"Como está hoy la vida, mi objetivo es participar en todos los cursos que pueda", relata Iván Pérez -41 años, un hijo y poco más de medio año trabajado en los últimos tres- a la salida de la prueba de capacitación de competencias básicas que le permitirá aspirar a formar parte del alumnado de los cursos que el Servicio Canario de Empleo (SCE) oferta para personas con un nivel homologable al Bachillerato. Un total de 8.434 personas pasaron por estos exámenes durante el pasado año, "un 70% más que en 2015", detalla Lidia González, directora del Instituto Canario de Cualificaciones Profesionales. A mitad del pasado febrero ya eran más de 2.000 los que habían sometido sus conocimientos a evaluación en unos exámenes que se convocan con carácter mensual.
El retorno a las aulas cobra valor para quienes comprueban que conseguir un empleo no es tarea fácil y que la competencia es alta. Lo saben tanto Carlos Robaina, a sus 19 años, como María Lázaro, que tiene 20 más que él. "Hace mucho que no estudio y vine a ver cómo es el examen, espero hacerlo mejor la próxima vez", explica ella.
Los conocimientos básicos de Lengua, Matemáticas y, en algunos casos, Lengua Extranjera son los que se someten a examen. El Instituto Canario de Cualificaciones Profesionales es el encargado dentro del SCE de determinar a qué cursos de formación pueden acceder los aspirantes en función de los conocimientos que poseen. "Personas que han abandonado en edades tempranas la formación y, sobre todo en Lanzarote y Fuerteventura, inmigrantes que no han podido convalidar su título universitario o de formación básica", detalla González, son los perfiles predominantes en las aulas, en las que no faltan los adultos con escasa formación que ahora necesitan acreditar sus aptitudes para reinsertarse en el mercado laboral.
¿Qué ocurre con quienes no superan las pruebas? Solo pueden acceder a los cursos del SCE de nivel 1, los que no requieren acreditar un nivel académico determinado. Ahora bien, este no es el final del camino. Lidia González señala que a los suspendidos se les deriva a los centros de adultos para que adquieran los conocimientos necesarios y pueden volver a intentar demostrar un estatus superior en cuanto se sientan preparados.
Iván Pérez tiene un hijo y "gracias a dios" su mujer tiene empleo. "La situación como está, las deudas, todo", le empujan a intentar cambiar su suerte de cualquier manera posible. ¿Volver a estudiar? "No me importa, no me desagrada, me pegué una semana estudiando para esto", afirma.
María del Pino Abreu tiene 51 años y una hija de 29 "universitaria", dice con orgullo. Tras terminar la prueba que le dará "acceso a los cursos de nivel 2" espera a que acabe su pareja, que también se ha presentado. Estudió "para secretaria", pero la vida le llevó a ser "cocinera. Me gusta el desgaste físico", afirma. La salud no le ha respetado en los últimos tiempos y es en buena parte la culpable de que haya estado desempleada los últimos tres años. Con las fuerzas recobradas, aspira a que se le convalide un nivel de estudios de ESO para incrementar las posibilidades.
Carlos Robaina vive con sus padres. Tiró la toalla académica antes de terminar el Bachillerato y, a pesar de su juventud, no quiere que su corta experiencia en el mundo laboral, en la limpieza y el mantenimiento, marque el futuro. Por eso quiere abrir el abanico de posibilidades e intenta el salto a los cursos de máximo nivel. "No ha sido difícil", comenta sobre la prueba.
María Lázaro tiene un hijo y no puede permitirse ver correr muchos meses sin empleo. Ha trabajado como "dependienta y cajera", y ahora busca un hueco "en la hostelería o si no, en la administración y gestión". Hace 20 años que cerró los libros y comenzó a trabajar. Ahora los vuelve a abrir. No le importa si la reenganchan al futuro.
