La vida brota a borbotones en cada rincón de Madeira. El fuego que asoló a la isla durante el verano del pasado año se llevó por delante la vida de varias personas, pero no quemó el pulso de la isla. La huella de las llamas se perciben en el skyline que dibujan las montañas que cercan Funchal, su capital, pero la furia salvaje de su naturaleza es aún más ardiente y ofrece al turista un amplio abanico de posibilidades.

El verde es el color de Madeira, conocida también como las isla de las flores. La vegetación se cuela en la propia capital, cuyo centro histórico se vio amenazado por el incendio. La mayoría de las casas que descansan en las laderas de las montañas de la capital cuentan con un coqueto jardín en el que no faltan strelitzias, orquídeas e, incluso, plataneras. En los riscos que cincelan la ciudad también nace la vegetación, ofreciendo al visitante una hermosa estampa junto al mar que mucho se asemeja a los paisajes de Canarias, en especial a los que ofrece La Palma. No en vano, Madeira forma parte, al igual que Canarias, Azores y Cabo Verde, de la Macaronesia. Los bosques de laurisilva aún perviven en estos archipiélagos, pero el que echa raíces en el norte de la isla lusa es, con una extensión de 15.000 hectáreas, el más extenso del mundo. Su diversidad de sus especies endémicas y su buen estado de conservación fue reconocida en 1999 con la distinción de Patrimonio Mundial Natural de la Unesco.

El teleférico que conecta la zona baja de la capital con Monte no solo sirve al turista para salvar la diferencia de altura entre un punto y otro, sino también para advertir la riqueza natural de la isla. Ya en lo alto, el turista no solo puede divisar unas fantásticas vistas de la bahía, sino contemplar también hasta la iglesia de Nuestra Señora del Monte. Pero más allá de la visita al templo religioso, una de los grandes atractivos para el turista constituye lanzarse en los carreiros -carros hechos con mimbre- durante dos kilómetros.

El murmullo de quienes esperan subirse en estos 'trineos' que a medidos del siglo XIX comenzaron a utilizarse como medio de transporte es la antesala a un intrépido recorrido. Durante todo el descenso, el visitante cuenta con la guía de dos isleños vestidos de blanco que empujan el carro y usan sus suelas de gomas como frenos.

En la calle Santa María, situada en el casco viejo de la capital ( zona velha), cada puerta invita a adentrarse en un mundo de ensoñación o realidad diferente. Se trata de una de las calles más pintorescas de Funchal porque cada una está pintada por un artista distinto. Una exposición de artes plásticas al aire libre que solo puede apreciarse a primera hora de la mañana, antes de que los locales de la zona abran para iniciar su actividad.

Al término de esta calle, el paseante se encuentra a escasos metros del Mercado dos Lavradores, un recinto que rezuma tradición y modernidad a partes iguales. De un lado, los comerciantes locales ofrecen su mejor género a los compradores isleños. De otro, los turistas contemplan asombrados la variedad de frutas, verduras y hortalizas que se cultivan en Madeira -banana, papayas, pitangas o los frutos de la Costilla de Adán- y el pescado estrella de la gastronomía madeirense: el pez espada.

Pero si de estrellas se trata, hay una que brilla con más fuerza en la isla: el jugador de fútbol Cristiano Ronaldo. Madeira es su cuna y su nombre suena a cada esquina. En Funchal cuenta con una escultura, un museo y un hotel y el aeropuerto de Madeira lleva, desde la semana pasada, su nombre.

La agricultura de la isla, que se apoya en el crecimiento del sector turístico, se caracteriza por la práctica inexistencia de químicos en su desarrollo, tal y como apuntan desde la Agencia de Promoción Turística. Ejemplo de ello es Faja dos Padres, enclave situado en la costa sur en el que se practica una agricultura ecológica, al que solo se puede acceder a través de un funicular.

Las quintas, antiguas viviendas de ingleses que se establecieron en la isla por el comercio del vino, constituyen otros de los atractivos de la oferta turística de Madeira. Estas viviendas, compuestas por un enorme jardín, se han reconvertido en alojamientos turísticos con restaurantes de gran nivel.

La isla portuguesa, que busca captar visitantes atraídos por el turismo activo, ofrece múltiples posibilidades acorde con su accidentada orografía y bondadosa naturaleza. Madeira cuenta con más de 200 rutas para hacer senderismo por caminos y levadas (acequias) y 120 barrancos para practicar canyoning, una emocionante actividad que combina el rápel, la natación y la escalada con saltos en el curso de la ribera.

El visitante no solo puede encontrar actividades de interior, sino también otras en conjunción con el mar. Además de coasteering, un itinerario por el litoral que mezcla saltos al océano, los turistas pueden disfrutar de un paseo en barco para observar como viven en libertad los delfines mulares y las ballenas piloto, dos especies de cetáceos residentes a tres millas náuticas de la costa.

Madeira se reinventa. Dinamiza su sector turístico para conquistar el corazón de los turistas más jóvenes al tiempo que muestra al mundo como un turismo sostenible, en armonía con el medio ambiente, es posible.