La música como estimulación para conseguir resultados terapéuticos. Éste es el objetivo de la Asociación de Discapacitados y Familiares Majoreros (Adisfama) y la orquesta Acorde, que ayer estrenaron en Puerto del Rosario la primera experiencia del proyecto de musicoterapia.

Keila Ortega tiene nueve años y padece el síndrome de Down. Iria Saavedra, de seis años, ha sufrido una traqueotomía. Jorge González, de 14 años, padece problemas psíquicos y motóricos. Ellos son algunos de los pequeños que se encuentran bajo el paraguas de la Asociación.

de Discapacitados y Familiares Majoreros (Adisfama), que ayer puso en marcha un proyecto de musicoterapia para acercar los sonidos y estructuras rítmicas a estos niños.

El local de la Asociación de Vecinos de Buenavista, en la capital, se convirtió en un improvisado salón de bailes. A los sonidos de la orquesta Acorde, los pequeños con deficiencias psíquicas y físicas de Adisfama, a los que se unieron los miembros del Centro Ocupacional de Discapacitados Psíquicos de Fuerteventura, se convirtieron en los auténticos protagonistas de la velada, cuyo objetivo no era otro que tratar de conseguir a través de la música diferentes resultados terapéuticos directos e indirectos a nivel psicológico, psicomotriz, orgánico y energético.

Y vaya si lo consiguieron porque los pequeños no dudaron ni un solo instante en romper los hilos de la timidez y acercarse a los músicos y sus instrumentos. Todo ello con la enorme complicidad de los componentes de la orquesta Acorde y de su vocalista, Delia García, que no tuvo reparos en compartir micrófono con Pedro Alonso, otro joven del Centro Ocupacional, y cantar una isa canaria y una ranchera.

La presidenta de Adisfama, Martina Ramírez, valoró de forma positiva esta iniciativa: "El objetivo es acercar a los niños a la música, que se acerquen emocionalmente a los sonidos y tratar de obtener resultados terapéuticos y mejorar sus plurideficiencias bien sean auditivas, psíquicas o motrices".

Durante la actuación musical no hubo tiempo para el aburrimiento. A pesar del lógico retraimiento inicial, los pequeños se familiarizaron rápidamente con los músicos y sus sonidos. Y si no que le pregunten a Marco Antonio, de 10 años, con una incapacidad física y motriz, que no paró de sonreír.