No es difícil ponerse en la situación de Álex David, el protagonista de esta película de Adrian Sitaru, encarnado por Bogdan Dumitrache. Cualquiera que haya tenido a un ser querido hospitalizado de gravedad sabe las terribles dudas que asaltan en estos casos. Eso, retratado sin algodones, es este filme. Un hijo que recibe la noticia de que su madre ha sido ingresada por un ictus cerebral y se adentra en un laberinto de tomas de decisiones y desconfianzas que lo acaban bloqueando y emparanoiando.

No es, por eso, una película precisamente fácil, que pone el énfasis en el retrato del personaje central pero no descuida al resto. En esa descripción del ecosistema que rodea al enfermo -personal sanitario, otros enfermos, amigos, familiares...- reside uno de los atractivos de esta cinta, que se puede ver también como un desengañado fresco de la vida hospitalaria, más cierto que cualquier serie de médicos de esas que pueblan nuestras televisiones. La trama avanza por días, días que son esencialmente el mismo, suspendidos en esa extraña bruma que se apodera de la vida del enfermo y sus allegados.