Fuerteventura amanece cubierta de calima y un viento cada vez más fuerte se adueña de Morro Jable. Un viento de sur que parece barruntar la triste noticia. El médico, el amigo, el intelectual, el hombre comprometido con la causa de la democracia y mentor de las asambleas populares de la isla majorera Carlos González Cuevas se ha ido. Su corazón se ha parado un instante y no ha vuelto a latir mas. Su sonrisa socarrona se ha congelado para siempre y su mirar vivo y penetrante ha quedado cubierto bajo el telón de los párpados inertes. En nuestra memoria sin embargo, continúan vivamente las imágenes de su corpulenta humanidad, de su apasionada defensa de las ideas y su exquisito ademán en la contienda intelectual . Carlos González es uno de esos casos extraordinarios de vocación de servicio, algo que hoy no se encuentra muy de moda. Su historia, casi épica, es la de tantos médicos que desarrollaron su vocación más allá de la comodidad de las consultas capitalinas. Su vocación hipocrática de curar sin hacer daño comprendiendo a sus pacientes le llevó en los setenta a aguantar las estrecheces y penalidades de un pueblo, el del sur de Fuerteventura, que sufría el más profundo abandono y aislamiento.

Aquel remoto y desolado enclave de la geografía de Canarias donde para llegar había que atravesar la carretera de arena a empujones o literalmente a lomos de burro carecía de las más mínimas condiciones sanitarias. Así que la presencia del joven licenciado formado en la universidad de la capital del Estado y fogueado en las luchas universitarias cayó como anillo al dedo. Él mismo quedó impactado por estas condiciones de vida y decidió quedarse con su mujer, Isabel, hoy podemos decir que para siempre, en esta tierra.

Carlos González fue su médico pero también con el transcurso del tiempo su guía intelectual, algo que agradecieron sus vecinos a la llegada del despertar económico y social y la democracia y que sirvió de mucho en aquel boom turístico de los 70 que revolucionó las vidas de los habitantes de la península de Jandía poniéndolas del revés.

Le conocimos en los 90, Carlos Cuevas era para nosotros, jóvenes médicos venidos de diferentes partes del Estado, casi un sabio, su conocimiento de los pacientes era exhaustivo y su formación a pesar de la distancia de las universidades y centros sanitarios era profunda. Nosotros tratábamos de emular su trayectoria sin su acogedora sombra. Pero la verdad es que a su alrededor se desarrollaría una generación de médicos majoreros inspirados en su magisterio. Para algunos de nosotros venidos también de luchas universitarias y obreras la relación no solo era profesional, Carlos actuaba de Cicerone político y así fuimos introducidos en una sociedad que percibíamos cerrada pero que para él no tenía ningún secreto. Su contribución de aquel entonces estaba centrada en una obra magna, acabada hoy, el Hotel Escuela de Pájara, obra no suficientemente valorada, y el Centro de Salud, el primero que se construyó en Fuerteventura con un sentido modular y muy moderno que huía de la concepción de casa de socorro para convertirse en un edificio de salud con amplios espacios de luz y que prepondría que llevara su nombre en homenaje a sus desvelos por la salud de la isla y especialmente del sur . También cómo no, estaba el primer plan general de ordenación urbana y algunos otros logros en cuanto a desarrollo urbanístico. Mi vocación de entonces y ahora está en la conservación del medio ambiente, así que propusimos a la Corporación de entonces varios proyectos de defensa de la naturaleza frente a la urbanización desproporcionada del litoral e incluso entramos en importantes controversias. El Saladar de Jandía fue un punto de encuentro en lo concerniente a esto , a este siguieron numerosas iniciativas que encontraron en él y en el resto de la corporación y especialmente a su amigo Lázaro Cabrera mucho eco y que a la postre han sido el embrión de importantes logros insulares como la Conferencia Atlántica de Medio Ambiente, en un principio Universidad Atlántica de Pájara y otras conquistas como la recuperación del guirre o la lucha contra las maniobras militares y la recuperación del campo de tiro de Pájara. La satisfacción de haber ayudado a muchísima gente y el haber cambiado junto a sus vecinos el sino de la historia de un pueblo condenado al aislamiento y la pobreza son sin duda sus contribuciones más notorias . Aunque en lo personal, su enseñanza de vida es la huella que queda entre nosotros.

| Tony Gallardo Campos