sindicalista, fui enlace sindical. En la empresa había castas, los técnicos, los administrativos, cada cual por su lado. Me propuse unirlos y lo logré, la empresa reaccionó mal al principio, pero al final lo logré, fuimos a Madrid y negociamos los convenios. Esa labor me la reconocieron".

MATRIMONIO

Ketty. "En aquella época, por el año 1959, conocí a Ketty, mi mujer. Yo iba a Las Canteras y la vi en un grupo. Me encantaba cómo nadaba y como se tiraba al agua de las peñas. Era una gran nadadora. Yo le decía luego que era Esther Williams en moreno. Logré que un amigo me la presentara, fuimos al cine la primera vez y acabamos saliendo. Nos hicimos novios y nos casamos en 1962, el 29 de junio. Así que vamos a cumplir 54 años de matrimonio. Es una persona excepcional, le debo lo que soy, pues sin ella no habría podido haber hecho todo lo que he hecho. Ella hizo de madre y padre durante muchos años, todos los que yo estuve fuera. Cuando nos casamos, por lo demás, aún trabajaba en Transradio, pero yestaba negociando con Ahemon para volver. Por entonces Ahemón había ido creciendo, tenía la licencia de Pepsi-Cola y todas sus marcas, pero mi tío, Pedro Cárdenes, estaba mayor. El director de Coca-Cola en España le sugirió que necesitaba a un gerente, él no veía a nadie en Canarias con capacidad, pero le insistió, le pidió poder elegirlo, él me conocía desde 1956 y me propuso a mi propio tío, que aceptó. Me ofrecieron el puesto de gerente y doblaron el sueldo que cobraba en Transradio. Ahí empezó mi segunda etapa en la empresa. Es cuando, de hecho, comienzo a pensar como empresario, a ver las cosas desde el punto de vista del capital; hasta entonces lo había hecho como empleado".

MADRID

Mr. Kendall.? "Ahemon se fue expandiendo, el sector turístico tiraba del industrial. Una vez el presidente mundial de Pepsi-Cola, el Sr. Kendall, pasó en su avión privado pero aterrizó en Tenerife [donde el Grupo de Arturo Escuder, con Añaza, embotellaba los productos de esta firma] y le pidió a mi tío que lo fuera a ver allá. Éste le escribió un telegrama larguísimo en el que explicaba que la fábrica de Ahemon era la primera en Canarias en embotellar sus marcas, la primera per cápita en Europa y le invitaba a visitarla. El hombre no entendía, le explicaron lo del pleito insular, vino encabronado. Me encargaron a mí que preparara la visita, le hicimos una gran comida en el hotel Don Juan, regado con Vega Sicilia, bailes regionales, etc. Él me advirtió que a las cuatro quería estar despegando en su avión, pero pasaba el tiempo, se lo recordé y me dijo: "Ha de saber, joven, que cuando el jefe está contento no hay horarios". A pie de avión le regalé un álbum de fotos Polaroid de la visita con la última, recién pegada, subiendo por la escalerilla, que acaba de sacarle. Preguntó quien era yo y dijo que él no sabía lo que yo costaba pero que me ficharan. A finales de los años 60 hubo un enfrentamiento entre mi tío y mi primo en Ahemon, yo opté por el segundo y quedé debilitado. En ese escenario surgió la oportunidad de ir a Madrid como director de operaciones de Pepsi-Cola para España, Portugal y Guinea. No lo dudé. Y me fui en 1970. Fueron dos años enriquecedores. Ketty se quedó en Las Palmas con los niños [cinco hijos, de la que luego falleció la menor de leucemia] pero luego exigían ir ellos o que yo volviera".

EXPANSIÓN

Arturo Escuder. "En Ahemón acabó produciéndose la ruptura definitiva entre mi tío y mi primo. Se valoró la empresa y el primero ofreció al segundo que le comprara su parte. Eran 100 millones, y a mi primo le faltaban 50. Me llamo. Me movilicé para conseguir los recursos, logré que Arturo Escuder entrara, y también la madrileña Mahou, con Germán Gervaz, uno de sus propietarios, cuya firma no tenía precio. Yo mismo di el paso con una pequeña participación, el 3 por ciento. Hablé con el Banco Industrial de Bilbao y nos dieron el dinero, pero el banco me exigió que volviera a Canarias, a Ahemon, pues la operación se hacía bajo mi responsabilidad. Así fue. En 1972 volví a Gran Canaria y pasé a ser un ejecutivo alto con una participación en la empresa. Fue entonces cuando Escuder me dijo: "Tenemos que crecer". Quería hacer negocios a nivel regional. Proponía él mandar en Tenerife y yo en Gran Canaria. Pero no estuve de acuerdo, barco con dos capitanes ya se sabe? pensé que para esa escala había que ver al Archipiélago como una unidad. "Tú vas de número uno", le dije, "y yo de número dos". Así creamos Establecimientos Industriales Archipiélago. Conquisté así la posición del dentro del campo, que es la que me gusta, repartir juego. Mi función era buscar nuevos negocios, desarrollarlos desde el principio y dejarlos en marcha".

VIDRIERAS

Un hito. "El proyecto principal de los industriales canarios a nivel regional era, para mi, montar una fábrica de vidrio. El vidrio era un problema grave que teníamos todos los embotelladores, porque las botellas se rompían al importarlas. Me enteré de que Domingo y Antonio González [Agua de Firgas] y Antonio Vega [Tropical] pensaban montar una. Me reuní con ellos en 1972 y les convencí para unirnos, junto con otros de industriales de todo Canarias, pues aquí no había sitio para dos fábricas de vidrio. Escuder la quería en Tenerife, por tradición, porque había habido una en La Laguna, que fracasó. Pero me negué. Y la solución fue que -siendo Vidrieras una empresa con capital regional, de ambas provincias- estaría en Gran Canaria porque era donde más botellas se consumían. Sin embargo, el precio de la botella sería igual a pie de muelle en todas las islas, pagando el negocio el coste del transporte. Y también innovamos en otro aspecto: Buscamos y convencimos a Saint Gobain, la empresa más importante de Europa en vidrio, para que fuera nuestro socio tecnológico. Si había que buscar una novia, queríamos la más guapa. Los franceses no lo veían, porque, como es lógico, ellos querían vender la botella lo más caro y nosotros comprarla lo más barato. La solución fue meter a un tercer socio, financiero, un banco, de modo que el precio guardarse el equilibrio entre los intereses de ambos. Y asegurar un nivel mínimo de ventas, lo que era bien fácil porque nosotros mismos, como industriales, éramos los compradores. Y así hicimos. Inauguramos la fábrica de Salinetas en 1977.

No fue fácil al principio, pues el más pequeño de los hornos era ya excesivo para el consumo local de botellas, en fin. Este partenariado ha sido la única excepción que ha hecho Saint Gobain en el mundo".

SANEDRÍN

Relaciones políticas. "Lo que se llamó 'El Sanedrín', que era el grupo de industriales grancanarios, llegamos a ser muy influyentes, es cierto, en la política. Pero fue por el peso específico económico que teníamos, no porque ayudáramos [financiáramos] a los partidos. Así fue al principio de la Autonomía [los años 80] y después, en la etapa del Círculo de Empresarios [los 90 y hasta hoy]. Un importante político de Tenerife nos dijo una vez: "Ustedes tiene mucho prestigio pero poca influencia". Y yo le pregunté: "¿Qué cree que deberíamos hacer para tener influencia? [risas] Era obvio lo que nos estaba diciendo: No tienen influencia porque no nos dan dinero [a los partidos]"? Y recuerdo que Sanjuán [Juan Miguel Sanjuán, presidente de Satocan] saltó: "Hombre, Lizardo, pero qué preguntas le haces?". No, como grupo, lo que se llamó el 'Sanedrín' no dio dinero a los partidos canarios, ni en la Transición ni después. Puede ser, como se dice, que algún empresario, porque tenía su negocio un poco en situación un poco delicada, porque lo que fabricada no estaba perfectamente especificado [en el listado de productos industriales sujetos a protección arancelaria u otras] diera, no lo sé? A mí me preguntaban y yo lo tenía claro: "Qué voy a dar a nadie, si Pepsi-Cola se vende en el mundo entero, no necesito autorización del Gobierno para vender Pepsi-Cola".

ATI

La reacción. "El 'Sanedrín' se reunía en la finca de Antonio Vega, muy cerca de San Mateo?. Yo estuve desde el principio. Y éramos sólo los industriales. Comenzamos porque veíamos la presión de Tenerife en la región, nos preocupaba el fenómeno de ATI, por ejemplo, que el poder estuviese siendo acaparado por una isla capitalina sólo. A lo de ATI se sumaba, además, el movimiento de los plataneros, de Leopoldo Cólogan, que se movió muy bien a favor del cambio al Protocolo Uno [los productos agrícolas de exportación canarios no podían gozar de ayudas y protección plenas de Europa al estar Canarias entonces fuera de la Unión Aduanera, con lo que querían una mayor integración de las Islas en la entonces CEE].

Los empresarios tinerfeños, de todos los sectores, por miedo a que el peso económico de Gran Canaria les perjudicase en la etapa autonómica, les hiciera daño, porque era mayor, se habían unido y tomado el poder político, en Tenerife y luego en la región. Y les funcionó. En Gran Canaria no queríamos hacer así, pero tampoco podíamos permanecer ajenos a la operación.

El objetivo de 'El Sanedrín' fue, así, coordinar acciones a favor de Gran Canaria. Era una primera reacción empresarial grancanaria a la creación de ATI sin entrar en política".

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