Los sonidos del afamado y aclamado violín de Rafael del Toro Martín (1933-2017) se apagaron para siempre. Un ictus repentino provocó que los majoreros no puedan volver a disfrutar de la calidad musical de Rafaelito, como cariñosamente la conocían. Una de las piedras angulares de la Asociación Fuerteventura Norte y de la rondalla del Centro de Mayores se marchó sin despedirse, no solo de los muchos amigos de su pueblo natal de Lajares, sino de sus propios compañeros jubilados, que hasta hace pocos días ensayaban en el local de Corralejo, como hacía cada viernes desde hace muchos años.

Rafaelito aprendió a tocar el violín junto a su padre Rafael, afamado violinista que amenizó muchos bailes en la época pasada. Acompañado de una guitarra y timple recorrían todos los salones de la isla, desde Corralejo hasta Morro Jable. También sabía tocar la bandurria y el laúd, tenía un oído prodigioso heredado de su padre

Trabajó en la construcción, fue cartero del municipio de La Oliva, y los linderos y localización de solares, terrenos y fincas no tenían secretos para él. Tanto, que era consultado por el Catastro para este tipo de cuestiones. Su vida laboral finalizó con tres años de contrato como encargado de obras en el Ayuntamiento de La Oliva.

Rafaelito regresó a su pueblo de Lajares una vez cadáver. Allí, en la pequeña ermita le oficiaron una misa, antes de emprender un viaje sin retorno al cementerio de La Oliva.

Su inmensa familia formada por su esposa María Auxiliadora Calero Mesa, sus hijos Toty, Cleto, Teodoro, Pauly, Perico, Vicente y Macu, sus nueve nietos y resto de familiares le dedicaban estas hermosas palabras :

"Un buen padre y esposo

una buena persona.

Tocaba bien el violín

tocaba bien afinado

y ahora que está en el cielo

hasta Dios estará animado

Nadie muere del todo...

mientras permanezca en el recuerdo

de sus seres queridos...