Bajo las dunas de la isla de Fuerteventura han aparecido concentraciones de cientos de nidos fosilizados de abejas y escarabajos, además de millares de moluscos terrestres, que indican que en esa isla y en las de Lanzarote y La Graciosa hubo una rica vegetación silvestre similar a la de hace 10.000 años en la costa del Sahara.

El geólogo y paleontólogo Francisco García-Talavera señala en una entrevista con Efe que la presencia masiva de esos nidos está datada en unos 9.500 años y se corresponde, con toda probabilidad, con los encontrados en La Graciosa, Los Jables y otros puntos de Lanzarote y Fuerteventura. Precisamente en las formaciones dunares de La Pared, zona ubicada en el municipio de Pájara, García-Talavera investigó junto a Lázaro Sánchez-Pinto, en la década de los 80 del siglo pasado, un yacimiento paleontológico, con miles de huesos y algunos huevos de la pardela fósil Puffinus holei, restos de otras aves y pequeños mamíferos, moluscos terrestres y los mencionados nidos.

También estudiaron lo que parece ser una industria lítica de basalto, de factura tosca y bastante eolitizada, tales como cuchillos, puntas de flecha, buriles y raederas. "El que hayan aparecido juntos todos estos elementos no quiere decir que sean contemporáneos, pues procesos erosivos, sobre todo eólicos posteriores al depósito pueden alterarlo", detalla el investigador. Además, añade, que "desgraciadamente, y a pesar de las reiteradas advertencias en su momento a las autoridades competentes, poco después este importante yacimiento fue prácticamente destruido por las palas mecánicas, en aras del desarrollo", lamenta el investigador.

Precisamente García-Talavera ha acuñado el término Mahan para referirse a la gran isla que se formó hace 18.000 años, en el máximo glacial würmiense, cuando el nivel del mar estaba unos 120 metros por debajo del actual y por lo tanto Lanzarote, Fuerteventura y las isletas e islotes eran un único territorio de más de 200 kilómetros de longitud, con una superficie superior a los 5.000 kilómetros cuadrados. Aquella gran isla estaba orientada paralelamente a la costa africana y seguía "las directrices" de la geotectónica de esta región atlántica. A su vez, la distancia que en aquel tiempo separaba a Mahan del continente africano no era superior a los 60 kilómetros, mientras que en la actualidad son 95. En esa época, el Sahara estaba pasando por una de las etapas de máxima aridez, por lo que "no resulta descabellado" pensar en poblaciones paleolíticas localizadas en la franja costera, más húmeda y con abundantes recursos marinos a su alcance.

Con toda certeza, en muchos días del año en los que la atmósfera estaba limpia, libre de las tormentas de polvo y de la humedad litoral, las cumbres orientales de esta gran isla eran visibles desde las atalayas más elevadas de la vecina costa de Tarfaya, como incluso ocurre actualmente, "ofreciéndose como tentadora terra incógnita" a nuestros primitivos vecinos. "¿Intentaron dar el salto ya en esas fechas? No es probable", se pregunta y se responde el propio investigador, sacando a colación el misterio sobre el poblamiento de Canarias.

Durante los últimos 10.000 años el norte de África, y en consecuencia Canarias, acusó varias oscilaciones climáticas en las que la franja desértica del Sahara se estrechaba en épocas de mayor pluviometría y humedad, lo que permitió asentamientos humanos neolíticos en torno a lagos y ríos saharianos, hoy secos. Es en este contexto en el que, según el paleontólogo tinerfeño, habría que analizar una hipotética llegada fortuita de los primeros pobladores a las islas orientales, debida a presiones antrópicas o climáticas, el azar o la simple curiosidad y probablemente sin una estrategia colonizadora preconcebida.