Un empresario del Sur de Gran Canaria es muy a su pesar el líder del ranking isleño de tenedores de acciones de Banco Popular en el momento en que el valor de la entidad se esfumó. Acumuló 1.015.000 euros de títulos por un valor que él calcula próximo a los 500.000 euros ahorrados durante años de trabajo para tener una jubilación económicamente holgada. Hoy considera sus decisiones inversoras "un error" y lamenta no haber tenido conocimiento antes de la existencia de la posibilidad de perderlo todo.
"Siempre he tenido una cartera de acciones en Bolsa", afirma y explica que en todo momento creyó que por muy mal que fueran las cosas, "nunca perdería las acciones. El concepto que yo tenía es que nunca ganas ni pierdes mientras no vendas, pero nunca supe que cabía la posibilidad de que, sin hacerlo, de repente un día las acciones podían desaparecer". Eso es lo que muy a su pesar ocurrió el pasado 7 de junio, cuando la Junta Única de Resolución decidió la venta de la entidad por un euro a Banco Santander.
Resulta evidente que su mayor preocupación ahora mismo reside en recuperar la inversión, aunque sabe que pasarán años hasta que se produzca una resolución judicial en ese sentido. En la actualidad tiene 52 años, por lo que cuando le llegue el tiempo de la jubilación habrá transcurrido más de un decenio. Sin embargo, no le anda a la zaga otra inquietud: la de mantener el anonimato; "mejor llevarlo en silencio, como las hemorroides", señala haciendo gala de un humor que no ha perdido.
Hay casos peores
Ayuda a mantener la sonrisa que al menos él no pidió "un crédito para comprar las acciones, cosa que sí ha ocurrido en otros casos. Esa gente ahora ha de devolver un préstamo por unos bienes que ya no tiene. Será el consuelo del tonto, pero visto así, mi situación podría ser peor", relativiza.
Nunca antes de la ampliación de capital había tenido acciones de Banco Popular. "Sí de otros valores, tuve de Santander, luego de Telefónica", detalla sobre sus evoluciones en el parqué. La llegada al punto actual arranca en el momento en que vendió un apartamento turístico. El dinero que obtuvo lo llevó al banco, donde en virtud de los históricamente bajos precios del dinero le informaron de que un depósito a plazo fijo le daba una rentabilidad muy escasa. "Para un 0,01%, mejor en acciones, que las puedo convertir en dinero en el momento que quiera sin esperar a que se cumpla el tiempo pactado o a encontrar un comprador como ocurre con los pisos", señala.
Fue esa ampliación de capital de la primavera del pasado año el momento en que compró las primeras acciones. "Ya era cliente", confirma. Decidió invertir cerca de 100.000 euros en la adquisición de los títulos. No busca excusas: "Nadie me presionó", detalla sobre el comportamiento del personal de Popular. Fue en el último tramo de la existencia de la histórica entidad bancaria cuando decidió poner ahí todos sus ahorros atraído por el escaso precio que se pagaba por las acciones y en la seguridad de que antes o después remontarían reportándole un beneficio. "Pero nunca supe que existía la posibilidad de quedarme sin nada de la noche a la mañana", reitera.
Es el que más ha sufrido, pero solo uno de los 2.688 afectados en las Islas y de 305.000 en toda España. Todo está ya en manos de sus abogados, "que tampoco sabes quién será el bueno", apunta, y a la espera no sabe si "de tener suerte" o justicia. La parte de la reclamación que más clara tiene es la que atañe a la inversión en la ampliación de capital, por la supuesta inclusión de datos inciertos en el folleto. Espera que el resto del dinero también vuelva a sus manos, porque la compra la realizó antes de que Saracho, último presidente de Popular reformulara las cuentas.
