Me acuerdo de ver el rastro que dejaban las tortugas por la noche, justo por ahí". Corrían los años cuarenta y Bernardo Francés, vecino de Cofete -el gigante de piedra al sur de Fuerteventura, era un chiquillo. "Salían por allí, un poquito más atrás de donde está el helicóptero..." Este hombre de piel de jable y salitre señala el aparato que ha traído hasta el lugar a la reina Sofía, que justo en esos momentos tiene entre sus manos un ejemplar de tortuga boba (Caretta caretta), cuya zona de reproducción visitó ayer tras su paso por la isla de Lobos.

Mide apenas quince centímetros, pesa 246 gramos, nació el año pasado, de ahora en adelante se alimentará básicamente de medusas y también se llama Sofía. Es el nombre que la Reina eligió para bautizar a una de las 22 tortugas que ayer se soltaron en la playa de Cofete dentro del programa para la reintroducción de esta especie. "Por mí y por mi nieta", aclaró la Reina, en el día de Santa Sofía. Luis Felipe López, director del proyecto científico, precisó que el animal lleva instalado un chip para su seguimiento y que vagará durante más de una década por el Atlántico Norte hasta la madurez. Si todo sale como se espera, regresará a este mismo sitio, tan escondido como bello.

Los huevos que se utilizan para el programa, que cumple su cuarto año, proceden de la isla de Boavista, en Cabo Verde. Tras nacer, se les cuida durante un periodo mínimo de doce meses en el campamento de Cofete y en la guardería de tortugas de Morro Jable. En estos momentos, bajo las arenas de la playa se ocultan 800 huevos que eclosionarán a finales de mes o a principios de octubre. "Me gustaría estar cuando salgan", exclamó Doña Sofía buscando con la mirada a uno de los miembros de su equipo de protocolo, que puso de manifiesto que la agenda está "apretada".

Sofía, la tortuga, cumple ahora su segundo día en mar abierto, esquivando depredadores y atenta a las medusas.