La Reserva Federal (Fed) encara una nueva reunión sobre política monetaria con notables divisiones internas y mensajes contrapuestos, entre los favorables a un subida de tipos de interés en EEUU y aquellos que abogan por postergar la decisión a la espera de mayores señales de consolidación.

Si uno de los objetivos básicos de comunicación en política monetaria es ofrecer un cierto horizonte de confianza, las declaraciones salidas recientemente del banco central estadounidense parecen diseñadas justo para tener el efecto contrario: alimentar la incertidumbre.

El inicio del nuevo curso monetario se da formalmente en EEUU a finales de agosto con la prestigiosa conferencia de Jackson Hole (Wyoming), un lujoso complejo vacacional de montaña, en la que se reúnen pesos pesados de los bancos centrales de todo el mundo.

A la cabeza, como es habitual, la presidenta de la Fed, Janet Yellen, quien dibujó un panorama cautelosamente optimista sobre la evolución de la economía y abrió la puerta a un nuevo ajuste monetario tras un comienzo de año titubeante por los débiles datos macroeconómicos en EEUU y dudas sobre la economía global.

"A la luz del continuado y sólido comportamiento del mercado laboral y nuestras perspectivas de actividad económica e inflación, creo que el argumento para un alza en los tipos de interés se ha fortalecido en los meses recientes", dijo Yellen.

Sus palabras mostraron a los mercados la posibilidad de una subida de tipos de interés antes de finales de año, opción que parecía descartada tras los continuos aplazamientos por constantes episodios de incertidumbre como la salida británica de la Unión Europea, la ralentización de la economía china o la prolongada baja inflación en EEUU.