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Análisis

El BCE ya socializa riesgo de empresas

El regulador emprende la tercera fase de expansión monetaria con la compra de títulos de deuda emitida en euros por empresas no bancarias

El Banco Central Europeo sigue rompiendo tabúes. Ayer, por vez primera en su historia, comenzó a comprar títulos de deuda emitida por empresas no bancarias.

Se trata de la tercera fase de una ofensiva monetaria sin precedentes contra la baja inflación y la debilidad económica, ejecutada mediante inyecciones masivas de dinero para la compra a la banca de titulizaciones de activos y de bonos garantizados desde 2014, la adquisición de deuda de los estados desde 2015 y ahora la toma de deuda de empresas.

La causa de que ayer se emprendiera la masiva socialización de deudas corporativas es, según el BCE, porque su heterodoxa ofensiva monetaria está dando resultado y es eficaz. Los críticos sostienen lo contrario: si el BCE se adentra en terrenos cada vez más inexplorados es porque su acción beligerante de fabricación ingente de dinero no acaba de doblegar los efectos y consecuencias paralizantes de una crisis devastadora.

Hay varias razones que han empujado al BCE a adquirir deuda de grandes empresas. La decisión en marzo de acrecentar la expansión monetaria de 60.000 a 80.000 millones de euros mensuales (elevando el monto total previsto de 1,14 a 1,74 billones) se hubiese encontrando con dificultades de materialización de seguir limitada a la adquisición de deuda pública, dado que ésta la compra el BCE en razón del peso de cada país y no del volumen de deuda de cada estado. Ampliar las compras de bonos soberanos de países como Alemania empezaba a ser difícil, y más cuando los están acaparando los inversores que buscan de forma ansiosa un refugio por miedo a la inestabilidad que podría generarse si Reino Unido abandona la UE.

Al comprar deuda empresarial el BCE transmitirá directamente su política monetaria a la economía, sin depender de la intermediación bancaria y obviando los estrangulamientos que se producen en este canal por la restricción del crédito a causa de la morosidad y de las crecientes exigencias de solvencia a la banca. La finalidad sigue siendo aumentar el precio de los bonos para rebajar el coste de financiación, y, además, alentar que grandes empresas se financien más en los mercados de deuda -y liberar así financiación bancaria para pymes- y que las empresas y los tenedores generen liquidez con la venta de títulos. La esperanza es que destinen estos recursos a gasto e inversión, promoviendo crecimiento económico e inflación.

La decisión no tiene garantía de éxito: puede generar burbujas de bonos y pérdida del sentido de riesgo, que las empresas no destinen los recursos a inversión productiva sino a fusiones y adquisiciones corporativas (y con destrucción de empleo), que se opte por fines especulativos e incluso que los tenedores se lleven el dinero a otras áreas más dinámicas y con tipos más altos. En este caso el BCE logrará al menos seguir debilitando al euro.

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