Usain Bolt se golpea dos veces el pecho en señal de victoria antes de traspasar la línea de meta de la final olímpica de cien metros, que hasta seis participantes han recorrido en menos de diez segundos. Quién dijo que los atletas de élite no podían hacer dos cosas la vez, festejar el triunfo mientras lo están logrando.

Las competiciones olímpicas pueden disfrutarse en diferido o a través de las redes, incluido Michael Phelps. Sin embargo, los cien metros de Bolt exigen aguantar hasta las tres y media de la madrugada, para admirarlos en directo. Es el tributo olímpico, la espera vino aliviada por el concurso erótico de triple salto, femenino en este caso.

Bolt es el rey del suspense, amontona en diez segundos más emociones que una película de Hitchcock en dos horas. La fascinación de la prueba estelar de Río´16 en todas las disciplinas residió en una falsa incertidumbre, al igual que sucede en las películas del mago inglés. A mitad del recorrido, el espectador de madrugada concluye que el jamaicano no logrará esta vez la victoria protocolaria. Y se equivoca, casi sin transición para asimilar la decepción de los sentidos. Bolt controla absolutamente sus carreras. Es el guionista de su destino, por lo que dispone de todos los recursos para anular a sus competidores.

Bolt tiene tiempo incluso de posar para la cámara. FOTO: Reuters

La única objeción a su victoria es que incurre en el trámite, pero no impide enseñanzas colaterales. La primera compete a la celebración ulterior. La pasión caribeña es espontánea y auténtica, a diferencia del simulacro de los occidentales que se pintarrajean una bandera en los mofletes y ni así logran incorporar una semblanza de alegría.

En la misma velada, la colombiana Ibargüen ofreció un ejemplo de la apoteosis en cuerpo y alma. La velocidad es para jóvenes, decían. Otro tópico arruinado en Río´16. La victoria de Bolt se produce a los 29, pero la medalla de plata de Justin Gatlin tiene 34 años. En natación, y omitiendo al inevitable Phelps, la victoria en el esprint de los 50 metros libres se fue para Anthony Ervin a los 34. La rapidez es un país para viejos, dentro y fuera de los estadios.

Hitchcock, como predecesor de Bolt, introducía en sus películas de relojería el McGuffin, un elemento que distrae al espectador de la trampa en que va a verse burlado. En el jamaicano, el señuelo es la derrota inverosímil. Bolt necesita este truco para transmitir la idea de que gana, cuando lo cierto es que no puede perder.