Se respira malestar en Coalición Canaria en Tenerife y no sólo por la pérdida de 53.168 votos con respecto a las elecciones generales de 2008. Ana Oramas, diputada electa, no oculta a sus correligionarios su enfado con la organización y con el máximo líder nacionalista y presidente del Gobierno canario, Paulino Rivero. La cabeza de lista al Congreso se sintió sola durante toda la campaña. El apoyo por parte de sus compañeros con cargos públicos fue escaso y el de Rivero puntual cuando no desenfocado y extemporáneo. Según fuentes internas, Oramas ha dejado en evidencia los errores de estrategia en los que ha incurrido Rivero y que han podido contribuir al batacazo sufrido en las urnas.

En la nómina de los desaciertos: el enfrentamiento con los profesionales sanitarios del Servicio Canario de Salud que Rivero protagonizó en primera persona; la guerra abierta con el sector de la cultura por el recorte del 65 % aplicado a los presupuestos de la Comunidad Autónoma y que supone la congelación de varios programas públicos o la reflexión hecha en voz alta por el presidente sobre la necesidad de que las rentas más altas contribuyan, a través del copago, a la sostenibilidad de sistema sanitario.

Desencuentros

A cuatro días de la cita con las urnas Oramas se vio obligada a reprender públicamente a Paulino Rivero por introducir en el debate político un asunto que, según apuntó entonces, va en contra de la filosofía de Coalición Canaria.

Bien es cierto que las relaciones entre una y otro, señalan de puertas para adentro algunos dirigentes, no pasan de cordiales. A ello contribuye el carácter poco efusivo de ambos, pero también el poco equilibrio demostrado por Rivero cuando se han aireado en los medios de comunicación asuntos, ciertos o no, que afectan a sus vidas privadas. Si para ella no hubo ni una llamada de apoyo cuando su nombre ocupó primeras páginas con temas que poco tenían que ver con la política; para la defensa de él y de su familia se puso en marcha toda la maquinaria del Ejecutivo, apuntan las mismas fuentes.

Tampoco juega a favor de la relación entre ambos que en círculos políticos se señale a Oramas como la sucesora de Rivero al frente del Gobierno de Canarias.

No faltan voces en el partido que quiten hierro a los supuestos desencuentros y apunten que los llamados errores de estrategia no son más que la coincidencia de la agenda electoral con la publicación del proyecto de ley de los presupuestos y sus consecuencias en la opinión ciudadana. Apuntan que Rivero se ha limitado a desarrollar su labor, pero también admiten que la gestión de la crisis presupuestaria se podía haberse gestionado de otra manera menos dañina para el devenir de la campaña y sobre todo para los objetivos de CC de alcanzar al menos tres diputados para conformar grupo propio en la Cámara Baja.

Organización

El malestar de Ana Oramas alcanzaría también a la organización insular que, señalan fuentes que coinciden en esa apreciación, se ha mostrado debilitada desde las bases a la cúpula.

"Muchos se han escondido", en referencia a las agrupaciones locales. "Aunque comprendan la importancia de estar representados en el Congreso, Madrid les queda lejos", decía ayer uno de sus dirigentes como explicación a la sensación de soledad de la diputada electa.

Habría habido pues una desvinculación con el objetivo cuando no falta de tiempo y capacidad, como es el caso del presidente de CC en Tenerife, Javier González Ortiz. Este compagina sus deberes como máximo representante nacionalista de la isla con la Consejería de Economía y Hacienda, es mano derecha de Paulino Rivero y compartía con José Miguel Barragán la coordinación de la campaña electoral para el 20-N.

En este sentido, las voces críticas de CC apuntan como uno de los problemas el excesivo número de cargos que acumula. "Hay mucho gobierno y poco partido", señalan. Es decir, CC se habría concentrado en copar instituciones y habría olvidado la estructura.