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Análisis

Trump estimula a la Comisión Europea

Giro en las posiciones económicas de las autoridades de la Unión Europea

La Comisión Europea quiere el final de la austeridad. En la medida en que quiera entenderse que el final de la austeridad es plantear que la política fiscal (de gastos e ingresos públicos) agregada de la UE sea "moderadamente expansiva" en 2017, después de haber sido "neutra" en 2015 y 2016 y claramente contractiva en los años inmediatos anteriores, cuando se impuso el discurso de que la única receta posible para los países del Sur era una purga a base de recortes y devaluaciones internas (reformas para reducir salarios y precios) que en primera instancia acentuaron la recesión. Después de aquello y de que el Banco Central Europeo (BCE) haya llegado a sus límites desplegando el arsenal de política monetaria (tipos cero y compras masivas de bonos), el producto interior bruto (PIB) de la eurozona crece a una velocidad interanual del 1,6% y los pronósticos la rebajan al 1,5% para 2017, en un contexto de alta incertidumbre económica global (ralentización en China, crisis en países emergentes...) que ahora tiene además a Estados Unidos y al presidente electo Trump en la primera línea.

Casi todo remite a Trump estos días. El llamamiento de la Comisión Europea a estimular fiscalmente la economía, ante la debililidad de la recuperación en la Unión Europea, puede ser visto como una evidencia de la preocupación extra que para Bruselas supone la llegada del inefable multimillonario a la Casa Blanca con sus arengas preelectorales de proteccionismo y aislacionismo.

Así que el efecto Trump explicaría en parte que Bruselas haya corregido unos grados su rumbo para pedir un estímulo fiscal equivalente a 50.000 millones de euros (0,5% del PIB de la eurozona). Consiste en que los países con margen presupuestario (Alemania, principalmente) aumenten gastos e inversiones o hagan rebajas tributarias que impulsen su demanda interna, lo que beneficaría al resto a través del comercio exterior (si los alemanes consumen más, los españoles o los italianos exportan más). Es un planteamiento que una corriente de economistas defiende desde hace un lustro (que Alemania, con un amplio superávit exterior, caliente su economía para tirar del resto) y que recientemente, al hilo del saldo económico, social y político de la austeridad a ultranza, han abrazado instituciones como la OCDE y el FMI.

El estímulo, de haberlo, habría de ser cosa de Alemania y pocos más. Francia, Italia y España tienen mínima o nula capacidad porque han salido de la fase aguda de la austeridad con grandes endeudamientos públicos. España sigue además obligada a nuevos sacrificios en 2017, aunque, al igual que Francia e Italia, haya obtenido más tiempo para embridar su déficit y el perdón de las sanciones por incumplir sistemáticamente los objetivos para enderezar las cuentas públicas. Por ahí ya se relajó la austeridad.

Como quiera que la Comisión Europea en este caso no manda, sólo recomienda, la decisión de accionar o no el estímulo fiscal es sólo de Alemania. Es tentador pronosticar que lo rechazará como lo ha rechazado otras veces, aunque en esta ocasión hay variaciones de contexto: el crecimiento germano se ha debilitado y Merkel trabaja en una rebaja de impuestos camino de las elecciones federales de 2017. En ellas y en las presidenciales que también afronta Francia se juega en gran medida el futuro de Europa. Con el aliento de la 'Internacional populista' que lidera Trump en el cogote.

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