Hoy puede considerarse que responder a la pregunta de ¿dónde invierto mis ahorros? Es algo casi de adivinador de la fortuna.Miramos a la vez el resumen de las cifras destinadas a fondos de inversiones a lo largo del 2011: 9.000 millones de euros menos de patrimonio gestionado. Es decir, se han producido reembolsos netos por más de 9.000 millones de euros.

Además a esto se le une la ‘barra libre’ de liquidez que ha dado a 3 años el Banco Central Europeo a la banca internacional, lo cual ha motivado una reducción en los tipos de interés de los depósitos.

Añadiendo los problemas que se han generado con ‘productos financieros de destrucción masiva’ como fueron las participaciones preferentes, las obligaciones convertibles, o como serán a no mucho tardar las cédulas hipotecarias.

Unido todo lo anterior al hecho de que los pagarés emitidos por las entidades financieras no inspiran demasiada confianza, además de no estar garantizados por el Fondo de Garantía de Depósitos, ya que muchas entidades están confirmando pérdidas.Y sumando como último componente de riesgo que la bolsa es una ‘montaña usa’.

¿Alguien se atreve a decir o asesorar al pequeño ahorrador dónde debe depositar sus ahorros? No parece que haya alternativas seguras y que ofrezcan rentabilidad al mismo tiempo con lo cal al pequeño ahorrador solo le quedan dos opciones a tenor de cómo se está comportando la banca: o bien reducir riesgo lo que conlleva renunciar a altas rentabilidades o bien apostar por la asunción de algún riesgo en aras a conseguir cierta rentabilidad interesante.

Ahora bien, el pequeño ahorrador debe de incluir un componente más que es el de la liquidez. Las entidades financieras cambian las grandes rentabilidades (salvo excepciones) que estaban dando en el corto plazo (1 año) para pasar a emitir depósitos sin riesgo a plazos más largos, 18-24 meses, con fuertes penalizaciones por cancelaciones anticipadas para intentar ‘amarrar’ más los ahorros y conservar así cifras de liquidez. Pero esto se consigue a cambio de reducir la liquidez en los ahorros de los clientes.

Por lo que parece, estamos abocados a renunciar a la liquidez (sin penalización) si queremos obtener una rentabilidad interesante, o bien debemos de renunciar a esta última a cambio de poder seguir conservando una mayor liquidez.

Realmente se presentan tiempos complicados para los pequeños ahorradores, porque la banca está por ganar más, pasando para ello a cobra más por comisiones (cada vez es más complicado encontrar cuentas libres de comisiones, por ejemplo), por incrementar los diferenciales en operaciones de préstamo de cualquier tipo, así como por pagar menos por los ahorros de los clientes. Y de todo sí que no se puede tener: rentabilidad, liquidez y sin riesgo, son tres términos que son imposibles de conjugar en un mismo producto.

El pequeño ahorrador deberá de fijar de antemano sus preferencias entre estos tres factores y decantarse por cualquier producto pero que se adecue a sus necesidades y disponibilidades.