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Análisis

Lagarde llama a la puerta

La directora del FMI podría encontrar en la puerta de España, Italia o Francia un cartel así: "¡Cuidado, alta deuda pública y en ascenso!"

Christine Lagarde, directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), se ha vuelto a disfrazar de keynesiana con un llamamiento a aumentar la inversión pública (en carreteras, aeropuertos, redes digitales...) para conseguir un "crecimiento inclusivo" y estimular el anémico tono de la economía mundial.

Las manifestaciones de la exministra francesa significan en primer lugar un reconocimiento de que la política monetaria ha llegado a sus límites sin dar los frutos que se esperaban. El mundo financiero nada en un océano de dinero barato, pero el crédito llega dosificado a la economía real y la demanda (inversión y consumo) no despega. Según la opinión dominante entre los economistas, estamos atrapados en "la trampa de la liquidez" que describió John Maynard Keynes (1883-1946) y para la que recetó que el sector público supliera la falta de dinamismo del privado, preferentemente mediante inversiones, que tienen un impacto más potente en la demanda que las rebajas de impuestos.

Cabe interpretar el llamamiento de Lagarde también como un acto de contrición por los efectos secundarios de las llamadas reformas estructurales o políticas de oferta, eufemismos que comprenden, entre otros, los cambios en la regulación laboral que han devaluado los salarios y los ajustes en el Estado del bienestar que el propio FMI y los gobiernos, en particular los europeos, han practicado en estos años. Cuando la responsable del Fondo apela a la necesidad de un "crecimiento inclusivo" está asumiendo que la recuperación anclada en parte en esas reformas no ha sido inclusiva y que, combinada con los devastadores efectos en el empleo durante la Gran Recesión, han aumentado las desigualdades y con ello el descontento social, el pasto del que se alimentan los populismos y los particularismos.

Imaginemos ahora a la espigada Lagarde vestida de keynesiana llamando a la puerta de las principales economías pidiendo más Estado en la economía. ¿Es posible por ejemplo reanudar en Europa los estímulos fiscales que quedaron proscritos a partir de 2010 cuando a la crisis del euro se respondió con la dieta de la austeridad? En la puerta de Francia, España o Italia, Lagarde se encontraría con un cartel que pone: "¡Cuidado, alta deuda pública y en ascenso!" (98%, 100% y 132% del PIB, respectivamente). En la puerta de la Comisión Europea se toparía este otro: "Pregunte en Berlín". Y en la puerta de Alemania, quizá Merkel saldría y respondería: "Tenemos margen -la deuda alemana es del 71% y el país se está financiado gratis-, pero está en nuestra naturaleza no utilizarlo". Como en la naturaleza de la hormiga ahorradora de la fábula. Y como en la naturaleza del escorpión de aquel otro relato en el que se ahoga después de picar a la rana sobre la que cruzaba un río.

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