La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antoñito, el pastelero anarquista

El historiador Jesús Giráldez presenta la biografía del militante libertario de La Oliva Antonio Espinosa

Antoñito fue un gran tocador de lapas e impulsor del folclore majorero. LP / DLP

Antonio Espinosa Rodríguez (La Oliva, 1908-1994) se dedicó en su infancia al cuidado del ganado familiar, labor que compatibilizaba con su asistencia al colegio y su enorme afán por aprender. Una curiosidad que en 1924, con 16 años de edad, le lleva a coger un barco en El Cotillo e irse a vivir a Tenerife. Por aquel entonces la ideología anarquista era predominante entre la clase obrera tinerfeña, en especial en su capital, ideología que Antoñito abrazará hasta convertirse en un convencido militante y en un reconocido activista. En Santa Cruz también aprenderá, en la dulcería La Granadina, el que será su oficio para toda su vida y que le reportará su cariñoso apodo.

Durante el periodo republicano (1931-1936) Antonio Espinosa participará en los conflictos, mítines y reivindicaciones obreras que a menudo paralizaban la vida de Santa Cruz, como la huelga de inquilinos que tendrá lugar en 1933. Eso le reportará numerosas detenciones gubernativas pero también afianzará su creencia en la necesidad de un mundo más justo e igualitario.

Siempre vinculado a su querida Fuerteventura, el golpe de Estado de 1936 lo sorprende en el interior de un barco en el puerto de Santa Cruz ya que la CNT -el sindicato anarquista- le había encomendado dirigirse a Puerto de Cabras para mediar en un conflicto obrero en el puerto majorero, donde existía un reducido grupo de trabajadores portuarios y pescadores anarquistas fruto, sin duda, de la labor de divulgación que realizó el líder anarquista Buenaventura Durruti y otros libertarios que habían sido desterrados en la Isla en 1932. Su presencia en aquel barco el día en que se cercenó la legalidad republicana hizo que Antoñito no pudiera asistir a una reunión en una cueva en el barrio de Los Campitos, donde militantes anarquistas intentaron organizar la resistencia a la sublevación militar. Muchos de los asistentes fueron fusilados, entre ellos tres majoreros del municipio de La Oliva.

Aunque Antoñito no estaba en la reunión fue detenido y fue enviado a la prisión flotante en la bahía de Santa Cruz para posteriormente ser trasladado a Villa Cisneros junto a señaladas personalidades republicanas como el poeta gomero Pedro García Cabrera.

La suerte, tan esquiva con otros compañeros de luchas, le fue propicia en su juicio ya que el fiscal de su causa, totalmente adverso a los anarquistas, tuvo que ser sustituido por otro que mantuvo que el bueno de Antoñito no había participado en aquella reunión. Fue condenado a veinte años de presidio de los que cumpliría siete. Su periplo carcelario lo llevó a la triste e improvisada prisión de Fyffes, al campo de concentración de Gando -donde compartía pabellón con Rodríguez Doreste y el pintor Felo Monzón- luego a Cádiz, a Madrid y a Toledo.

Con las cárceles rebosantes de presos políticos el Estado franquista decide liberar a aquellos que no tuvieran delitos de sangre. Así Antoñito logra regresae a La Oliva en 1943 junto a su su mujer, Candelaria Infante, y sus dos hijos, Antonio y Fraterno.

En su pueblo natal comienza a desplegar una frenética actividad en defensa de una de sus pasiones: el folclore popular majorero. Se convierte entonces en el impulsor de la primera Agrupación Folclórica de La Oliva, diseñando los trajes junto a su hermana Magdalena y participando como bailador y director del cuerpo de baile. Pero en este terreno quizás la mayor contribución de Antonio Espinosa fue la de rescatar del olvido el toque de las cáscaras de lapas como instrumento de acompañamiento y del que se convertiría en un experto.

"Todavía en libertad condicional comienza a buscarse la vida en aquellos duros años de posguerra, haciendo caramelos y dulces que vendía primero en el Norte y posteriormente acudiendo a Puerto de Cabras cuando llegaban los correillos" explica Giráldez.

El dulcero se traslada a finales de la década de los cuarenta a Puerto y monta una rudimentaria dulcería, con horno de leña, en el conocido callejón de Peñate o callejón de correos.

Años más tarde abre un emblemático quiosco construido cerca del muelle, justo enfrente de donde hoy se encuentra el hotel Las Gavias. Este quiosco se colapsaba de vecinos después de asistir a las sesiones de películas en el cine Marga. A pesar de vivir bajo una dictadura nunca renunció de sus ideales. Fue uno de los escasos vecinos de la capital que se atrevió a criticar públicamente el cambio de denominación de la ciudad de Puerto Cabras que pasaría, en 1956, a llamarse Puerto del Rosario. También fue interlocutor y guía por la Isla de los famosos desterrados del conocido como Contubernio de Munich en 1962, Miralles, Álvarez de Miranda, Satrútegui y Barros de Lis. Su amor por la cultura popular hizo que fuese un defensor a ultranza de la lucha canaria, promoviendo la formación de equipos e, incluso, sufragando la primera ropa de brega "oficial" que existió en la Isla y actuando como comentarista en el espacio La luchada junto a José Manuel Pitti. También pasó a ser conocido por ser el campeón del juego de las damas en Fuerteventura, realizando increíbles y victoriosas simultáneas en las fiestas de la capital.

Pero sin duda la ciudadanía majorera lo recuerda, sobre todo, por ser el único dulcero que durante décadas hubo en Fuerteventura, de tal manera que Antoñito, según reconocía en una entrevista, llegó a hacer las tartas de las bodas de tres generaciones, madre, hija y nieta. Sus singulares y exclusivos dulces artesanales -dotados de simpáticos nombres- endulzaron la vida, a menudo amarga, de una sociedad afectada por las penurias y la escasez.

Fallecida prematuramente su esposa, la familia Guevara Espinosa se convirtió en su sustento emocional. Con su sobrina Carmencita Espinosa le unía un lazo más que familiar ya que incluso le llevaba sus cuentas. Antoñito, fiel a sus principios anarquistas, nunca le dio el mínimo valor al dinero y, por supuesto, nunca tuvo cuenta en banco alguno. "Acudía a casa de su sobrina cada día y le daba el dinero que ganaba con su trabajo de dulcero para que se lo guardara, pero no sabía ni lo que tenía. Si necesitaba algo acudía a pedírselo" explica Giráldez. Socio y asiduo visitante del club Herbania, realizó, ya jubilado, algunos cursos organizados por la antigua Universidad Popular donde enseñó los secretos de sus dulces: paciencia y cariño. El corazón rebelde de Antoñito se para con 86 años, en 1994, pero su historia deja un profundo legado en el viejo Puerto Cabras, donde fue reconocido como uno de sus personajes populares mas emblemáticos.

El profesor e historiador Jesús Giráldez Macía es conocido por sus trabajos de investigación de la historia insular como el realizado rescatando la extraordinaria vida del Médico de los Corderos. Ahora presenta esta biografía de otra persona humilde que bien merecía un reconocimiento. Las presentaciones de su obra serán el 17 de diciembre, en el centro Raíz del Pueblo de La Oliva y al día siguiente, en el Palacio de Congresos.

Compartir el artículo

stats