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Betancuria Fiestas patronales de Fuerteventura

La guardiana de La Peña

Fefita Navarro fue durante 15 años la vigilante de la Patrona de los majoreros en el santuario de Vega de Río Palma

Un momento de la ofrenda a la Virgen de la Peña celebrada, ayer, en Vega de Río Palmas. FUSELLI

Los majoreros vivieron ayer uno de los principales actos en honor a la Patrona insular: la Virgen de La Peña. La celebración de la tradicional romería y la posterior ofrenda concentró a cientos de personas en el pequeño pueblo de Vega de Río Palma, lugar donde se encuentra la pequeña ermita que acoge a la Virgen.

Uno de los personajes populares de estas fiestas es Josefa Navarro Montesdeoca ( La Aldea de San Nicolás, 1941), quien durante 15 años se convirtió en la fiel guardiana de la Virgen de la Peña. Durante todo este tiempo custodió y cuidó con el máximo esmero la diminuta imagen de alabastro de tan solo 23 centímetros, pero que logra despertar el fervor en los majoreros.

En 2005 le llegó la hora de la jubilación y aparcó su profesión de vigilante de la ermita de Río Palma. Atrás quedan muchos años y cientos de anécdotas que quedan grabadas en la memoria de Fefita, como la conocen cariñosamente en Vega de Río Palma. A pesar de ello, continúa fiel a su devoción y acude cada vez que puede al santuario para rezar a la Virgen. "Algo que nunca desaparece de la persona cristiana y que profesa una enorme fe a La Peña", señala esta mujer en los aledaños del templo.

Uno de los secretos mejor guardados por Fefita es que se comunicaba con la imagen de la Patrona tras concluir su trabajo en el santuario. "Muchas veces cuando terminaba mi trabajo, me sentaba en el primer banco y me ponía a hablar con la Virgen". Además, añade, que "le contaba mis cosas, mis problemas, mis alegrías... me desahogaba con ella y siempre le pedía salud y que hubiera paz y armonía en el mundo. Le aseguró que estas conversaciones me ayudaron mucho a nivel personal. Nuca me falló mi Virgen, siempre oyó mis plegarias y nunca me dio la espalda. Me ayudaron mucho estas conversaciones a nivel personal y espiritual".

Durante los años que dedicó su vida a vigilar a La Peña, recuerda que su casa se convirtió en un tránsito de personas en busca de las llaves de la ermita "incluso, una vez, vino una familia caminando desde Jandía para cumplir una promesa con un niño pequeño que estaba enfermo. Era de madrugada y me tocaron en mi casa. Me levanté aquella hora y fui a abrirles las puertas de la iglesia".

Fefita no tiene sino palabras de reconocimiento para el Obispado de Canarias. "Entré a trabajar de guardiana de la Virgen porque Pepecho, un cura que hubo en Antigua me lo ofreció. No lo dude ni un instante y tras consultarlo con mi familia, acepte porque me encanta todo lo relacionado con la religión. Me siento muy feliz de haber dado una parte de mi vida por La Peña".

Hoy, a sus 74 años, disfruta de las fiestas de La Peña con la misma ilusión de antaño. "Cuando llegan estas fechas me siento inmensamente feliz de comprobar como nuestra Madre atrae a miles de personas. Muchas veces me pregunto cómo es posible que una imagen tan pequeña despierte tanta devoción y fe".

Fefita es un claro ejemplo de su implicación social con su pueblo, no en vano es la presidenta del Centro de la Tercera Edad y una de las promotoras de la peregrinación al santuario de Malpaso. "Trato de implicarme en todo lo que pueda ayudar a nuestro vecinos. Moriré ayudando a los demás", señaló a este periódico.

Romería

Todos los caminos, veredas y barrancos del territorio majorero conducían ayer hasta Vega de Río Palma. Cientos de peregrinos llegados desde los más recónditos rincones de la isla se concentraron en la pequeña aldea para venerar a la Patrona insular.

El hecho de ser festivo posibilitó que los romeros se dirigieran a la pequeña ermita durante todo el día evitando la aglomeración en horas de la noche. La peregrinación tuvo dos escenarios bien deferentes. Por la mañana, la mayor parte de los romeros eran familias enteras que se acercaban a visitar la Virgen. Por la noche, el ambiente cambio radicalmente ya que los caminantes son principalmente jóvenes.

Las instituciones insulares deben realizar una reflexión sobre el modelo de romería que desean para La Peña. El guión sigue siendo el mismo desde hace años y comienza a perder asistentes. Los Ayuntamiento también deberían implicarse más y no dejar su participación a una simple carreta tirada por burros. Tanto es así, que un día antes de la romería dos Consistorios no habían confirmado su participación y uno de ellos, el de Antigua, no había comunicado el uso de vacas del país para tirar de la carretera. Esta decisión posibilitó que se tuvieran que aplicar el Plan de Seguridad y colocar vallas de protección que, inicialmente, no estaban previstas.

La romería partió desde la Majada de La Vieja y transcurrió por el barranco en dirección a la ermita. Allí esperaba la imagen de la Virgen en el pórtico acompañada del vicario general de la Diócesis de Canarias, Hipólito Cabrera, y los sacerdotes José Luis Cabrera y Cristóbal Rodríguez.

Entre las autoridades presentes destacó la consejera regional de Obras Públicas, Ornella Chacón, que representaba al Gobierno de Canarias; el presidente del Cabildo de Fuerteventura, Marcial Morales, el alcalde de Betancuria, Marcelino Cerdeña; la delegada del Gobierno en Canarias, María del Carmen Hernández Bento; el consejero insular de Cultura, Juan Jiménez, así como una amplia representación de los Ayuntamientos majoreros y otras instituciones públicas.

Las diferentes comitivas fueron depositando sus ofrendas a pie de la Virgen mientras los grupos folclóricos entonaban sus canciones en honor a la Virgen de la Peña. Entre los productos entregados, que serán destinados a las familias más necesitadas de la isla, destacaron los de la tierra, especialmente las calabazas, porque el resto eran especies de supermercado. Un año más, la carretera del Cabildo majorero, diseñada por Silvestre Chacón, fue la mejor.

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