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Alquiler vacacional Consecuencias de la proliferación de inmuebles dedicados al turismo

El alquiler vacacional convierte en una odisea la búsqueda de casa para más de 1.600 docentes

Los profesores desplazados de sus islas se enfrentan a fuertes subidas de precios y presiones para que abandonen las viviendas

El alquiler vacacional convierte en una odisea la búsqueda de casa para más de 1.600 docentes

La proliferación del negocio del alquiler vacacional tiene varias caras. Mientras los propietarios de las viviendas defienden la libertad de rentabilizar sus propiedades como mejor les convenga, el mercado de los arrendamientos para residencia habitual se contrae, con la consiguiente subida de precios. Más de 1.600 profesores sustitutos e interinos tienen que abandonar cada año su isla de residencia para poder trabajar y en los últimos tiempos se enfrentan a auténticas odiseas para conseguir un lugar en el que morar.

Fuertes incrementos de precios en las zonas de costa, presiones para que los inquilinos liberen la casa y poder así arrendarla a los turistas y, en definitiva, un parque destinado al alquiler mucho más limitado que conduce a los docentes a residir en casas de amigos, en pensiones e, incluso, en residencias de monjas hasta que encuentran una oferta que no escapa a sus posibilidades.

Se ha puesto tan difícil hallar una oportunidad que algunos hasta exigen preservar su anonimato, "no vaya a ser que los propietarios se molesten". Playa Honda es un buen ejemplo. Este enclave del municipio lanzaroteño de San Bartolomé se convirtió hace tiempo en ciudad dormitorio de profesores. Está a mitad de la isla y su cercanía al aeropuerto y a la capital lo hace especialmente atractivo.

José Ramón es un grancanario de 41 años que llegó a Lanzarote el 3 de octubre. Es otro de los serios hándicaps a los que se enfrentan los sustitutos. Prácticamente de un día para otro pueden ser requeridos en cualquier punto del Archipiélago y han de acudir ante la amenaza cierta de perder su puesto en la lista de trabajo y, con ello, sus posibilidades de volver a ser llamados. "Me habían advertido que era complicado", explica y recuerda cómo los primeros días empleaba buen parte del tiempo libre a caminar por las calles en busca de una oportunidad sin encontrar "ni un solo cartel".

Sin conocer destino

La solidaridad gremial funciona y "una profesora" le arrendó la vivienda en la que residirá hasta el 2 de julio. Como no sabe su destino para el próximo curso, no puede mantenerla. "Los que saben que van a volver empiezan a moverse en mayo o llegan a acuerdos con los caseros de cara al próximo curso", relata José Ramón. La que ha sido su casa tiene nuevo inquilino desde el momento en que salga por la puerta. Al menos ya cuenta con compañeros que se han convertido en amigos y le han abiertos sus puertas para residir durante el tiempo que le lleve encontrar nuevo cobijo.

Lo que tiene claro es que el año que viene no será más fácil, porque la retirada de casas del alquiler residencial resulta exponencial. El último estudio hecho público por la Consejería de Turismo del Gobierno de Canarias contabiliza 28.188 inmuebles destinados a albergar viajeros. Es un dato de 2015 y ya consta que al final de 2016 la cifra se había elevado en cerca de 2.000 más. Los defensores del alquiler vacacional sostienen que esta modalidad de negocio ha venido a democratizar la recogida de los beneficios del turismo, hasta el momento en manos de unos pocos. Por contra, los afectados de manera colateral, entre ellos los profesores, afirman que es necesaria una regulación cuanto antes que evite que la burbuja continúe creciendo y estalle como anteriormente lo hicieron otras.

Al riesgo cierto de no hallar algo decente se suma la escalada de precios. "Por menos de 450 euros ya no encuentras nada y eso sin incluir luz ni agua", relata José Ramón. Su colega de profesión Begoña Rodríguez -51 años y una hija- afirma que las vivienda que antes llegaban a esa horquilla de precios ahora se pueden ir hasta los "700 euros". El problema en su opinión es "gordísimo".

Esta grancanaria es una de las que se siente presionada para que deje la casa de Arrecife en la que ha residido durante el último año y medio. Intuye que para dedicarla al alquiler vacacional. "De la inmobiliaria me dicen ahora que los vecinos se quejan de mi gato. Yo he hablado con todos y nadie está disconforme", asegura. A su vecina de 70 años, el propietario le ha dicho que necesita el piso para su hijo.

Rodríguez asegura que todo son "excusas" y detrás está siempre el mismo interés. "Durante muchos años nos han buscado porque les garantizábamos la rentabilidad para todo el año y ahora nos echan como agua sucia", se queja.

La historia de Yurena González es aún más rocambolesca. Es de Gran Canaria e imparte clase de Tecnología en Los Silos (Tenerife). Está encantada en la casita que ha encontrado en Garachico, pero hasta llegar a ella ha vivido auténticas aventuras. A sus 37 años, solo en este curso ha pasado por cuatro centros diferentes, uno en su Isla y los otros tres, tinerfeños. En noviembre llegó a La Laguna y acabó "en una pensión compartiendo habitación con estudiantes". Los diferentes ritmos de vida de unos y otros le restó muchas horas de sueño. "Llegaban tarde, encendían la luz", rememora.

Pasó después a otro establecimiento alojativo de igual categoría pero ya con habitación individual, "aunque compartiendo baño". Incluso llegó estar "en una residencia de monjas". La trataron "muy bien", pero no se encontraba cómoda teniendo que respetar "un toque de queda" que le obligaba a llegar "antes de las diez de la noche".

Otro de los destinos le llevó a pasar 20 días en un hotel de Los Rodeos. Ganó en comodidad pero no lo recomienda "porque gastas más de lo que cobras". El activo más seguro que alcanzó en ese tiempo fueron las amistades. "Un amigo me dejó estar dos semanas en su casa mientras encontraba un alojamiento", señala como final de sus momentos más penosos. Llegar a su actual morada le costó "cincuenta llamadas de teléfono para conseguir tres opciones" que se ajustaban a sus posibilidades.

Silencio en Educación

La Consejería de Educación del Gobierno de Canarias guarda silencio, aunque consta la existencia del problema. A sus 26 años, la grancanaria Delioma Marrero solo puede cruzar los dedos para que el curso próximo le toque quedarse en su Isla. Este año lo ha pasado en Lanzarote. Desde que conoció su destino en los primeros días de julio de 2016 se lanzó a buscar vivienda. Da clase en un instituto de secundaria de Arrecife y vive en Playa Honda.

No puede decirse que le haya ido mal en este primer año, pero su casera ya le ha dicho que quiere explorar las posibilidades del alquiler vacacional. O eso, o le sube el alquiler hasta un punto en el que no tiene claro si le sale rentable continuar. "Están pidiendo ya en esta zona hasta 500 y 700 euros, y muchas veces sin agua ni luz", lamenta. Tiene pareja en Gran Canaria, lo que se traduce en billetes de avión del uno o el otro para poder estar juntos. "En una isla no capitalina se gana más, pero al final se va todo y mucho más", afirma sobre los alrededor de 300 euros de plus que cobran los docentes desplazados.

Las posibilidades se evaporan. La depresión hace mella en edificios enteros del barrio de Guanarteme de Las Palmas de Gran Canaria en los que todos los inquilinos ya han sido advertidos de que deben ir preparando la mudanza para hacer sitio a los turistas. Álvaro, tinerfeño de 48 años, lleva cuatro dando clase de Dibujo en Arrecife. Asentado desde antes de que el alquiler vacacional cobrase el actual impulso, nunca dejó de echar un vistazo a las páginas webs dedicadas al mercado inmobiliario por ver si encontraba una buena oferta. "Desde hace dos años vi que las posibilidades mermaban a gran velocidad. Los propietarios sucumben" a la posibilidad de multiplicar sus rentas.

Empezó pagando 450 euros y hoy ya desembolsa cien euros más al mes. Es el acuerdo al que pudo llegar para no tener que marcharse, que es a lo que le instaron en un principio. La estabilidad ya se ha perdido. Ningún propietario, por contento que esté, guarda la casa al mismo inquilino para el año siguiente sin garantías y los profesores no pueden asegurar su regreso porque tampoco ellos saben cuál será su siguiente plaza.

Como Álvaro y Delioma, también la palmera Candelaria tiene que sostener dos viviendas. A sus alquileres de Lanzarote, "ya carísimos", resalta la última de ellos, deben sumar los gastos de las casas que tienen en sus islas de origen, en las que viven sus respectivas familias. "Esto se desbordó", asegura esta docente a la que le han llegado a llamar "compañeros llorando desesperados porque no encuentran nada. El malestar se palpa y crece", advierte.

Según datos manejados por el responsable de Educación de UGT-Canarias, Manuel Navarro, y facilitados por el Gobierno canario, Lanzarote es, con 880, la isla que mayor demanda de profesores interinos presenta. Le sigue de cerca Fuerteventura (806) y, a distancia, La Palma (392), La Gomera (149) y El Hierro (85). En total son 2.312 los docentes sin plaza fija en las islas no capitalinas. Educación no cuenta con datos detallados, pero las organizaciones sindicales calculan que entre un 50% y un 60% llegan desde otra isla.

Solo estar dispuestos a acudir a cualquier isla les garantiza el trabajo y un sueldo a fin de mes. Son vitales para cubrir totalmente las necesidades educativas. El incremento del precio de los alquileres amenaza la rentabilidad de su labor y, con ello, su presencia en las aulas.

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