Dado que a los cinéfilos nos encanta hacer listas, a cual más extravagante, propongo al Robert Mitchum de Adiós, muñeca como uno de los cinco mejores detectives del cine, al lado de Humphrey Bogart (El halcón maltés), Jack Nicholson (Chinatown), Clint Eastwood (Harry el sucio) y Russell Crowe (L.A. Confidencial).

Puede que haya algún espectador que se incline por el personaje de Paul Newman en Harper, investigador privado o el de Frank Sinatra en El detective, pero yo no tengo dudas a la hora de decantarme por el Philip Marlowe que interpreta Mitchum en Adiós, muñeca, película de Dick Richards basada en la novela homónima de Raymond Chandler que se proyecta en la sección Carta blanca a Film Comment. Mitchum, después de rodar la adaptación de la novela negra Los amigos de Eddie Coyle, se propuso acabar su carrera criminal interpretando al cínico, cansado y taciturno detective Marlowe, para quien la búsqueda de personas desaparecidas es una tarea fácil hasta que la investigación del paradero de Velma, la ex novia de un criminal de poca monta, se complica inexplicablemente. Como tiene que ser.

Las buenas películas policíacas son aquellas en que una historia simple se complica hasta lo indecible. Y así ocurre en Adiós, muñeca, donde se entrecruza, en un habilísimo entramado de bajos fondos y personajes sombríos, el itinerario de dos personajes arquetípicos, el detective y la femme fatale, encarnada por Charlotte Rampling. Al igual que en la novela de Chandler, casi cada escena contiene un juego de palabras brillante, una observación mordaz: "¿Yo anticuado? Sólo de cintura para arriba". Adiós, muñeca es una película que no se halla empero exenta de imperfecciones, pero son máculas mínimas en comparación con su riqueza. Empezando por la presencia de unos actores entregados a sus personajes (aparece un jovencísimo Silvester Stallone en un pequeño papel), continuando por los maravillosos escenarios donde se desarrolla la acción, obra de Dean Tavoularis, un habitual de Francis Ford Coppola (El padrino, La conversación, La ley de la calle), sin olvidar la fotografía mortecina de John A. Alonzo (Chinatown), que ofrece un retrato oscuro y nostálgico del hampa. Una obra de culto, merece su reputación sin reservas.