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Las 'kellys' alzan la voz

Las camareras de piso demandan que las dolencias que padecen por su trabajo se declaren enfermedades laborales

Una camarera de piso, completamente ajena al reportaje, ejerce su trabajo en un hotel del Archipiélago. LP / DLP

"Somos las cucarachas de los hoteles". Gorgonia Delgado empezó con apenas 17 años a trabajar como camarera de piso en Puerto Rico, en el sur de Gran Canaria. Primero en apartamentos; luego, en bungalós y en un aparthotel y, desde hace 24 años, en un hotel ubicado en Playa del Inglés. Con 56 años, de los que ha dedicado 38 a esta profesión, Delgado afirma haber visto "de todo": acoso, presiones, injusticias y, sobre todo, mucha incomprensión. "Sin duda, hemos ido a peor y por eso hay que luchar para que se dignifique nuestra labor".

Canarias cuenta con unas 20.000 camareras de piso, las llamas kellys, encargadas de mantener limpios los establecimientos hoteleros. Los abusos que aseguran sufrir y la "ausencia de soluciones" a sus problemas les impulsan a alzar la voz.

Bajo la atenta mirada de sus compañeras, Estrella Vera, camarera de piso en un complejo de apartamentos de Bahía Feliz, enumera las principales demandas del colectivo. A la primera de ellas se aferran con fuerza. Es una petición "innegociable": el alivio de la carga de trabajo. No en vano, Delgado apunta que ha llegado a limpiar hasta 22 habitaciones en un día -ahora hace 17-, pero que tanto ella como el resto conocen establecimientos en los que la cifra se eleva a 30.

"Hay casos sangrantes", lamenta Vera. La limpieza tiene que ser rápida y eficaz. "Hasta por un pelo te mandan a volver a limpiar", expone Ana Ramos, también camarera de piso en Playa del Inglés. La supervisión es una constante que preside la labor de este colectivo, lo que aumenta más, "si cabe", la presión que soportan. "Y lo que te digan tienes que hacerlo sí o sí, por eso hay muchas que hacen horas de más", añade Ramos.

La tensión y la excesiva carga de trabajo les acarrean muchos problemas de salud. Los dolores en las cervicales, espalda, rodillas y brazos son la tónica habitual. No en vano, el 90% de las kellys del Archipiélago se automedica para aguantar el dolor en su jornada laboral, según un reciente estudio elaborado por Comisiones Obreras (CCOO). Pero no solo "echan mano" de calmantes, sino también de ansiolíticos para paliar el estrés y la ansiedad. "Quieren calidad, pero no ponen cantidad", se quejan.

Loli Melián es camarera de piso desde hace 30 años y lleva de baja varios meses. En su brazo izquierdo luce un parche de morfina, que da cuenta del dolor con el que convive cada día. "Me inyectan cada tres días para soportarlo, sobre todo el de las rodillas", relata. Pero los problemas de salud no solo afectan a las veteranas, sino también al personal más joven. Vanesa González tiene 33 años y con nueve menos entró a formar parte de este colectivo. Durante los primeros cuatro meses no libró ni un domingo, se queja, pese a tener un niño pequeño. Las contracturas musculares, además, la torturan constantemente.

Por eso otra de las principales peticiones de las camareras de piso se centra en que las dolencias que se derivan de su trabajo se reconozcan como enfermedades profesionales. El síndrome del túnel carpiano, que provoca adormecimiento y dolor en las manos, ya está catalogada como tal, pero no es suficiente.

La pasada semana trasladaron esta demanda a la vicepresidenta del Gobierno canario y consejera de Empleo, Políticas Sociales y Vivienda, Patricia Hernández (PSC-PSOE). Un centenar de trabajadoras acudió al encuentro celebrado en el sureste grancanario. Hernández les ofreció su apoyo, pero aclaró que no es competencia del Ejecutivo regional declarar enfermedades laborales las afecciones que padecen. En cambio, respecto a un incremento de inspecciones -otra de las reclamaciones de las camareras de piso-, la vicepresidenta les informó de que se incrementarán a partir de otoño con la puesta en marcha del plan contra la explotación laboral.

¿Pero es suficiente? Delgado, Vera, González, Ramos y Melián creen que no. Exigen voluntad por parte de las patronales para que la situación cambie. En la provincia oriental aún no se ha firmado el nuevo convenio de hostelería, por el que se rigen las camareras de piso. Esperan que incluya mejoras sustanciales para ellas, pero creen que será difícil. Y pese a que estas cinco kellys no plantean la cuestión salarial como una de sus principales quejas, el secretario general de la Federación de Servicios de CCOO, Ignacio López, sostiene que existe un "distanciamiento" con la patronal. El ensanchamiento de las diferencias estriba en el planteamiento de una subida salarial del 6,5% en cuatro años y en el desacuerdo con la externacionalización de servicios. López denuncia que es daría a las empresas total libertad para contratar limpiadoras externas evitando aplicar el convenio de hostelería. Así, esgrime, pagarían hasta 500 euros menos que a las internas o "apenas" 2 o 2,5 euros por habitación.

El presidente de la patronal turística de Fuerteventura (AEHTF), Antonio Hormiga, defiende , por su parte, que las camareras de piso "están bien consideradas" en el convenio. Éste, afirma, "está a punto de firmarse". Y pese a que reconoce que durante los años más duros de la crisis se pudo forzar algo la carga de trabajo, ya no se dan ese tipo de situaciones. En cambio, sí reconoce que surgen "algunos problemas" en el entorno de las empleadas que se contratan mediante empresas de trabajo temporal.

De hecho, las kellys del sur de Gran Canaria aseguran que la situación de las chicas con contratos temporales es aún peor. "No saben cuándo van a librar y a veces ocultan que están embarazadas con la esperanza de que les hagan otro contrato", señala Melián.

En la provincia occidental la situación se repite. Hace cinco días CCOO anunció que en lo que va de año son once los hoteles demandados por discriminación salarial contra las mujeres; diez en Tenerife y uno en La Gomera. El gerente de Ashotel, Juan Pablo Rodríguez, rechaza la acusación y afirma que la diferencia en los incentivos que perciben las kellys con respecto a otros trabajadores de su misma categoría profesional -camareros y cocineros- se basa en factores como la formación, el horario -continuo en el caso de las camareras de piso y partido en el de cocineros-, y la productividad para el hotel, que en el caso de los camareros puede ser alta si tienen "don de gentes" y provoca que el cliente consuma más. "Pero nunca habrá de por medio una cuestión de género", zanja.

Las kellys están dispuestas a escuchar iniciativas que mejoren su calidad de vida. Las cifra de turistas que llegan a las Islas sube cada año -para este se espera superar la barrera de los 14 millones- y Delgado, Vera, González, Ramos y Melián sueñan con que, "al fin", la buena marcha del principal motor económico del Archipiélago se refleje en una mejora de la calidad de su trabajo. Y no solo por ellas, sino por las que vienen detrás.

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