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Los sindicatos cumplen 40 años fuera de la clandestinidad

Fernando Suárez y Pepe del Toro relatan sus vivencias en los años oscuros de la represión y los encarcelamientos franquistas

Pepe del Toro (izda.) y Fernando Suárez, ayer en el edificio sindical de la avenida Primero de Mayo. QUIQUE CURBELO

En abril de 1977, el Gobierno de Adolfo Suárez sacó de la clandestinidad a las organizaciones sindicales españolas. Fue cuando Fernando Suárez, de la Unión General de Trabajadores (UGT), y Pepe del Toro, de Comisiones Obreras (CCOO), supieron que no tendrían que volver a buscar un lugar alternativo para dormir cuando les soplaban que la temida Brigada Político-Social de la policía franquista estaba tras sus pasos. Ambos nacieron en 1943 en la capital grancanaria y vivieron esos años oscuros en los que los derechos se conquistaban palmo a palmo soportando violencia y cárcel. También los dos coinciden en que ha llegado el momento de reconstruir el movimiento sindical desde los cimientos. "En la juventud hay un pasotismo terrible, están viviendo de la lucha que nosotros llevamos a cabo", asegura Suárez con el asentimiento de Del Toro.

Faltaban dos meses para que los españoles votaran en las primeras elecciones generales de la Democracia. Suárez y los suyos se afanaban por que todas las formaciones políticas pudieran concurrir a las urnas contra el criterio del aparato civil y, sobre todo, militar, que apostaba con vehemencia por mantener la vigencia de las restricciones a la libertad que se habían ensolerado al calor de la dictadura. También el Sábado Santo de ese año se legalizó el Partido Comunista de España (PCE).

Sobre la tranquilidad que les aportó la legalización, Pepe del Toro matiza que "aún pasaron algunas cosas". Fue así precisamente porque la práctica totalidad de las fuerzas de seguridad continuaban integradas por quienes se habían manejado durante muchos años a base de ninguna explicación y muchos golpes y atropellos. No obstante, el cambio fue notorio.

Dos veces en prisión

Para llegar a ese momento, el sindicalista de CCOO tuvo que pasar dos veces por prisión -la primera estuvo seis días y la segunda, 19 meses- y seis por comisaría, aunque la última de estas, después de salir de la clandestinidad. En la larga noche "del 23F", cuando el coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero secuestró el Congreso de los Diputados con los representantes elegidos por los españoles dentro.

"Nos reunimos unos cuantos y nos echamos a la calle a echar propaganda" -el negocio familiar que defendía era una imprenta- "y a tranquilizar a la gente. Llegó una bombona [furgoneta de la Policía Nacional] y nos llevaron a comisaría a unos catorce o quince; ahí estuvimos hasta las nueve de la mañana", rememora sobre sus vivencias en aquella intentona golpista.

Fernando Suárez tuvo más suerte. "Pepe está más bregado", reconoce, aunque a la afirmación le sobra un punto de modestia. El ugetista visitó los calabozos de la tan temida Dirección General de Seguridad (DGS) de la madrileña Puerta del Sol. "No me pasó nada", asegura, si bien el susto no se lo quitó nadie. "Habíamos ido a Madrid a reunirnos, lo hacíamos de vez en cuando", por supuesto en la clandestinidad, y "de pronto, unos policías nos detuvieron y nos metieron en la DGS".

Tras unas horas sin saber qué iba a ser de él, lo colocaron delante de un funcionario policial que le interrogó sobre el porqué de su estancia en la capital de España. "Le dije que había ido a una comida de hermandad y me contestó si no me parecía que Madrid estaba un poco lejos de Canarias como para ir solamente a comer", ríe sin dejar por ello de reconocer que lo pasó realmente mal. Tener la ficha limpia le evitó problemas mayores. "Me dijeron que me soltaban con la condición de que me fuera derechito para el aeropuerto y eso hice", concluye.

La llegada al movimiento sindical de uno y otro no tuvo el mismo origen. Pepe del Toro comenzó a tomar conciencia de la necesidad de luchar "con el juicio contra El Corredera" y su posterior "asesinato. Lo llamo así porque es lo que fue", se reafirma. Corrían los últimos años de la década de los 50, "era un chiquillo" y él no podía entender cómo tantos años después de terminada la guerra continuaban "las persecuciones, las torturas y las desapariciones" de ciudadanos que no pensaban como alguien había decidido que había que hacerlo.

El sector de la banca era más tranquilo que el de las artes gráficas. El poder de este último para difundir ideas con las imprentas como arma provocaba una vigilancia más estrecha. "En el banco prácticamente no te podías mover, a cualquier cosa que hicieras ya tenías a la policía encima", rememora Suárez. Aun así, tampoco se estaban quietos. "Salíamos a la puerta y un día intentamos cortar la calle, vino la policía y les dijimos que el problema estaba en que éramos muchos y no había espacio", narra.

El entrismo, ese movimiento diseñado en asambleas ocultas a los ojos de la represión para dinamitar desde dentro el sindicato vertical creado por el régimen, les llevó a coincidir. En 1975 se celebraron elecciones sindicales, por supuesto fuera de miradas ajenas. Las ganó CCOO, pero, aun así, quien accedió a la Presidencia del Consejo de Trabajadores, fue el socialista Anastasio Travieso. "Por conveniencia política y estratégica se decidió que debía ser él", explica Del Toro. Aquello fue un hito, las organizaciones proscritas y perseguidas conseguían colocar a uno de los suyos al frente de un aparato que el franquismo creía tener plenamente controlado, aunque sospechas de lo contrario no debían escasear teniendo en cuenta cómo se multiplicaba el número de movilizaciones obreras en los tiempos previos.

Especialmente duro fue aquel 1968 en que "se cerró el Muelle", explica Del Toro, en protesta por las condiciones que tenían que soportar los trabajadores. Ese mismo año, se celebró el Primero de Mayo y los actos acabaron con 25 detenidos, la mitad de los que hubo en los conocidos como Sucesos de Sardina del Norte, donde la Guardia Civil abrió fuego contra una asamblea de comunistas y CCOO que arropaba a los trabajadores de una empresa de asfaltado cuyos responsables se habían fugado sin abonar los salarios. La represión en este último caso fue especialmente dura, "la Político-Social tenía especiales ganas de repartir leña", afirma Del Toro y remata: "Hubo torturas con corrientes eléctricas".

Su larga pelea para derribar lo que parecía invariable es lo que lleva a ambos a rebelarse contra la pérdida de derechos de los últimos años y la "inexplicable" pasividad de la sociedad. A Suárez le duele de manera especial la falta de rebeldía entre los jóvenes. "Hay un pasotismo terrible, parece que solo están esperando que llegue el viernes para irse de botellón", enfatiza.

Pepe del Toro mantiene la misma opinión y aboga por "acabar son las dos reformas laborales, la del PP y la del PSOE," porque han llevado la "negociación colectiva a cero. Yo siempre digo a los trabajadores que son el primer eslabón del sindicato, sin ellos no hay nada", remata.

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