Nació el día de los Santos Inocentes y regresó a Fuerteventura tras permanecer una veintena de años en Venezuela el mismo día de la muerte de Franco. Ramón Domínguez Fránquiz ( La Antigua, 1929 ) es uno de los personajes más populares del municipio de Antigua. Agricultor, ganadero, tendero, marchante de ganado, aventurero e inmigrante, aunque su verdadera pasión es la cría de burros de raza majorera. Todo un personaje que ha sufrido en sus carnes el hambre y la miseria de aquella Fuerteventura profunda, de la que huyó hasta América hace 60 años para buscarse la vida.

Tras su jubilación continúa, a pesar de su edad, a los animales: " Siempre me han gustado aunque ahora tengo poquitos, para entretenerme porque no puedo estar quieto". Además, asegura, que lo que más le gusta es criar burros: " pero los de aquí. Póngalo así, de raza majorera que son pardos con la cruz de mulo sobre el lomo y cerraduras en las patas. Este es el autentico burro pero han cometido el error de traer burros andaluces y cruzarlos. Qué locura porque tenemos que mantener intacta nuestra raza. Ah! Y quiero aclarar que los burros de aquí nunca han sido negros, estos los trajeron también de afuera".

Ramón nació en el seno de una familia humilde conformada por Juan Domínguez y Elena Fránquiz que tuvieron tres hijos: Juan, ya fallecido, Ramón y Rosa. La familia se dedicaba a la agricultura y ganadería pero las enormes sequías que azotaban a la isla hacia muy difícil la supervivencia. " Se pasó mucha hambre y sed porque no había agua. Íbamos con camellos y burros a cargar dos barricas de agua al pozo de Las Tinajas, aunque luego se compadecía doña Juana Peña y nos daba unos garrafones de su pozo que era de mejor calidad. Esta agua solo era para beber en casa porque a los animales los llevábamos al barranco de La Muley o al Pozo de los Vecinos. No quiero ni recordar aquellas miserias", sentencia Domínguez.

Este vecino de Triquivijate recuerda con una precisión milimétrica los años de la posguerra: " Desde 1947 hasta cerca del 50 no cayo una gota de agua en la isla. Los animales se morían porque no tenían comida. A nosotros nos daban una cartilla de racionamiento con derecho a 15 kilos de millo al mes por persona. El pan solo lo veíamos para las fiestas que es cuando se amasaba, el resto de los días con un poco de leche de cabra y gofio, si había, sino una tacita de pasote y a dormir".

Ramón Domínguez rememora también sus años de juventud y como la única diversión de aquella época eran los bailes: " No había otra diversión sino ir a los bailes porque todo el día estábamos cuidando las cabras o recogiendo la cementera cuando era la época. Ya tenía pretendientas en algunos pueblos y me desplazaba con los amigos en burro. A la entrada de los pueblos amarrábamos los burros en unos tarahales, nos quitábamos las alpargatas y nos poníamos los zapatos de las fiestas que llevábamos en las alforjas".

La vida en aquella época en Fuerteventura era dura y sin apenas futuro. El padre de Ramón se dedicó a transportar animales hasta Tenerife para su venta: " Mi padre me mandaba en los barcos ´El Rápido´ o ´ El Guachinerfe´ con los animales, tanto cabras, burros, ovejas y camellos. Los poníamos en un corral en Taco. Desde allí me desplazaba caminando hasta Guimar con el ganado para venderlos y sacar algunas perras para vivir en la casa". Además, añade, que en sus labores de marchante por Tenerife "me acompañaba Pepe Santos, que estuvo en la cárcel porque le pegó un tiro a uno que le estaba robando en la finca. Luego, al pobre lo mataron por venganza en Gran Canaria y apareció al cabo de muchos años en un vertedero".

Y llego la hora en que Ramón descubrió que no tenía futuro en Fuerteventura y decide, en agosto de 1954 marcharse a Venezuela. Cogió el barco ´Lucania´ de bandera italiana y tardó 12 días en realizar la travesía: " Mi tía Fiteria me dijo que no fuera en los barcos piratas que se dedicaban a llevar inmigrantes para América. En Fuerteventura los habían entre ellos el barco ´Juanito Pablo´, cuyo patrón era Andrés Rodríguez ´El Rascancio´ , que me invitó a embarcarme y a pagarle el viaje de varios plazos. Luego lo capturaron y lo detuvieron allá. Desde que reuní las 12.000 pesetas del billete y me fui de forma legal como agricultor y el Gobierno, cuyo presidente era Pérez Jiménez me dio una parcela de 20.000 metros cuadrados lindando con el río Yaracui".

Una vez que Ramón Domínguez llegó a Venezuela se puso en contacto con dos vecinos de Triquivijate que habían llegado con anterioridad: los hermanos Jeremías y Rafael Peña. Luego comenzó su labor como agricultor y posteriormente " trabaje en el cultivo de papas en San Felipe, en las colonias de Burute. Más tarde trabaje en la construcción en San Antonio de los Altos y en el Mercado de Caracas vendiendo hortalizas", señala este aventurero majorero. También, apunta, que " quería independizarme y monté un negocio de legumbres por mi cuenta, aunque unos años después me fui a Maracaibo a trabajar en la compañía de petróleo Cre Ole".

Durante su estancia de 21 años en Venezuela viajó dos veces a Fuerteventura: " en una de ellas me casé con Nisa y a los seis meses del matrimonio se fue también para allá. Con ella tengo cuatro hijos: María Magdalena, que nació en aquel país, Marí Luz, Juan Ramón y William", señala Ramón. También, recuerda con cierta rabia que durante los tres primeros años de su estancia en Venezuela " gané mucho dinero y los mandé para acá a través del Banco Santaella que quebró y perdí todo el dinero ahorrado".