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Antonia, "la madre de Corralejo"

La vecina forma parte de la historia del siglo XX por su tienda de aceite y vinagre y labor como enfermería

María Antonia Morera Rodríguez es una de las vecinas más mayores de Corralejo. GABRIEL FUSELLI

Antonia Morera Rodríguez, una de las vecinas más mayores de Corralejo, con 94 años, atesora una vida plagada de anécdotas alegres en el campo y la mar de Fuerteventura, en tiempos de escasez. Hija de Marcial (Corralejo) y María (Triquivijate) tuvo una infancia feliz rodeada de sus cinco hermanas en la costa de Corralejo y Majanicho, vinculada a las labores de pastoreo, labranza y marisqueo. Durante la zafra del tomate se trasladaban a Gran Canaria y de ahí el nombre de "las majoreras" que se daba en las aparcerías a las zonas ocupadas por ellas.

Antonia se casó con el pescador Vicente Estévez González y en una primera etapa él faenaba en el banco canario sahariano. A mediados de 1.945 adquiere la licencia para una tienda de aceite y vinagre en Corralejo (La Oliva) en unos años de postguerra de muchas carencias de abastecimiento. Ella siempre ahorrativa y colaboradora con los vecinos de Corralejo, que era una familia de veinte apellidos diferentes, vinculados y unidos.

Al poco su marido enferma de tuberculosis, y se ve obligado a descansar y será Antonia la que juega un papel fundamental al cargar con la tienda, el cuidado de los hijos y de su marido. Ella misma compraba y secaba el pescado para su venta.

El médico que trata a su marido le enseña a poner inyecciones, vendajes y todo lo relacionado con la enfermedad de él para evitar el contagio y que pueda recuperarse. Unos conocimientos que la majorera aprovecha para poner al servicio de los vecinos, siempre dispuesta a desplazarse a sus casas y atenderlos en una urgencia. Antonia ayudaba en los partos, hacía de comadrona e incluso revisaba los dientes de leche de los niños. "Les decía que abrieran la boca para darles una pastilla y se los quitaba sin darse cuenta", cuentan sus hijos, debido a que Antonia padece demencia senil y tras una caída le cuesta ponerse en pie. Sin embargo, tiene momentos de alegría, humor, y a veces da órdenes para que la lleven a trabajar y se muestra contenta rodeada de toda su familia.

En mayo de 1.980 murió su marido, una gran pérdida pero continuará adelante con su lucha y fiel dedicación a sus hijos y vecinos.

Entre las anécdotas que siempre recuerdan en su hogar están las relacionadas con su etapa de pastoreo. Un día llevaba a su hijo Hilario, un bebé envuelto en una manta "y lo dejó sobre una aulaga par espantar las cabras de lo sembrado y cuando acudió a por él no lo encontraba. Tras unos momentos de nervios y tensión fue su perro pastor el que le llevó hasta el pequeño.

También cuenta de la enfermedad de su marido afirma que llevaba un hilo atado, una punta a la cabecera de la cama y otro a su muñeca para que cuando su marido la necesitara tirara de él.

También con su hijo Marcial Morera, el actual doctor de la Universidad de La Laguna, comparte una anécdota curiosa. Siendo todavía un niño Marcial fue a la tienda a comprar caramelos con un billete de mil pesetas que le cogió a la madre. Al responderle que era muy grande y que no tenía cambio Marcial lo partió en trazos y volvió a entrar enla tienda a comprar con un trozo y preguntó si ahora le despachaba. Al comprobar lo sucedido, el tendero le dio unos caramelos y le pidió el resto del billete para pegar los trazos y entregárselo a su madre.

Una mujer siempre vinculada a la pesca ya los trabajos y añoranzas de los marineros en busca de las mejores capturas.

A esta vecina luchadora y comprometida con su pueblo los jóvenes la llamaban "la madre de Corralejo" porque recurrían a ella cuando querían salir a bailes o fiestas y no deseaban ir a casa a pedir dinero a los suyos. "Madre Antonia déjeme unos durillos, mañana se los pago, para no ir a molestar a los viejos que duermen", pedían los jóvenes. También tenían por costumbre los jóvenes marineros cuando regresaban de la pesca y dejaban la chalana en la playa . "Saltaban de la falúa y se iban a casa de madre Antonia, con la tiendita de comestibles, para saludarla y tomarse una copita con ella antes de ir a las casas a cambiarse, y de paso dejarle algo e pescadito fresco" cuentan sus descendientes.

El pasado mes de marzo en el acto del Día de la Mujer Trabajadora, organizado por el Ayuntamiento de La Oliva, Antonia Morera Rodríguez recibió un emotivo homenaje por una vida vinculada a su pueblo y a construir una sociedad mejor y más avanzada en el siglo XX. Una de sus hijas recordó una frase que siempre repetía y que fue un pilar en su vida: "empiecen ustedes, hagan lo suyo, no esperen a que otros se los haga".

Una filosofía de vida para esta madre luchadora que con m uchas dificultades supo sacar a su familia adelante y aprender para ser un ejemplo en su pueblo. Una lección que transmite a las futuras generaciones para trabajen.

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