Todas las miradas estaban puestas ayer día de todos los Difuntos en los diez cementerios que atesora Fuerteventura. Sin embargo, muchos se olvidan del campo santo más antiguo de la isla: el del caserío de Cofete que data desde hace 198 años. Allí, entre arena blanca, ahulagas, matos moros y una vetustas cruces de madera descansan cerca de 200 personas. El lugar, a escasos metros de la playa del mismo nombre no deja diferente a nadie. Es como si retrocediera el almanaque y se marcara el año 1819, fecha en que ya se habían establecido algunas familias.

A pesar de la lejanía, de la soledad que imprime la zona, del silencio inmenso o del misterio que envuelve a este rincón de Fuerteventura, los muertos de Cofete son recordados cada primero de noviembre. No todos, porque la costumbre generalizada es realizar un homenaje a los difuntos en junio, con motivo de las fiestas del pueblo en honor a San Juan.

Sin embargo, la familia Viera Saavedra acude puntualmente cada día de los difuntos a poner un ramo de flores a Carmen, una de las hermanas de esta afamada y numerosa familia sureña, que falleció en 1.953.

El cementerio de Cofete se encuentra semienterrado en arena, con tumbas de piedra y unas cruces de madera descoloridas por los efectos del tiempo, del sol y de la brisa marina, no en vano se encuentra a escasos metros del mar. Fue el lugar de enterramiento de los vecinos de Jandía hasta 1956, por lo que todas aquellas personas que fallecían en Morro Jable y en los valles aledaños, donde se asentaban agricultores y ganaderos, eran enterradas en Cofete, cruzando el cortejo fúnebre la degollada de Gran Valle por el sendero, bien a píe con el cuerpo cargado a hombros o utilizando el camello o burro. Los sepelios los realizaban los propios vecinos sin que los fallecidos recibieran los auxilios espirituales de la Iglesia, dado que el cura de Pájara no acudía al caserío, por la dificultad del desplazamiento, el mal estado de los caminos y la larga distancia que separaba ambas poblaciones.

La primera persona que según el Registro Civil de Pájara fue enterrada en Cofete fue Manuel Guadarrama fallecido el 5 de noviembre de 1872. La última, según la tradición oral, fue Juan Viera Rodríguez.

Una de las anécdotas del cementerio de Cofete se localiza el 29 de julio de 1953, fallecen María Torres Rodríguez y Patricio Francés Hernández y los dos cortejos fúnebres llegan a Cofete bajando por el sendero de Gran Valle y fueron enterrados el uno al lado del otro.

En Cofete amaneció ayer más temprano que nunca. José Viera, el afamado luchador conocido como ' El faro de Jandía' , todo un potente no sólo de músculos sino de bondad y sensibilidad, acudió como cada año al cementerio de Cofete, donde es natural su familia y donde regenta un restaurante de su propiedad.

"Mi hermana Carmen está enterrada aquí. Murió hace 64 años y cada vez que puedo vengo a visitar su modesta tumba. Antes no había otra cosa que este cementerio al lado de la playa, que hace unos años le pusieron este cerramiento y una placa en la puerta de entrada con los nombre de las personas que están aquí enterradas, pero creo que faltan nombres", señaló José Viera.

Un coqueto centro de rosas adornados en la base con helechos y lluvias fue el homenaje de un hermano que recuerda a una hermana fallecida. " Vendré mientras el cuerpo me aguante. Aquí hay muchos sentimientos enterrados, muchos son familiares míos porque en Morro Jable y enterrados casi todos tenemos algún parentesco". Además, añadió, que "me gustaría que el cementerio estuviera mejor atendido. Aquí yace la historia del primer pueblo que surgió en Jandía y se merece un respeto".

El caserío de Cofete forma parte importante de la historia majorera. Alcanzó su mayor desarrollo a partid de la década de los años sesenta del siglo XIX. Contaba con una ermita desde 1838 y en 1860 disponía de varias casas de una planta y 24 chozas, en las que vivían unas 67 personas. Sin embargo, el ocaso del poblado se produjo entre 1940-1950 como consecuencia de las medidas adoptadas por Gustav Winter, que entonces era el arrendatario de la dehesa de Jandía. El alemán potenció el desarrollo de Morro jable, donde estableció su residencia, y prohibió la siembra en Cofete. Por esta medida, los medianeros se vieron obligados a abandonar el caserío.