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El ascenso de los robots asesores

Aplicaciones informáticas diseñadas para invertir en los mercados financieros a través de algoritmos matemáticos compiten con los gestores tradicionales

El ascenso de los robots asesores

Dos centenares de estudiantes adolescentes de un colegio de Madrid participaron en un experimento pilotado por el economista Pablo Fernández Acín que no deja en buen lugar a los gestores de fondos de pensiones y de inversión, las personas que deciden en qué acciones u otros activos se coloca el dinero que les confían sus clientes. El ejercicio consistió en lo siguiente: cada uno de los chavales, de edades comprendidas entre los 6 y los 17 años, eligió una cartera de inversión y los resultados teóricos de esa elección se comparan con los de los profesionales. El balance observado entre 2002 y 2012 fue así: la rentabilidad media obtenida por los estudiantes fue del 105%, mientras que la de los fondos de pensiones fue el 34% y la de los fondos de inversión, del 71%.

La experiencia de los alumnos-brokers ilustra las reservas y críticas que con frecuencia una parte de los economistas expresa sobre la eficacia de los asesores financieros en su cometido de aportar al inversor un plus de conocimiento, experiencia o intuición que les permita ganar al mercado. La última tendencia que aviva ese debate es la aparición de los robo advisors (robots financieros), aplicaciones informáticas que sustituyen el asesoramiento humano por algoritmos matemáticos. Esquemáticamente, funcionan así: el cliente contesta a través de internet (por el móvil, por ejemplo) un cuestionario a partir del cual el robot determina el perfil del inversor en función del riesgo que quiera asumir, se abre una cuenta y la máquina hace el resto, repartiendo el dinero con arreglo al perfil, rebalanceando la cartera en función de las oscilaciones de los mercados y administrando los dividendos.

El ciberasesor tiene un éxito relevante entre los inversores estadounidenses y en los últimos años ha llegado a España con firmas como Finizens, Feelcapital, Indexa Capital o InbesMe. Uno de sus atractivos es su bajo coste. Las comisiones que paga el cliente (en torno al 0,5%) son más bajas que las de los bancos y otros servicios tradicionales. Es sugerente también que los algoritmos están a menudo orientados a ofrecer rentabilidades parejas a índices de renta variable o renta fija. Es, pongamos por caso, como si alguien invirtiera en cada uno de los 35 valores del Ibex en las proporciones en la que cada uno de ellos pondera en el índice, de forma que a final de año obtenga una ganancia relativa análoga a la del principal indicador de la Bolsa española, a la que habría que añadir los dividendos cobrados de las empresas

Se suele decir que raramente los gestores convencionales de fondos consiguen batir o igualar a los índices de referencia a largo plazo, aunque sí lo hagan en algunos años. Los robots están pensados para hacerlo de manera sistemática. Así que tienen menos costes, ofrecen sobre el papel rentabilidades alineadas a las de los índices (Standard % Poor´s 500, Euro Stoxx 50, Ibex 35?) o superiores a ellos, seducen a las generaciones digitales y además pueden llegar a pequeños inversores, para quienes normalmente acceder a un gestor humano de patrimonios está fuera de alcance.

¿Estamos ante el fin de los asesores tradicionales? Rubén Vilela, operador bursátil y campeón de España de traders en 2010 (en la competición internacional World Top Investor), asocia el empuje de los robots asesores al cambio tecnológico y al fenómeno general de la automatización, pero también al clima de los mercados. "Estamos de nuevo en la euforia, como en 2005 o 2006", diagnostica a propósito de los efectos que atribuye al océano de dinero que en estos años de crisis han generado los bancos centrales con sus políticas de expansión monetaria. La Bolsa estadounidense, faro de los mercados, encadena un récord tras otro en sus índices (Dow Jones, S & P y Nasdaq). Es un contexto alcista en el que pueden brillar las apuestas automatizadas que están enganchadas a esas y otras referencias análogas. "El problema será cuando se presente un crash", avisa Vilela. Cuando caen, los mercados pueden hacerlo de una manera muy violenta, y ahí la máquina tiene grandes dificultades para contener los daños, argumenta el operador, convencido de la preeminencia del hombre sobre el robot por la capacidad del primero de interpretar los elementos emocionales y de percibir de una manera inalcanzable para el segundo los cambios en la realidad económica.

Al igual que el experimento de los estudiantes cuestiona el trabajo de los asesores financieros, éstos enarbolan los intentos fallidos de ganar al mercado sólo con las matemáticas. Uno de los más espectaculares lo protagonizó en los años 90 el fondo estadounidense LTCM (Long Term Capital Management), con el respaldo intelectual de algunos de los mejores economistas del momento, entre ellos dos candidatos al premio Nobel. Formularon un sistema algorítmico para especular con bonos que en los primeros años dio rentabilidades del 40%, pero el fondo cayó derribado en 1998 por un pánico asociado a la crisis financiera rusa y su impacto en el mercado secundario de deuda soberana.

Aquel fondo eliminaba los sesgos subjetivos humanos en la elección entre invertir o no. Igual que los mecanismos de automatización tienden a racionalizarlo todo y a aislar los instintos o aspectos psicológicos ( espíritus animales). Aquellos que, dejó escrito el influyente economista británico John Maynard Keynes, en realidad mueven las decisiones económicas más de lo que pueda hacerlo "un promedio ponderado de los beneficios cuantitativos multiplicados por las probabilidades cuantitativas". "Los mercados pueden mantener su irracionalidad más tiempo del que tú puedes mantener tu solvencia", aconsejó también Keynes, experimentado inversor. Como el dinero para el ser humano, las matemáticas pueden ser un buen siervo pero un mal amo en el mercado irracional.

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