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Percances financieros en el Sur de Europa

Rescates bancarios con dolor

Bruselas aplicó en un mes tres métodos de asistencia a bancos en apuros

Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo. EFE

La oferta en firme del Banco Santander a las dos de la madrugada del 7 de junio para adquirir el Banco Popular por un euro evitó in extremis que la crisis del Popular y su rescate interno (con cargo a sus acreedores y sin recurrir al dinero de los contribuyentes) supusiese la intervención de depósitos de clientes a partir de los 100.000 euros que están protegidos por el Fondo de Garantía de Depósitos.

El Banco Popular había comunicado al Banco Central Europeo (BCE) doce horas antes (dos de la tarde del martes 6) que se había quedado sin liquidez por la masiva fuga de depósitos y que al día siguiente ya no podría atender las solicitudes de retirada de fondos de sus clientes. El BCE declaró la quiebra del banco -que oficialmente había sido solvente hasta horas antes- y ordenó su intervención por la Junta Única de Resolución (JUR).

Depósitos

El esquema de actuación con el que se trabajó durante esas doce horas implicaba intervenir y achatarrar no sólo el capital de los accionistas, los bonos convertibles contingentes ( cocos) y la deuda junior (la de menor calidad) -como así ocurrió-, sino también la deuda senior (la de mayor garantía), y los depósitos de clientes, como se hizo en Chipre en 2013, cuando se impusieron quitas entre el 45 y el 60% a los saldos de cuentas de ahorro a partir de 100.000 euros.

Elke Koning, presidenta la JUR, dijo el martes pasado en el parlamento europeo: "Los depósitos del Popular han sido asumidos por el comprador". Antes de la apertura al público de las oficinas del banco el 7 de junio, el Santander, que preside Ana Botín, hizo una inyección urgente de liquidez en las oficinas del Popular que alcanzó al cabo de varios días los 13.000 millones.

La norma europea establece desde 2012 que los recursos públicos sólo serán movilizados para el rescate de bancos si previamente se ha agotado la imposición de pérdidas a los acreedores privados.

Esto no se cumplió en Italia, donde en el mismo mes tres entidades fueron autorizadas a recibir ayudas públicas mediante dos procedimientos diferentes. En los tres casos se aplicaron penalizaciones y quitas al capital privado, pero fueron parciales y en ninguno de ellos se llevaron a cero la suma de las aportaciones de accionistas, bonistas, tenedores de deuda y depositantes, como exige la norma.

Contagio

Köning dijo en la cámara legislativa europea que el rescate del Popular fue "un éxito y que no generó contagio" pese a que se impuso la pérdida total de sus inversiones a accionistas y titulares de deuda junior e instrumentos híbridos de capital.

En realidad no fue así: la deuda subordinada de la banca española se depreció en las horas inmediatas, los especuladores a la baja tomaron posiciones contra Liberbank, Sabadell, Bankia y Santander, y los reguladores del mercado bursátil español (CNMV) y europeo (Esma) prohibieron el 12 de junio las prácticas especulativas contra Liberbank, el menor de los bancos cotizados, ante el derrumbe de su valor en Bolsa sin otra causa que lo justificase, dijeron ambos organismos, que la acción de los vendedores en corto que apuestan a la caída de los valores que juzgan vulnerables a sus ataques. La medida intervencionista actuó de cortafuegos y frenó el efecto contagio y la propagación del pánico. El pasado miércoles, CNMV y Esma decretaron la prórroga del veto a los cortistas en Liberbank durante dos meses más.

Prima de riesgo

La resolución del Popular pudo haber tenido también un elevado coste para las primas de riesgo de no haberse producido en las actuales condiciones extraordinarias de intervención de la economía de la eurozona por el BCE con su ofensiva monetaria y compra masiva de deuda pública y privada del área bajo la presidencia de Mario Draghi. El desplome del sexto banco de la cuarta economía del euro (y lo mismo los casos italianos) arroja zozobras y sombras de duda sobre el grado de saneamiento real del sistema financiero de la eurozona, y en otras circunstancias (sin la política ultrarrelajada del BCE, que mantiene bajo control los diferenciales de riesgo) hubiese crispado muy probablemente el mercado de deuda de España una vez cuestionada la fiabilidad de un Gobierno que había dado por resuelta la crisis bancaria nacional cuando estaba a punto de derrumbarse el sexto banco del país.

Por consiguiente, todas las modalidades de rescate bancario tienen costes y son dolorosas, ya sea para los inversores (muchos de ellos, pequeños ahorradores), los depositantes, los contribuyentes y los empleados. Pero tanto si se recurre a ayudas públicas -como se acaba de hacer en Italia, y antes en España y otros países- como si se evitan -como se ha hecho con el Popular-, tienen efectos y consecuencias colectivas. No hay salvamentos bancarios indoloros. Aun así, de todas las opciones, ninguna es más costosa ni traumática, según la experiencia, que dejar caer los bancos sin control, como se demanda con frecuencia desde posiciones maximalistas de derecha e izquierda.

Funciones cruciales

La banca cumple funciones cruciales: canaliza el ahorro hacia la inversión productiva, capta depósitos a corto plazo y los presta a largo, financia las operaciones mercantiles, contribuye a aumentar la tasa de crecimiento futura, acrecienta la riqueza de los ahorradores y de los prestatarios, es el principal mecanismo de medios de pago, desempeña otros muchos servicios financieros... y actúa como el riego sanguíneo que permite el desenvolvimiento del sistema económico.

La profunda sima en la que incurrió el mundo avanzado a fines de 2008 no se explica sin el colapso financiero que se produjo en el mercado interbancario por la quiebra de Lehman Brothers y el efecto dominó que se desencadenó en otras instituciones financieras -a ambos lados del Atlántico- cuando las entidades dejaron de prestarse entre sí por el recelo a que sus colegas estuviesen contaminados por los productos complejos desarrollados a partir de la titulización de hipotecas basura.

La parálisis crediticia que se desencadenó a resultas de la quiebra de lo que ni tan siquiera era un banco de depósitos sino de inversión, aunque muy relevante, asfixió a miles de empresas y expulsó a millones de trabajadores del mercado laboral, constatándose así que la soga casi siembre rompe por el extremo más débil.

Antecedentes

Por la singularidad de un negocio basado en la confianza (el cliente es usuario y a la vez proveedor de liquidez y prestamista del banco), las situaciones críticas en una o varias entidades tienen capacidad de propagación y de desencadenar pánicos financieros, a las que el conjunto del sistema (incluso las entidades más solventes) son vulnerables. Se vivió en 1907, en 1914 en España, en 1929 y en otros episodios antiguos y recientes.

Cuando se dejó caer en 1930 el Banco de Estados Unidos, las quiebras bancarias se generalizaron (cerraron 352 bancos en un mes) y esto profundizó la Gran Depresión y la destrucción masiva de empresas en el país. Fue lo que el entonces superintendente de bancos de Nueva York, Joseph A. Broderick, denominó "el error más grave de la historia bancaria" del Estado de Nueva York.

En septiembre de 2008, George Bush se negó a rescatar Lehman Brothers, pero el efecto fue tan destructor ("Si no intervenimos ya, no quedará nada que salvar", le alertó el secretario del Tesoro, Henry Paulson) que de inmediato aplicó un plan masivo de intervención pública en el sector.

La contundencia e inmediatez del plan de choque aplicado en el saneamiento bancario de EE UU (a diferencia del gradualismo con el que se actuó y se sigue actuando en la UE), junto con la mayor movilización de recursos estatales en EE UU para ese fin, explican, junto con el temprano y masivo recurso a las políticas monetarias expansivas y la menor austeridad fiscal en la potencia norteamericana, que EE UU evitara incurrir en la segunda recesión, de la que la eurozona no se eximió. Y la recaída de Europa en 2011 en la crisis supuso un factor determinante, como dijo el miércoles el gobernador del Banco de España, Luis María Linde, en la reapertura de las tensiones bancarias en España y en otros países, estableciéndose así un círculo vicioso entre banca, economía real y debilidad fiscal.

Prejuicios

Las prácticas abusivas de algunas entidades, los prejuicios históricos y algunas reminiscencias y recelos culturales crearon un estado de opinión muy arraigado contra las ayudas a la banca, aunque no a otros sectores, como el automóvil, y en el pasado al textil, el carbón, los astilleros, la siderurgia y otros.

Pese a que la banca es un sector altamente inflamable y muy expuesto no sólo a las realidades adversas sino a las meras expectativas y estados de pánico (fundados o no), y aun cuando maneja los recursos y el ahorro de todos, las resistencias a los rescates públicos son enormes, aunque no lo son menos (como se está viendo) cuando se hacen sin concurrencia del dinero del contribuyente.

La resolución del Popular sin apelar al presupuesto estatal y con imposición de pérdidas a los inversores privados suscitó el miedo entre accionistas, tenedores de deuda y depositantes de otras entidades, al igual que en 2015 el rescate de Popolare Etruria, Banche Marche, Cariferrara y Carichieti en Italia abrió la espita a la fuga de depósitos en 2016 del Monte dei Paschi, que ahora será recapitalizado por el Estado.

Grecia y España

En Grecia, la formación izquierdista Syriza participó de la condena a una Europa que "rescata a los bancos y no a las personas" pero en la madrugada del 13 de julio de 2015 su líder y primer ministro, Alexis Tsipras, pudiendo haber sido consecuente con esa convicción, optó por claudicar a todas las exigencias de austeridad que le impusieron los socios con tal de que el BCE reanudara las líneas de liquidez de emergencia a la banca de su país: "Si hubiera hecho lo que me pedía el corazón, hubiera habido pérdidas en todos los depósitos bancarios", dijo dos semanas después.

En España, Mariano Rajoy también prometió que jamás daría dinero público a la banca, pero cambió su posición una vez en el Gobierno. Es más, pidió un rescate a la UE y quiso pedir otro al FMI -que vetó la Comisión Europea, según desveló su ministro De Guindos-, y acató todas las medidas que se le impusieron y a las que se había negado (subir el IVA, suprimir la desgravación por vivienda, crear la Sareb y Airef, y otras) con tal de sanear el sector.

"Dejar quebrar a las entidades financieras en dificultades no es una opción razonable", dijo Linde el miércoles pasado. Y De Guindos señaló que la alternativa para el Popular (el concurso de acreedores) "era mucho peor". Pero rescatar bancos (y en particular con fondos públicos) conlleva el riesgo moral de privatizar beneficios y socializar pérdidas, generando así incentivos perversos para la asunción de riesgos. La rentabilidad es proporcional al riesgo y, si los destrozos los pagan otros, la inclinación natural es intentar maximizar beneficios aun incurriendo en la temeridad, como de hecho ocurrió en muchos casos. Queda la opción intermedia: si tiene que haber rescates, tendrán que existir una regulación y supervisión exigentes y penalizaciones severas a los incumplidores.

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