"Cambio 16 quería publicar un reportaje sobre la legión en Puerto del Rosario y pidió permiso al Estado Mayor y al general Sáenz de Santa María, pero se lo negaron", recuerda Maruja Torres. Por ello, en la primavera de 1985 la corresponsal acudió a la Isla para infiltrarse en el cuartel. "Fue un trabajo que recuerdo muy bien porque lo viví con intensidad junto a vecinos de la Isla como Sergio Lavandera, que se encargó de enseñarme la Isla y ponerme al día de todo lo que pasaba", indica.

Así Maruja Torres se hizo pasar por secretaria de un marchante de arte y junto a Sergio se fue a la isla de Lobos para conocer el retén de soldados que habitaban en el islote para vigilar el paso de barcos y posibles enemigos. "Aquellos soldados legionarios parecían de Vietnam con aquellas barbas largas, sin camisas y con los fusiles colgando". La periodista y el majorero llegaron al islote en el primer barco de la mañana para acudir al único bar y llamar la atención de los soldados.

"Maruja estaba guapísima, comenzó a dar gritos y enseguida estábamos rodeados de soldados a los que invitó a unas botellas de vino y se les soltó la lengua", aseguró Lavandera. Maruja se tiró al agua y continuó con su trabajo hasta que uno de los soldados cayó a sus pies. "Me invitó a salir con él por la noche en Puerto porque finalizaba su guardia en Lobos, recuerdo aquellos tugurios, tascas de mala muerte, soldados viendo películas de kárate, parecía el salvaje oeste", describe la escritora. De este modo Maruja Torres logra infiltrarse en el cuartel como novia de un legionario. "Me contaron sus batallas, algunos salían en barcos huyendo de la Isla y se morían, la mayoría estaban locos y fui testigos de los famosos desfiles del 'sábado legionario', en los que les ponían a dar vueltas por el patio, los horrores e incluso los miedos de algunos jóvenes que habían entrado engañados", matiza la escritora. "Cuando fuimos a Lobos yo llevaba una cámara de fotos en el bolso de Maruja y pasé momentos de mucha tensión y miedo porque algunos eran muy peligrosos y pensé que no íbamos a salir con vida de allí", confiesa Sergio Lavandera. "Contactó conmigo de casualidad, yo sólo tenía 24 años, era de Asamblea Majorera, muy crítico con los abusos de este cuerpo y hacía mis primeros pinitos en el periodismo", asegura el majorero, quien afirma incluso que Torres traía "una cámara de fotos del tamaño de un paquete de cigarros".

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