Las segundas elecciones generales en seis meses parecen haber dejado la pelota en el tejado del PSOE. En efecto, los socialistas de Pedro Sánchez tendrán con toda probabilidad en sus manos la decisión de que, por fin, España tenga un Gobierno, aunque seguramente será por razones diferentes a las que muchos electores, sobre todo de izquierda, esperaban.

El primer rasgo que hay que destacar de los comicios es el mantenimiento de la participación, aunque el adelanto de las seis de la tarde parecía indicar todo lo contrario. A esa hora, la afluencia a las urnas había decrecido siete puntos sobre la registrada el 20-D: 51,22%, frente al 58,22% de hace medio año. Eso hizo pensar que, aún teniendo en cuenta que el número de electores que votó por correo creció en medio millón, más de 1,5 millones de personas habían decidido quedarse en sus casas, una parte para manifestar su descontento con la repetición de la cita electoral; otro, por descontento con los movimientos integradores en el seno de la izquierda.

Vayamos con los ganadores. El PP rentabiliza la actitud de Rajoy durante el interregno, así como el miedo a los experimentos en mitad de una crisis agravada por el terremoto del "Brexit". Hasta el punto de que no sólo no cede un milímetro sino que se eleva más de diez escaños respecto a los 123 de diciembre. El único problema que se le plantea a un Rajoy al que las bases se le han mostrado fieles es que Ciudadanos no da muestras de haber funcionado bien. De confirmarse que ha perdido en torno a diez de sus 40 escaños, que tal vez hayan vuelto en buena parte al PP del que seguramente salieron en diciembre, el bloque de derechas, que en la pasada legislatura sumaba 163 diputados se quedaría en niveles muy similares, tal vez algo más elevados.

El otro ganador de la noche es el socialista Pedro Sánchez. Todo indica que no sólo no hay "sorpasso" sino que este adelantamiento se ha quedado bastante en lontananza, con un PSOE que apunta a repetir los resultados del 20-D. Sus electores no sólo no le han pasado factura por intentar la coalición de Gobierno con Ciudadanos sino que no se han sentido tentados por los cantos de sirena de abstencionistas e izquierdistas.

La cruz de la moneda izquierdista es el experimento Podemos-IU. Si como parece, la suma de la coalición Unidos Podemos y las confluencias se mueve en torno a los 70 escaños o un poco más, la coalición no ha logrado atraer al millón de votantes que en diciembre se congregaron alrededor de IU y le dieron 2 escaños que sumados a los 69 del bloque morado hacían entonces 71. En diciembre la suma de los votos de este conglomerado de fuerzas era de un 24,36%. Seis meses después, la coalición llega a duras penas al 22%. Está claro que una parte del electorado podemista, aquel que se declara de origen centrista, no se ha sumado a Unidos Podemos, de igual modo que una fracción de los votantes de IU no se ha sentido cómoda votando -por ejemplo, en el caso de Asturias- a candidatos de Podemos.

Así las cosas, el bloque de izquierdas, que tras el 20-D valía 161 escaños, sigue rondando esa insuficiente cifra. Qué duda cabe de que, si se confirma lo anterior, Sánchez y el PSOE se habrán visto liberados de sumirse en la dura batalla de aferrarse al referéndum catalán para negarse a formar un Gobierno de frente amplio de izquierdas con Podemos, IU y las confluencias. De lo que nadie parece librarles, sin embargo, es de tener que decidir, por activa o por pasiva, si permiten un nuevo Gobierno del PP, con o sin Mariano Rajoy. La pelota, pues, está en el tejado del PSOE.