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El secesionismo desbanca a Cataluña

La marcha de La Caixa y el Banco Sabadell deja sumida a la comunidad catalana, la mayor potencia económica española, en la irrelevancia financiera

Cataluña, que fue una de las regiones pioneras en el poderío bancario español a finales del siglo XIX y el primer tercio del XX, se vio sumida en una decadencia financiera y pérdida de relevancia de sus instituciones de crédito en el conjunto de España a partir de entonces, en un caso insólito de gran liderazgo económico y empresarial e insignificancia bancaria.

Esta asimetría, que se convirtió en un estigma -y en cierta manera en un trauma regional-, y que fue objeto durante decenios de múltiples análisis, debates e hipótesis en el mundo académico por economistas e historiadores, empezó a superarla Cataluña en los años 90 con la rauda proyección nacional que protagonizaron desde entonces La Caixa y el Banco Sabadell.

Ahora, un cuarto de siglo después -y a consecuencia del proceso secesionista catalán, y de la consiguiente inseguridad jurídica e indefinición del marco regulatorio, y de la posible inestabilidad social, económica y política de Cataluña-, ambos grupos han llevado sus sedes oficiales a otros territorios de España: CaixaBank se mudó a Alicante; su accionista de referencia, la Fundación Bancaria La Caixa, a Palma de Mallorca y Banco Sabadell, a Alicante.

Con ello, los dos grupos bancarios (tercero y quinto más relevantes de España) se garantizan su nacionalidad española y su permanencia en la UE y en la Unión Monetaria aun cuando se produzca la independencia de Cataluña. El movimiento de ambas organizaciones -que desencadenó una fuga en cascada de otras empresas y sociedades con tradición y raigambre catalanas- fue imperativo. Sabadell y CaixaBank precisaban situar sus sedes societarias en plazas no sometidas a incertidumbre y que les garanticen la cobertura del Fondo de Garantía de Depósitos español y el acceso al Banco Central Europeo y a sus líneas de liquidez como prestamista de última instancia, y les preserve del severo deterioro de la calificación crediticia que previsiblemente sufrirán Cataluña y sus agentes económicos en caso de ruptura con el resto de España.

Aunque la marcha del grupo La Caixa y Sabadell a otras regiones es por ahora sólo nominal (sus servicios centrales y sedes operativas reales seguirán en Barcelona, y también persistirán su arraigo e implicación en la economía y la sociedad catalanas), el éxodo de ambas instituciones financieras supone un impacto psicológico y simbólico para una comunidad autónoma en la que ambas entidades financieras han tenido una relevancia no sólo económica, sino también referencial, identitaria y reputacional.

La localización de las sedes oficiales y fiscales de ambos grupos en Baleares y Comunidad Valenciana entraña que Cataluña, la mayor potencia económica española (aporta el 19% del PIB nacional, el 18,4% de las empresas, el 26% de las exportaciones y el 25% del turismo extranjero que llega al país) ha pasado a contar con una única entidad crediticia con domicilio en la comunidad: la pequeña caja rural Caixa Guissona, una cooperativa de crédito con sólo cuatro oficinas.

Este desajuste supone que Cataluña queda de nuevo desbancada, con el regreso a la irrelevancia financiera que la caracterizó durante gran parte de su historia económica y empresarial contemporánea, en un caso singular de evolución capitalista. Fue lo que algunos autores, caso del historiador Carles Sudrià, definieron como el "desarrollo industrial y subdesarrollo bancario" de Cataluña.

1844-1898

Desde 1844 el poderío fabril y burgués catalán tuvo el respaldo de organizaciones bancarias descollantes, en particular del Banco de Barcelona, que, propiedad de la familia Girona y fundado mediante la transformación de una casa de banca preexistente, desplegó una pujanza inusitada. La dinastía se erigió en una referencia nacional, con su participación relevante en los bancos de Castilla, Hipotecario, Hispano-Colonial y otros, y en negocios como la industria siderúrgica vasca y asturiana.

Las grandes crisis económicas y financieras que sufrió Cataluña actuaron como un factor crucial en la futura insuficiencia de la iniciativa bancaria de la región. El crack bursátil y la crisis bancaria y ferroviaria de 1866 destruyó parte del relevante nuevo sistema bancario catalán y tuvo efectos trascendentales, a juicio de Jaime Vicens Vives, en la futura debilidad del sector financiero.

El pinchazo en 1879 de la burbuja especulativa y el gran auge de lo que se dio en llamar de forma muy gráfica "la fiebre de oro" fue otra sacudida violenta de los basamentos de la arquitectura financiera regional. Y la crisis española de 1898, con la pérdida de las últimas colonias, golpeó de forma muy acusada a Cataluña: afectó de forma directa a los suministros de la industria textil regional, instauró un sentimiento de decadencia nacional y perjudicó la demanda española de las producciones catalanas.

Todo ello perjudicó a la banca de la región, mientras que la repatriación de copiosos capitales de indianos de origen asturiano y vasco propició el nacimiento de algunas grandes instituciones de crédito madrileñas y el fortalecimiento de otras, lo que, sumado a otras iniciativas, supuso que el poder bancario español pasara a configurarse en torno a un triángulo formado por el gran esplendor bancario que había forjado el capitalismo vizcaíno desde el siglo XIX, el pujante ascenso del asturiano en el cambio de siglo y el novísimo sector madrileño.

1900-1936

La proyección estatal de la banca catalana sufrió una notable merma de notoriedad y trascendencia en este periodo, tanto por las vicisitudes económicas regionales (las grandes crisis del XIX impactaron más en Cataluña, como documentaron Roberto Álvarez Llano y José Miguel Andreu en su historia de la banca privada española) como por la desaparición de algunos prohombres de las finanzas: Manuel Girona Agrafel falleció en 1905 y su hermano Jaime en 1907, lo que contribuyó a debilitar el impulso de las instituciones de crédito que ambos habían promovido.

La I Guerra Mundial (1914-1918) fue un periodo de opulencia nacional, pero el fin de la conflagración disipó las condiciones extraordinarias para el enriquecimiento que había permitido la neutralidad española, y esto abocó a la gran crisis de los primeros años 20. Fue en este contexto en el que se produjo la estruendosa suspensión de pagos del Banco de Barcelona en 1920, que supuso una conmoción en la sociedad catalana.

La crisis de los primeros años 30, cuyo detonante fue la Gran Depresión de 1929, se llevó por delante, junto con otros factores -algunos de naturaleza política- a otra señera institución, el Banco de Cataluña, que había sido fundado en 1920 y que ocupó el espacio de relevancia y dinamismo que había dominado hasta entonces el Banco de Barcelona.

Al derrumbe del Banco de Cataluña en 1931 siguió, como un castillo de naipes, el de los bancos de Reus, Tortosa, Magi Valls, Préstamo y Descuento, Valores y Crédito, Español del Río de la Plata, Catalán Hipotecario, Olot, Granollers, Palafrugell y otros.

Estas dramáticas secuencias fueron causa de una enorme desconfianza del público catalán hacia los bancos privados. A este factor retardatorio del desarrollo de la gran banca con proyección sobre el conjunto de España se sumó la enorme competencia que entrañó la copiosa proliferación de cajas de ahorros en la comunidad y su gran penetración entre la clientela particular, las familias y las clases populares.

El modelo de desarrollo económico específico de Cataluña tampoco favoreció la robustez de la gran banca, más propia de regiones con una industria pesada e intensiva en capital. Con un tejido productivo muy focalizado en las pequeñas y medianas empresas y no en las grandes corporaciones, y en la industria de bienes de consumo y de equipo y no en los sectores básicos y de cabecera (una vez que perdió el protagonismo minero-siderúrgico en beneficio de País Vasco y Asturias, regiones mejor cualificadas para ello), Cataluña se apoyó de forma preeminente en la empresa familiar, con una marcada predisposición a la autofinanciación y sin las necesidades de acusados apalancamientos y acopio de capitales que exigió el desarrollo de los sectores líderes que vertebraron la industrialización vasca y asturiana.

1940-1988

Tras la Guerra Civil (1936-1939), la dictadura franquista decretó en 1940 la prohibición de nuevos establecimientos bancarios y restringió la apertura de nuevas oficinas. Fue lo que se denominó el statu quo bancario. Esta medida fue muy regresiva para el sector financiero catalán.

Cataluña llegó a la posguerra sin grandes instituciones financieras que trascendieran sus límites geográficos. Por el contrario, la gran banca española, protegida de la competencia exterior y de la interior (no se autorizaron nuevas entidades), se vio forzada a crecer absorbiendo a competidores regionales ante la imposibilidad de expansionar sus redes.

Entre 1940 y el fin del statu quo, en1962, España pasó de tener 250 bancos a contar con un total de 103. En ese periodo, veinte bancos catalanes fueron adquiridos por las grandes entidades de ámbito nacional, lo que contribuyó a debilitar el sector financiero catalán y a agrandar la brecha que le distanciaba en relevancia bancaria de otras regiones líderes.

Con la liberalización de 1962 se produjo el gran intento de resurgimiento de un proyecto bancario catalán y catalanista. Florenci Pujol, su hijo Jordi y Frances Cabana adquirieron en1959 la pequeña Banca Dorca, de Olot, que transformaron en Banca Catalana. Fue un proyecto financiero y también "patriótico". Se intentó con él "hacer país": dotar a Cataluña de resortes financieros, favorecer el fomento económico (a través de la filial Banco Industrial de Cataluña) y proyectar las finanzas catalanas a otros territorios, caso de Asturias, Comunidad Valenciana, Madrid, Aragón, Baleares y País Vasco.

Tras el fin del franquismo en 1975, el capital catalán perdió el control de otros bancos, entre ellos el Atlántico, de los Güell (y antes de los Nonell), que pasó a la órbita de Rumasa en 1976.

La gran crisis económica internacional del año 1973 irrumpió en España con tardanza y en el esbozo de su transición hacia la democracia.

El nuevo contexto de dificultad, la bisoñez de muchos de los bancos creados desde la liberalización de 1962 y la insuficiente profesionalidad y malas prácticas de muchos de sus promotores abocó a España a un pavoroso derrumbe bancario, con la desaparición entre 1977 y 1985 de 56 de los 100 bancos privados existentes. Varios bancos catalanes sucumbieron a la crisis, entre ellos Banca Catalana en 1982.

1989-2017

Desde 1977 las cajas de ahorros, confinadas a sus provincias de origen, fueron gradualmente desreguladas. Se les permitió desplegarse en el ámbito regional y en 1989 se les autorizó a tener cobertura nacional.

La debilidad del sector bancario de la comunidad había favorecido la fortaleza de algunas de las diversas cajas de ahorros catalanas. La Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Barcelona (La Caixa), fundada en 1844, era la más relevante.

Su despliegue por la comunidad había agotado su recorrido potencial y empezó a urgirle trascender al ámbito estatal. Emprendió su expansión por España con una filial financiera, Grup Caixa, en 1984, cinco años antes de que se le permitiera hacerlo como caja de ahorros.

Tras su fusión en 1990 con la Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros de Cataluña y Baleares, fundada en 1904, y la autorización legal para abrir oficinas fuera de Cataluña, la entidad resultante impulsó su vigoroso crecimiento por España. Se convirtió en la mayor caja de ahorros de Europa y en uno de los más importantes grupos financieros españoles.

El Banco Sabadell, una entidad nacida en 1881 para financiar a pequeños empresarios textiles, y que hasta 1954 sólo tuvo una oficina, había salido de Cataluña por vez primera en el año 1975, pero de forma muy testimonial.

En 1996 el Sabadell emprendió una meteórica expansión con sucesivas compras de bancos, que inició con la anexión de diez oficinas de Citibank, Banco Asturias, NatWest, Banco Herrero, Atlántico y Urquijo hasta encaramarse al sexto puesto del r anking bancario.

La gran crisis financiera internacional que tuvo lugar en el año 2008 acabó con todo el sector financiero catalán, salvo Sabadell, CaixaBank y la ínfima Caixa Guissona. Nueve cajas de ahorros catalanas fueron engullidas por otras entidades.

Pero CaixaBank y Sabadell acrecentaron su despliegue nacional durante la doble recesión. CaixaBank integró las cajas Girona, Navarra, Burgos, Canarias, Cajasol y Caja Guadalajara, Banco de Valencia y Barclays España. El Sabadell absorbió a Banco Guipuzcoano, Caixa Penedés, Banco Gallego, CAM y Lloyds Bank España.

Nunca los bancos de la comunidad de Cataluña habían llegado tan alto en el ranking financiero español y tampoco tan lejos.

Cuando parecía superada la crónica incapacidad de esta comunidad para generar instituciones poderosas y capaces de competir en el mercado financiero nacional -lo que llegó a interpretarse como un rasgo atávico y estructural-, los movimientos secesionistas han forzado a ambas organizaciones a trasvasar sus domicilios por cautela a otras regiones. Aunque ambos seguirán siendo bancos catalanes por identidad, arraigo y vocación, nominalmente han dejado de serlo.

Por vez primera en siglo y medio de historia bancaria, Cataluña se ha quedado oficialmente sin bancos.

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