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José Sánchez Rodríguez, fundador de JSP, llevó su imperio industrial desde el Archipiélago a Madrid

El empresario, aquejado de una enfermedad degenerativa, falleció anoche a los 84 años

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José Sánchez Rodríguez, un empresario bien relacionado La Provincia

El histórico industrial canario José Sánchez Rodríguez murió este jueves por la noche a los 84 años en el Hospital San Roque de la capital grancanaria. Propietario, y fundador junto a su padre y otros socios, de la empresa José Sánchez Peñate (JSP), hoy en concurso de acreedores, estaba aquejado de Parkinson y se mantuvo activo hasta hace tan solo unos meses.

Nacido el 22 de mayo de 1937 en Arucas, ciudad de donde era natural su madre, José Sánchez, don José, como era conocido entre el empresariado y la mayor parte de sus conocidos y amigos, fue el mayor de tres hermanos. Tras él llegaron el sacerdote Julio y el médico traumatólogo Francisco, este último ya fallecido. La familia pronto se desplazó al barrio de Arenales de Las Palmas de Gran Canaria, donde no tardaron en arraigar.

«Era un niño muy activo», recordó su hermano Julio. Y ese gusto por no estar nunca quieto le acompañó durante la práctica totalidad de su vida. «Siempre estaba trabajando, para él no había descanso», añadió el sacerdote. El propio don José repetía siempre que en el sueño se le iban «solo seis horas diarias» y se jactaba de tener la capacidad de dormir por breves espacios de tiempo, cualidad que consideraba heredada de su madre. Eso le permitía sumar tiempo de descanso entre reunión y reunión.

Su primer encuentro con los libros tuvo lugar en el colegio Corazón de María, el conocido como Claret, de la capital grancanaria. Tras completar el bachillerato, exploró la posibilidad de convertirse en perito industrial, pero un año le bastó para entender que su vida debía forjarse en la acción. Decidió entonces remangarse y arrimar el hombro en el negocio familiar que había iniciado su padre.

Cimentó la compañía con quesos de Holanda, carnes de Dinamarca y leche de Bélgica e Irlanda

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Fue en aquella primera mitad de los años 60 cuando se gestó JSP, una empresa dedicada a los productos lácteos que fue creciendo hasta convertirse en una de las principales industrias alimentarias del Archipiélago.

Seis hijos

En ese tiempo contrajo matrimonio con María Teresa Falcón, con la que tuvo cuatro hijos, dos mujeres y dos varones. Tras enviudar volvió a casarse en segundas nupcias con Isabel Medina –fallecida en 2015–, con la que amplió su descendencia en dos hijas más.

Fue cuando su padre alcanzó los 70 años el momento en que tomó las riendas del negocio. El perito mercantil Sánchez Peñate –fallecido en 1994– decidió dar un paso a un lado y dejó la presidencia en sus manos justo a punto de entrar en una década de los 80 que apuntaba con convertirse en la del giro histórico para todo el país. Don José no dudó en ampliar los negocios de manera paulatina y, en paralelo, la plantilla.

«Me gusta que la gente en el trabajo se quite la chaqueta y si tiene que ayudar a un trabajador en el almacén, que le ayude», relataba cuando se le preguntaba por el comportamiento que en su opinión debían tener los cuadros directivos. Del mismo modo, presumía de contar en cada planta de producción con un comedor abierto en el que compartían mesa todos los asalariados de la compañía, independientemente de lo alto que estuviera el escalón que ocuparan en el organigrama.

Por esos salones ha pasado gran parte de la clase política de las últimas décadas. En cada proceso electoral, José Sánchez pedía a su fiel secretaria Juani Henríquez que se pusiera en contacto con los gabinetes de campaña de los diferentes partidos con el fin de que los cabezas de lista acudieran a la empresa a explicar sus proyectos a los trabajadores. No había guirnaldas ni focos para recibir a ninguno de ellos. «En la austeridad está la continuidad y nuestra empresa no tiene lujos», señalaba un empresario que se movía «en coches de segunda mano».

«¿Cuál es mi secreto?, trabajo todos los días en todo momento», confesaba

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¿Y cuál es su secreto para mantenerse así?. A quien se interesaba por la lucidez y dinamismo que seguía atesorando aunque los años pasaran le contestaba siempre de igual manera: «Trabajo todos los días en todo momento». Porque entró en el negocio siendo aún joven e hijo del jefe, pero de poco le sirvió eso a la hora de repartir la faena.

Enseguida, cuando la dictadura franquista comenzó a intuir que el aperturismo reservaba mejores cosas para el país que el Santiago y cierra España, tuvo que hacerse cargo de la parte internacional del negocio. Además, ya en 1965 JSP abrió su primera sucursal en Tenerife y dejaba clara una vocación regional que ya nunca abandonó.

Don José dio forma y ensoleró una empresa netamente canaria, que echó raíces en la sociedad de las Islas y se ensoleró durante más de cinco décadas; este año soplaría 58 velas. Desde que aquel primer proyecto arrancó, siempre se condujo por el camino de la innovación en los procesos de fabricación con el objetivo de mantener los niveles de calidad.

Esa filosofía le permitió crecer y sumar hasta cinco fábricas, una planta envasadora, seis almacenes y una panadería. En el momento de presentar concurso voluntario de acreedores, en la primavera del pasado año, el grupo estaba integrado por cuatro empresas: tres dedicadas a la fabricación y distribución en el sector alimentario y una dedicada a la inversión y explotación turística.

Rodríguez se movía en coches de segunda mano y defendía la austeridad

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Además de al mercado nacional, los productos de JSP llegaron a países como Mauritania, donde Millac se convirtió en una de las primeras marcas de leche. Todo un logro si se acude al kilómetro cero, al germen primigenio de esa empresa internacional, a la Vega de San Mateo en que el padre del ayer fallecido se dedicaba a la representación de legumbres, vinos a granel, arroz y sardinas. Pero, al mismo tiempo, también comercializaba seguros y se especializó en negocios relacionados con el agua; «entendió que si contactaba con un cliente para venderle garbanzos, podía ofrecerle otros productos», relataba don José denotando la mentalidad puramente comercial que le dejó en herencia su progenitor.

Ya en esos primeros años, la empresa comenzó también a explorar sus posibilidades en el ámbito del import-export. Logró de esa manera comenzar a traer quesos de Holanda que de inmediato incorporó al porfolio que mostraba a la clientela. Derribado ese muro, a los Paises Bajos le siguieron Dinamarca –productor cárnicos–, Bélgica –leche en polvo– e Irlanda –café y leche condensada.

El negocio como ha sido conocido durante medio siglo nació propiamente en el año 1964 en Gran Canaria. Aquí comenzó a escribir su historia empresarial el ayer fallecido. Aquellas JSP inicial distribuía productos alimenticios y estudiaba con detenimiento las necesidades del mercado. La producción de leche fresca de las Islas solo cubría en aquellos años la quinta parte de la demanda, por lo que decidieron volcarse en ese sector e incluir también los derivados lácteos.

El 1965 abrió sucursal en Tenerife, un año después de fundar JSP, y en los 70 saltó a la Península

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Los primeros pasos los dieron vendiendo a granel en un pequeño almacén del barrio de Guanarteme de la capital grancanaria. Enseguida se les quedó pequeño y se trasladaron a Miller Bajo, donde instalaron su primera envasadora.

Solo un año después de iniciar su andadura, en 1965, JSP abrió su primera sucursal en Tenerife y poco a poco se extendió por el resto del Archipiélago. Ese mismo año, la compañía celebró otro hito que fue clave en su historia corporativa: empezó a comercializar la leche Millac en polvo.

Con solo diez años de existencia, inició su actividad comercial en la Península, centrada en el sector del vending. En 1982, la compañía inauguró un tostadero de café en Canarias dedicado al tueste, envasado y comercialización de este producto bajo la marca JSP. Al año siguiente, compró la Central Lechera de Tenerife: Celgán, gracias a la que amplió su línea de productos lácteos e incluyó yogures y postres.

El negocio siguió prosperando y en 1984 abrió, en Los Majuelos, una nave dedicada al tueste, envasado y comercialización de café. Además, inauguró en Güímar una planta industrial de productos lácteos, donde se fabrica la leche Millac líquida.

La compañía volvió a ampliar horizontes y dio comienzo su actividad en el sector industrial de la panadería. En 1997, creó Panificadora JSP, a través de MYL Alimentación, empresa que vendió en 2014. La proyección en este sector favoreció que el grupo extendiera esta actividad con dos fábricas de pan, bollería y pastelería congelada en ambas capitales canarias, en el año 2000.

En 2008, don José presidió la inauguración en Getafe (Madrid) de la mayor planta de pastelería industrial congelada de España. En dichas instalaciones llegaron a trabajar 150 empleados y se llegaron a fabricar cinco millones de tartas anuales, situándose entre las primeras del país.

Viudo dos veces, el empresario deja seis hijos, cuatro mujeres y dos varones

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En ese momento, estalló la crisis de las subprime que más tarde derivó, sucesivamente, en una financiera y otra de deuda soberana. A JSP le pilló el cambio de paradigma con el paso un tanto cambiado, excesivamente apalancada. Desde aquel momento ya todo fueron huidas hacia adelante en las que don José no dejó en ningún momento de autoconvencerse de que con trabajo todo volvería al cauce correcto.

Lo cierto es que el negocio no remontó. Sucesivas renegociaciones y reestructuraciones de deuda no sirvieron para contener un paulatino incremento del pasivo que llegó a situarse por encima de los 60 millones de euros y las entidades financieras dispuestas a poner freno al crédito.

Elección tras elección, los políticos iban al comedor común a explicar sus programas

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De ahí que en la primavera de 2021 se decidiera acudir al concurso voluntario de acreedores, lo que garantizaba a la familia Sánchez mantener las riendas en sus manos. Sin embargo, hasta la fecha ningún acercamiento de nuevos inversores ha terminado de cuajar. ¿Le habría gustado a don José haber dejado zanjado ese asunto? A decir verdad, él tenía claro que su responsabilidad expiraba al mismo tiempo que su vida: «Luego ya no será asunto mío».

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