Gustavo Socorro, joven escritor y realizador cinematográfico, presentó Arte en el exilio en el Foro Canario del 13º Festival de Cine de Las Palmas. Dejando a un lado mi prescindible colaboración, se trata de una extraordinaria biografía fílmica de Gelu Barbu, que el próximo mes cumplirá 80 años y 45 de residencia grancanaria, tiempo pasado desde que conocí al gran bailarín y coreógrafo rumano. Celebrábamos con otro rumano, el violonchelista Radu Aldulescu, su gran recital de aquella misma noche para la Sociedad Filarmónica. Recién llegado a la Isla por recomendación médica (había sufrido una lesión vertebral) se acercó Barbu al viejo Cuasquías de la calle Venegas, donde estábamos, y fue impactante recibir allí a uno de los mejores intérpretes "heroicos" de la danza europea del momento, formado con Pushkin en la escuela Baganova de Leningrado, donde compartió clases con Nureyev y Barishnikov. Arbitrariamente arrojado por la dictadura comunista de su país natal al infierno de la "lista negra", el joven exiliado, apenas conocedor de dos palabras de castellano, asimilaba al aura de su fama artística una imagen de cierto desamparo.

El acierto de Socorro descansa en el respeto, la admiración y el afecto de su historia, narrada con equilibrio y agilidad en una estética de nocturno que poetiza en el montaje de secuencias y fotogramas la rigurosa selección documental y el primado de la palabra descriptiva. Controlando la emotividad, ha sabido convertir en excelente lenguaje fílmico lo que en gran medida sentimos los adeptos de Gelu Barbu, cuyos últimos 45 años de vida ilustran una ofrenda colosal a su patria adoptiva. Como intérprete y/o autor de más de un centenar de memorables coreografías, generoso didacta de jóvenes bailarines y profesores, incitador de escritores, compositores y pintores, y animador infatigable de la vida cultural canaria, con trabajos importantes en la Península, cursos anuales en Lisboa y un retorno triunfal a Rumanía a instancias del presidente democrático, Ion Illiescu, este "maestro de maestros" es no solo un nombre inseparable, sino uno de los pilares constituyentes del arte canario de la segunda mitad del siglo pasado.

En vísperas de los ochenta años, polariza el interés de generaciones más jóvenes, como el escritor Antonio Pita con su exhaustiva biografía Gelu Barbu, el ritmo de los sentimientos y, ahora, la sensibilidad cinematográfica de Arte en el exilio del aún más joven Gustavo Socorro, por no hablar de la lealtad casi filial de sus primeros bailarines y herederos espirituales, Wendy Artiles y Miguel Montañez. Felicidades al gran artista y amigo. El grano de su talento sigue fecundado la buena tierra que eligió.