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Romualdo, el eterno vigilante de los nidos de ametralladora

Se encargó del mantenimiento de las fortificaciones militares de la II Guerra Mundial

Romualdo Rodríguez sentado en un nido de ametralladoras cercano a Corralejo cuya estructura original ha sido recientemente modificada. FUSELLI

Fuerteventura atesora en su inmenso litoral numerosas fortificaciones militares construidas con motivo de la II Guerra Mundial. Nidos de ametralladoras o búnkeres, baterías y casamatas son vestigios de nuestra historia más reciente, muchos de los cuales han desaparecido o se encuentran en el más completo abandono.

Fermín Rodríguez Pérez (La Oliva, 1917), conocido popularmente como Romualdo, fue uno de los vigilantes de esas fortificaciones militares en el municipio de La Oliva. A sus cien años recién cumplidos recuerda con una prodigiosa memoria su labor en el cuidado y mantenimiento de las mismas "junto al sargento Barreto, que más que un jefe fue un verdadero amigo".

Romualdo, que nos recibió en su casa de Lajares, nació en una época difícil. En la Fuerteventura del hambre y la miseria, donde sobrevivir era un auténtico milagro. "Desde jovencito realizaba trabajos de minero en las galerías, donde se hacían los pozos con la explosión de dinamita. Con este trabajo conseguí mucha experiencia, que más tarde me fue muy útil cuando ingresé en el Ejercito".

Se casó con Petra Hernández García, fallecida hace 23 años. Tuvo nueve hijos: Primitivo, que falleció a los 18 años afectado por leucemia, María, Isabel, Petra, Manolo, Antonio, Lázaro, Domingo y Primitivo. Al menor de la casa volvió a ponerle el mismo nombre que el primer hijo. "Su muerte nos dejó mucha huella a mi mujer y a mi. Era un chiquillo cuando cayó enfermo. Teníamos tanta pena acumulada que decidimos al último niño ponerle su mismo nombre. Aquella decisión nos alivió" señala Romualdo.

La familia de este majorero centenario se ha ramificado con el tiempo. Sus ocho hijos han incrementado la estirpe. Al árbol genealógico de la familia Rodríguez Hernández hay que sumarle 24 nietos y además 22 bisnietos. "Estoy muy contento con la familia que tengo. Me cuidan mucho y están siempre pendientes de mi".

Militar desde 1937 a 1955, estuvo destinado diez años en la Península realizando trabajos para las minas en diferentes provincias españolas. "Los últimos años de servicio los pasé en Fuerteventura donde me encargaron del cuidado de los nidos de ametralladoras y otras fortificaciones en el municipio de La Oliva. Además, era el encargado de los explosivos".

En el archipiélago se contabilizan más de 400 nidos de ametralladoras y casamatas para cañones. Las islas orientales debían desempeñar un papel secundario. En Fuerteventura la zona más importante para ejercer un control era la Bocaina, el brazo del mar que la separaba de Lanzarote, así como las zonas más adecuadas para el desembarco: la península de Jandía, Puerto Cabras, Gran Tarajal y San Antonio, zona comprendida entre Corralejo y Jable del Moro. Zonas de resistencia que el gobernador militar y jefe de tropas de Gran Canaria dispuso en la isla.

El resto de los fondeaderos, playas y lugares de posible desembarco quedaban como objetivos secundarios. Tal y como indica el historiador Juan José Díaz Benítez en las XIII Jornadas de Estudios sobre Fuerteventura y Lanzarote. Este concluye la investigación, por razones, entre otras, como el impacto social y económico de la presencia militar durante años, apuesta por su conservación y rehabilitación, incorporándolas al patrimonio histórico insular como testimonio de una importante coyuntura de nuestra historia reciente.

El Cabildo de Fuerteventura realizó un estudio sobre estas fortificaciones: "Catálogo de fortificaciones militares de la II Guerra Mundial en Fuerteventura", realizado por Javier Sánchez Sosa y Yubal Curbelo Cabrera, con redacción y coordinación del proyecto por la historiadora Milagros Estupiñán.

El resultado de ese estudio refleja que la isla cuenta en su costa oriental 55 fortificaciones militares vinculadas al citado conflicto bélico. De ellas, 47 nidos son de ametralladora y 8 casamatas, de las que cinco se localizan en el municipio de La Oliva y otras tres en el sur de la Isla,

Muchas de estos inmuebles han desaparecido o se encuentran en un estado de total abandono. La vorágine urbanística ejercida sobre el litoral majorero han acabado con estos elementos del patrimonio histórico. Otras, o bien han sido modificadas en su estructura original o son se han convertido en residencia de okupas. Todas tienen la aplicación de protección integral, por lo que se deben mantener tal y como está, aunque el uso sea distinto. En el avance de la nueva normativa del Plan Insular de Ordenación de Fuerteventura (PIOT) así queda recogido.

Romualdo, no está ajeno a la situación actual de estas fortificaciones. Le apena su estado de ruina y abandono. Junto a él visitamos algunas de ellas en la zona norte, las mismas que cuidaba cuando estaba en el Ejército. Su mensaje, es muy claro: "el Cabildo de Fuerteventura no debe permitir que desaparezcan, costaron mucho trabajito hacerlas, forman parte de nuestra historia".

Guarda jurado

Una vez finalizada su labor militar, en 1955 fue nombrado por el Gobernador Civil de Las Palmas guarda jurado que pertenecían a la extinta ICONA. También fue guarda de caza de la Sociedad de Cazadores de Fuerteventura. De esta labor profesional es muy conocido Romualdo, ya que todos recuerdan esa época, con una sonrisa. "Hacia muchas veces la vista gorda. Ayudaba a la gente", afirma un amigo de la familia. Él asiente y reconoce que antes "la gente mariscaba para comer, ahora es otra cosa, tienen la costa pelada, cogen para vender en los restaurantes y ya no hay nada".

Pero hay una pasión que le acompaña desde niño, es un seguidor diez de la lucha canaria. No hay terrero de lucha, ni luchadores que no sepan quién es Romauldo. Con un siglo de vida en el cuerpo, no se quiere perder una, "si me llevan voy hasta Jandía, a mí lo que me gusta es la lucha canaria".

La historia de Romualdo también la celebran sus compañeros del Centro de Mayores Fuerteventura Norte. Su socio número 137 cumplía 100 años. El presidente del colectivo Patricio Guerra y sus directivos no perdieron la ocasión para felicitarlo. Todo un personaje.

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