Sadik Abubakari era incapaz de imaginar cuando se levantaba a la salida del sol para cultivar cacao con su padre y sus hermanos -su madre los abandonó cuando él tenía cinco años- en Kumasi (Ghana) que se convertiría en actor del último anuncio de Carolina Herrera y que le atosigarían con las entrevistas. Lo que sí sabe es que por aparecer en el spot le han pagado 600 euros y que todavía se encuentra en paro.

En el mundo, la imagen de Sadik es la de un boxeador que se adentra en una discoteca acompañado por dos deslumbrantes vedettes. En la vida real, sin embargo, se busca las castañas con la ayuda de Mensajeros de la Paz y trata de encontrar trabajo. Pero para llegar a esta situación ha vivido su propia odisea y, al igual que Ulises, el mar también estuvo a punto de acabar con él.

"De haber sabido cómo era el viaje no lo hubiese hecho", relata. ¿Ni siquiera después de ver lo que ha conseguido? "No", contesta tajante. Su pasaje a Canarias le costó 3.000 euros y el viaje no fue fácil. La sonrisa en su rostro delata las penurias vividas y recordadas con incredulidad. "Cuando piensas en emigrar a España te imaginas un viaje tranquilo de unos diez días", dice con amargura. A él le llevó casi un año, y buena parte de él estuvo mendigando comida por el Sahara. "Ni siquiera te imaginas que el cayuco es como es, porque nosotros lo llamamos boat" -barco en inglés-, explica. "Tienes que verlo para creerlo, porque piensas que es seguro y que tiene asientos. Cuando te encuentras eso..."

No termina la frase. Con una nueva sonrisa despeja los recuerdos de la travesía marítima: "El motor se paró cuando era de día y no sabíamos encenderlo. Estaba muerto de miedo porque había gente que no conocíamos, que no dejaba de moverse y no se daban cuenta de que podíamos volcar".

Tras un día y medio perdidos en el Atlántico, una patrullera los encontró. "Al acercarse nos embistió y casi nos tira al agua, pero entre todos conseguimos mantener el equilibrio", recuerda. Tras rescatarlos los dejó en Fuerteventura.

Antes de llegar al desierto del Sahara, lugar desde el que se embarcó, recorrió casi 5.000 kilómetros: de Ghana saltó a la capital de Burkina Faso (Uagadugú) y de ahí a la de Mali (Bamako). A partir de este punto sólo se acuerda de los países que atravesó. Sabe que desde Senegal, a donde llegó desde Mali, pasó a Mauritania y de ahí al Sahara. "Cuando veo en un mapa todo lo que recorrimos no me lo puedo creer", asegura.

Lo increíble no es que llegase, sino que lo hiciese vivo. Sufrió las persecuciones policiales marroquíes por el desierto durante cuatro meses tras la quema de la primera patera que habían construido; un robo por las carreteras de Mali o escondido hecho un ovillo en la parte inferior del asiento de un mercedes antiguo en el paso de Mauritania al desierto del Sahara.

Durante meses se alimentó de unas bayas que crecen en plantas y de los panes resecos que los ganaderos tiran al suelo para alimentar a sus animales. "No tenía dinero porque tenía que pagar los sobornos en las fronteras", rememora.

Su odisea, o al menos eso pensó él, concluyó cuando un miembro de la Cruz Roja le dio comida y una manta en un puerto de Fuerteventura.

La siguiente etapa de su viaje comenzó allí, la búsqueda de los papeles, los engaños para escapar de los centros de inmigrantes y la buena conducta fueron esenciales para que Sadik quedase libre y comenzase una nueva vida; una que le ha deparado la oportunidad de trabajar en un anuncio y que espera le "abra nuevas puertas" en el mundo de la televisión.