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Entrevista a Andreu Missé

"Las malas prácticas bancarias seguirán; el sector está frágil y no gana dinero"

"Ninguna norma europea del rescate imponía al Gobierno que los preferentistas perdieran dinero", asegura el periodista, autor de 'La gran estafa de las preferentes'

El periodista y escritor Andreu Missé. LP / DLP

¿Cómo nacieron las participaciones preferentes?

Se crearon en 1998, durante el primer Gobierno del PP. Estuvieron muy extendidas y las comercializaron casi todas las entidades: bancos y cajas. Entre 1998 y 2003 el sistema financiero español captó 18.000 millones con este producto que las entidades, salvo algunas muy pequeñas, emi-tieron desde el paraíso fiscal de las Islas Caimán, lo que les ahorró entre 3.000 y 6.000 millones en impuestos. Lo descubrió el juez Carlos Jiménez Villarejo pero archivó el caso porque no podía procesar a todos los consejeros del sistema financiero, aunque avisó al Gobierno de lo que estaba ocurriendo. El PSOE, que estaba en la oposición, presentó una enmienda en el Congreso en 2003 para que se regularan y para que pagasen el 5% en la emisión y para que sus gastos no fuesen deducibles fiscalmente. Luego, durante el debate parlamentario, esto se cayó: hubo amnistía y se les permitió desgravar.

¿Cambió esto luego?

Hasta entonces las participaciones se vendieron a inversores institucionales y a pequeños ahorradores que no tenían ni idea de lo que eran y creían que eran productos seguros y líquidos. Dejaron de comercializarse en 2005, durante el mandato de Manuel Conthe en la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). Cuando estalló la crisis, los inversores institucionales, con mejor información, dejaron de comprar las preferentes porque para compensarles el riesgo deberían tener un rendimiento del 14 ó 15%. Entre 2008 y 2009 las entidades financieras españolas emitieron 150.000 millones en preferentes, que colocaron a personas sin información, infringiendo la normativa comunitaria, que desde 2007 exigía realizar test de idoneidad y conveniencia a los clientes a los que se pretendiera vender productos complejos y de riesgo. La banca colocó las preferentes a sus clientes sin avisarles de que no eran productos líquidos, que eran inversiones a perpetuidad y que sus titulares se arriesgaban a perder el capital. Y los test los rellenaban los bancos. Los clientes no se imaginaban que pudieran ser engañados y, en el caso de las cajas, su prestigio histórico y su tradicional compromiso social les daba confianza. En el libro reproduzco algunas de las circulares internas en las que los bancos presionaban a sus empleados para que colocasen como fuese las participaciones. Cuando los inversores institucionales se deshacían de las preferentes, las entidades intensificaron su colocación masiva entre los clientes minoristas.

El dinero colocado en las preferentes dejó de estar protegido por el Fondo de Garantía de Depósitos. ¿No se avisó?

Hicieron cosas muy graves. Cambiaron la naturaleza del dinero de sus clientes. El ahorro depositado en cuentas corrientes, cartillas y en depósitos a plazo es propiedad del cliente, que es acreedor del banco. El banco le debe ese dinero siempre. Pero cuando se coloca en acciones, bonos o participaciones preferentes, el dinero ya no es suyo: se integra en el patrimonio del banco. Y el cliente es corresponsable del riesgo. Se cambió la naturaleza del dinero sin que el cliente se percatara. Cuando llegó la crisis, el Fondo de Garantía se amplió de 20.000 a 100.000 euros por titular, pero el dinero depositado en preferentes no estaba amparado.

¿Se vulneró la norma comunitaria?

En 2002 el Banco de España hizo una nota en la que avisó de que esos productos no eran adecuados para ahorradores minoristas. Hubo cosas peores. Cuando las preferentes empezaron a depreciarse, muchos inversores lograron que el banco se las recomprara y las entidades las revendieron a otros clientes cobrándoles por ellas 100 cuando ya se habían depreciado y sólo valían 80.

Antes de la crisis financiera de 2008 ¿también se usaron para recapitalizar el sistema bancario?

Las preferentes siempre se usaron para recapitalizar porque era una forma barata de hacerlo. Emitir acciones exigía ofrecer mayor rendimiento porque están asociadas a un mayor riesgo. Las preferentes son productos híbridos porque tienen un componente de acciones [riesgo] y otro de depósito [rentabilidad fija].

¿Practicaron bancos y cajas la comercialización con la misma intensidad?

Sí. Las cajas recurrieron más a ellas que los bancos porque no tenían capacidad de emitir acciones para ampliar capital. Ésta fue la única diferencia. A las cajas se le brindó otras opciones, que fueron las cuotas participativas, pero sólo las comercializó la caja alicantina CAM y fueron otro fracaso. El Banco Santander emitió otro producto similar a las preferentes, que fueron los Valores Santander para financiar la compra de Amro Bank. Captó 7.000 millones entre 129.000 clientes, que, cuando se produjo su canje por acciones, perdieron la mitad de su inversión porque ya había estallado la crisis y las acciones del banco se habían depreciado.

¿La 'gran estafa' a la que se refiere estuvo en el producto o en su forma de comercialización?

El problema estuvo en la forma en que se comercializaron, sin informar del riesgo. Si lo hubieran hecho de forma clara y transparente no hubiera habido engaño. En el libro recojo muchos testimonios de víctimas en diversas regiones, casos como el de una señora de Mataró (Barcelona) que había logrado ahorrar 12.000 euros durante 35 años fregando escaleras y que lo perdió todo.

¿Se pudo haber hecho la recapitalización de otra forma?

En EE UU se nacionalizaron bancos, compañías de seguros, inmobiliarias, industrias automovilísticas... Se inyectaron 700.000 millones y hoy, tras la reprivatización, el Estado [los contribuyentes] ha ganado 50.000 millones. Lo mismo se hizo en Reino Unido, Bélgica, Holanda... En España se optó por las preferentes como vía de capitalización. Al final hubo rescate y nos va a costar entre 26.000 y 40.000 millones.

¿El rescate de 2012 fue una imposición de la UE a España, una sugerencia alemana, como dice el ministro De Guindos, o fruto de la presión que Rajoy aseguró haber hecho a sus socios para obtener un préstamo en condiciones inmejorables?

En una reunión del Eurogru- po en 2012, Alemania le dijo a España que tenía que pedir el rescate para la banca. El Gobierno del PP se resistió porque lo consideraba una humillación, pero tuvo que claudicar. La presión de Alemania tenía el interés adicional de que la banca española pudiera devolver, con ese dinero, los préstamos que debía a la banca francesa y alemana.

¿La quita que se impuso a los titulares de preferentes para cofinanciar el rescate de la banca española fue una exigencia europea?

No había ninguna norma europea que obligase a España a que los titulares de preferentes perdieran dinero para contribuir al rescate. Eso lo aceptó Rajoy en el Memorándum de Entendimiento del rescate de julio de 2012, lo trasladó a un decreto en agosto y lo convirtió en ley en noviembre. La legislación europea que lo impone fue posterior. Se utilizó a España como conejillo de Indias. De hecho, la norma europea se justifica en el ejemplo español. Esa norma europea es de enero de 2016 y a los españoles se les aplicó en 2012 y 2013.

De Guindos dice en su libro que se adoptaron arbitrajes para que la gente recuperara su dinero.

Es una media verdad. Los arbitrajes no fueron tales. Hubo 300.000 afectados que recupe- raron su dinero y 125.000 que no. Muchos fueron a los tribunales. Hubo más de 400.000 deman- das. Al principio los jueces fallaron a favor de los bancos, pero al final el 95% de los fallos los con- denaron. La concienciación de los jueces fue importantísima: apreciaron vicios de consentimiento y engaños.

¿Se puede cuantificar las pérdidas para el ciudadano?

No es fácil, pero unos cuantos miles de millones se perdieron. La mayor parte recuperó su dinero mediante los arbitrajes, las decenas de miles de sentencias y los acuerdos entre bancos y clientes. Pero tan importante como esto fue el enorme sufrimiento de muchísima gente. Hay historias personales tremendas.

¿Hay riesgo de que se vuelvan a producir las malas prácticas bancarias?

Continúa habiéndolas. Y se van a repetir porque el sistema financiero está muy frágil. La morosidad está actualmente en el 9% y porque con los tipos de interés en el 0% la banca no tiene margen. Con el negocio bancario no están ganando dinero. Los bancos funcionan cobrando comisiones y vendiendo otros productos como bonos. El consejo que debe darse al cliente es que se conforme con el 0,2% que le pagan por tener el dinero en una cuenta si no quiere asumir riesgos.

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