El sabor de la Malvasía canaria, aquella uva blanca que inspiró varios textos de Shakespeare a finales del siglo XVI, emana de las entrañas de la cuenca de Las Tirajanas. Las cumbres del macizo de Amurga, como si de una herencia divida se tratase, permiten el cultivo de esta cepa autóctona y el placer en boca que producen sus caldos. Los propietarios de la finca Los Geranios, en Casas Blancas, han encontrado después de 16 años de empeño la fórmula del Oro Blanco que reclaman los amantes del enoturismo. A partir de diciembre ofrecerán paseos por sus parras con el fin de mostrar a los visitantes su vendimia nocturna, que este año alcanzó los 17.000 kilos.

En pleno valle de Tirajana, a 900 metros sobre el nivel del mar, se han alineado los astros para que del suelo apiconado de la finca Los Geranios florezca la cepa por antonomasia de Canarias en todo su esplendor. Sin embargo, los viñedos de Malvasía que aquí nacen desprenden un carácter peculiar latente en el cuerpo de sus caldos cuando se retienen en boca.

"Sabores cítricos", desvela la gerente de la bodega familiar, Diana Bordón, mientras relata como las reminiscencia de los naranjos, que cubrían los 35.000 metros cuadrados de la finca antes de convertirla en campiña de viñedos, aún pervive en los nutrientes del suelo.

Desde 1998 los terrenos, que conforman la despensa ecológica de frutas y hortalizas del hotel Viverde Las Tirajanas de Tunte, se riegan con esmero para ofrecer un vino blanco singular cuando menos no solo por su sabor semi seco sino por el diseño de su botella.

Al principio, el enólogo alemán Uwe Heupel comenzó a labrar en espaldera cepas de Tintillo, Castellano y Listán negro. Luego se dio cuenta que "por las condiciones climáticas de la zona" y "la reducida oferta de vino blanco en Canarias" la Malvasía sería la clave. Algunos bromeaban y le decían que si había sido capaz de hacer vino con la variedad de uva Riesling, originaria de la zona de Alemania en la que nació, podría hacer "maravillas" con la Malvasía canaria.

Al ingrediente principal le faltaba el aderezo idóneo. Uwe probó la combinación de varias uvas hasta que un día ideó la fórmula del vino, que se comercializa desde hace cuatro meses bajo el nombre de Oro Blanco. Parras de Verdello y Albillo, una pizca de sol tirajanero, un toque de paciencia y mucho trabajo. Estas son las piezas que encajaron en su puzzle vinícola y, por lo que cuenta, también en el mercado canario.

La ausencia de calima y de olas de calor junto con los minerales que atesora el suelo de Tirajana han permitido este año una cosecha de 17.000 kilos de vid "sana de y muy buena calidad", apunta el experto entre barriles de acero inoxidable repletos de litros de vino.

El relato de la parte exótica de la recogida de la uva, Uwe la deja para el final, como si fuera un postre. "Lo que más le llama la atención a los visitantes es que hagamos la vendimia de noche, desde las 2.00 horas hasta las 08.00 horas, en algunas ocasiones", confiesa Uwe, quien durante los meses de agosto y septiembre se armó " a la fresca" de linterna y tijeras para conseguir el sabor ahora embotellado de la temporada. El cielo estrellado y la luz de la luna, tan nítidos en Tunte por la ausencia de contaminación en el ambiente, añaden el resto del espectáculo de la vendimia.

Por las manos de este agricultor alemán, quien desempeña la tradición de sus antepasados en Gran Canaria desde hace más de una década, además pasan lechugas, aceitunas, fresas y un sinfín de hierbas aromáticas que se sirven directamente en el restaurante del Hotel Las Tirajanas de Tunte sin sufrir ningún tratamiento químico ni trayectos por intermediarios.

La filosofía de Kilómetro Cero, de la huerta a la mesa, se respira en cada rincón de la finca. "La idea es desarrollar un cultivo ecológico, sostenible con el medio ambiente, que permita ofrecer a los consumidores productos frescos de primera calidad. Si encima los comensales pueden visitar la bodega y el huerto, la experiencia gastronómica se vuelve mucho más atractiva", resalta la joven Bordón.

Para que Oro Blanco fuera "diferente" en todos los sentidos, Bordón diseño hace unos meses una botella que dejara adivinar su contenido con un simple pestañeo. Por regla general, las botellas de vino en Canarias responden a un modelo denominado Borgoña, ligero de peso y alargado en forma. Sin embargo, Bordón decidió romper con los cánones tradicionales y embotellar el caldo blanco en una botella de refinado diseño francés que se comercializa bajo el nombre de Nairobi. Si a este estilizado envase se le impregna de motivos y colores autóctonos, la presentación del vino deslumbra "en originalidad". "La figura del Berode, planta endémica de Canarias, entrelazada con la hoja de parra en tono rojo y el pájaro canario en amarillo que sobrevuela las montañas de Tunte representan la esencia del vino casi sin descorcharlo", explica la creadora de este innovador diseño de la viticultura canaria.

Como primer intento de promoción fuera de la Isla, Bordón presentará en la feria de Turismo de Londres en noviembre la botella de Oro Blanco en sociedad. Aunque por ahora la idea de la exportación no le quita el sueño a sus propietarios, Bodegas Tirajana ha decido comenzar una tímida andadura en el exterior entre los amantes del enoturismo y el mundo rural.

A partir del próximo mes de diciembre, la finca ofrecerá excursiones a los visitantes que deseen conocer no solo la idiosincracia del pueblo tirajanero, sino también su fauna. Un paseo por los viñedos de Tirajana, con sus colores verdes y amarillos, bajo el acecho del macizo de Amurga, se presenta como gran reclamo turístico para esta bodega familiar. Si la visita se adereza, además, con una cata que desprende aromas amielados y cítricos, el día termina redondo, como el propio sabor en boca.