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Con un pie dentro y otro fuera

Churchill a De Gaulle: "Entre Europa y el mar abierto, elegiremos el mar abierto" - La crisis de 2008 profundizó la divergencia

David Cameron. REUTERS

La crisis en 1992 del Sistema Monetario Europeo, que supuso la salida de la libra de la banda de fluctuación pactada respecto al marco y la renuncia finalmente de Londres a integrarse en el euro, fue consecuencia de las condiciones monetarias en las que se produjo la reunificación alemana, que sobrevino tras la caída del comunismo, a cuyo fin contribuyeron -junto con otras causas- las políticas de Reagan. El ataque especulativo de George Soros a la libra sólo fue el desencadenante.

La claudicación del Banco de Inglaterra, incapaz de sostener su divisa, alimentó los sentimientos de desafección hacia Europa que habían anidado entre los conservadores. Londres se desvinculó del euro y de otras políticas europeas invocando exenciones que, acumuladas, acabaron por perfilar la realidad de un socio con un pie dentro y otro fuera.

La crisis internacional de 2008 fue también determinante. Se gestó -junto con otros factores- por la exuberancia crediticia emanada de la desregulación financiera liderada por Londres y Nueva York desde 1980. Y aunque Reino Unido padeció el estallido de su burbuja inmobiliaria, el alto endeudamiento de sus ciudadanos y una importante crisis bancaria, logró salir de la recesión antes que la eurozona porque predicó pero no practicó con tanta intensidad la austeridad y porque la posesión de su propia moneda le permitió seguir los pasos de EE UU y aplicar una ofensiva monetaria que el BCE tardó seis años en desarrollar.

Esto motivó una reactivación económica temprana que redujo el paro (es el cuarto país de la UE con menor tasa de desempleo) y atrajo una oleada de inmigración de otros países, lo que ha sido instrumentalizado por sectores antieuropeístas junto con el hecho de que Reino Unido es el noveno contribuyente neto a la UE: aporta el 0,25% del PIB del país.

A ello se sumó la resistencia de las cúpulas dirigentes al empeño europeo de regular los sectores financieros. La defensa a ultranza por Londres de su poderosa industria financiera, que aporta un elevado porcentaje del PIB nacional, explica el rechazo británico a la pretensión de la UE de establecer una tasa a los movimientos de capitales, centralizar la supervisión bancaria y regular los paraísos fiscales, los indicadores financieros (libor, euríbor, índices de materias primas, de tipos de cambios y otros) y los hedge fund (fondos de inversión libre). Y además persiste la oposición británica a cualquier intento de unión fiscal y su negativa a contribuir a los rescates de países del euro en crisis.

El líder conservador David Cameron comprometió el referéndum para intentar acallar las críticas internas en su partido a causa de esas fricciones con Bruselas, frenar a los antieuropeístas del UKIP y obtener de la UE más compensaciones y margen de autonomía (las cláusulas op-out).

Si al final se impone la permanencia, la tensión persistirá. Los intereses son divergentes. Y desde el XIX ha sido enseña del país el lema de Lord Palmerston: "Inglaterra no tiene amigos ni enemigos permanentes. Tiene intereses permanentes". El historiador británico Anthony Beevr narró que en la víspera del desembarco de Normadía (1944) Churchill dijo a De Gaulle: "Cada vez que tengamos que decidir entre Europa y el mar abierto, elegiremos el mar abierto".

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