Las cabras de Pedrín Hernández, ganadero de Betancuria, se mostraban nerviosas e inquietas en la noche del martes. Los perros aullaban de forma desesperada. El ganadero, alertado, se asomó a sus corrales para averiguar qué pasaba y se encontró con el suelo temblando a sus pies.

Fuerteventura registró a las 21.00 horas del pasado martes un seísmo que se produjo en la costa noroeste, cuyo epicentro se localizó en el fondo del mar a unos 15 kilómetros del pueblo de El Cotillo. Según los datos del Instituto Geográfico Nacional, la magnitud del terremoto fue de 2,8 grados en la escala de Richter y fue percibido por los vecinos de varias localidades majoreras, especialmente en El Cotillo, Betancuria, Pájara e incluso Tuineje y Antigua.

Muchos de los vecinos que sintieron los efectos provocados por el seísmo comentaban ayer la situación que padecieron esa noche. Unos aseguran que todavía no han superado el susto, sobre todo los residentes de El Cotillo, Betancuria y Ajuy, mientras que otros apenas le dieron importancia al temblor de tierra e incluso otros ni se enteraron.

Pedrín Hernández asegura que no es la primera vez que vive un movimiento sísmico en la zona de La Cuna, lugar donde se encuentran los corrales de sus cabras y ovejas, " hace años también vino uno más fuerte, pero cuanto te coge de sorpresa te impresiona, luego reaccionas y la vida sigue". Además, añade, que "es curioso cómo las cabras y los perros intuían que algo iba a pasar porque estaban inquietos correteando dentro de los corrales, belando de forma insistente, mientras que los perros no paraban de aullar".

Después de registrarse el seísmo muchos vecinos llamaron al 112 para poner en su conocimiento los hechos e incluso agentes de la Policía Local de Betancuria recibieron llamadas de los residentes informando de lo sucedido y pidiendo información al respecto.

Paqui Benítez es una vecina de El Cotillo. A la hora en que se registró el temblor se encontraba trabajando en un comercio. "Tembló todo, desde la mercancía que estaba en las estanterías hasta el pavimento. Era increíble, pues había un señor sentado y se quedó blanco como la leche de la fuerza del temblor".

El matrimonio formado por Juan Brito y María Peña Robayna se encontraba ayer cogiendo papas en su finca de El Manso, al tiempo que regaban sus lechugas. " Oímos el temblor por dos veces", dicen al recordar el momento, "y lo primero que pensamos fue que era un camión descargando un viaje de piedras por el estruendo que hizo, pero cuando observamos que el postigo y la puerta se movían con fuerza nos dimos cuenta que podía ser un terremoto. Duró varios segundos".