La Taberna de Jack, en Puerto del Rosario, está huérfana desde hace días. Antonio Voinea (Bucarest, 1987), propietario y chef principal, no ha regresado de su viaje al Caribe. El día 2 de mayo se le perdió la pista cuando el velero en que viajaba desapareció en las cercanías de Azores. Desde entonces, todo son conjeturas pero la familia mantiene la esperanza que regrese sano y salvo, al igual que el amigo que viajaba con él. Sin embargo, ya son dieciséis días las que no da señales de vida. A pesar que se mantiene la esperanza, la misma se desvanece a medida que transcurre el tiempo. Dos familias viven una autentica pesadilla, no solo en Italia sino también en Fuerteventura.

Francesca Bottaccio, la novia de Antonio, se asoma cada mañana hasta la bahía de Puerto del Rosario con la ilusión de ver aparecer en el horizonte al velero Bright en el que viajaron desde Italia hasta Martinica su prometido y Aldo Revello, un experto marinero amigo de Antonio, que decidieron iniciar la aventura de cruzar el Atlántico a principios del pasado noviembre.

Antonio, aunque cariñosamente se le conoce como Jack, es un enamorado del mar. Esa pasión se desvela en la cuidada decoración del restaurante que montó junto a su novia en la capital majorera. Un ambiente netamente marinero donde no falta detalle del entorno marino.

Mientras los clientes permanecen ajenos a la tragedia que se vive en el establecimiento, Francesca Bottaccio no se despega de dos terminales de teléfonos móviles. "Espero una llamada que me diga que lo han encontrado, que está vivo. Yo estoy convencida que es así. Él y Aldo se encuentran a bordo de la balsa", relata dolorida.

Esta mujer italiana llegó a Fuerteventura en octubre del pasado año siguiendo los pasos de su novio. "Él había llegado algunos meses antes", cuenta. "Le encantó la isla porque es un enamorado del mar. Aquí, al margen de la tranquilidad, podía vivir cerca de la costa. El mar es para él su primera pasión, luego estoy yo. Lo respeto porque siempre ha estado vinculado al mar y a la actividad marina", señala.

Tras llegar a Puerto del Rosario decidieron abrir un negocio. Y nada mejor que decorarlo con un ambiente marinero. "Estuvimos varios meses arreglándolo, él pintó con sus manos todas las sillas y mesas del color azul marino, mientras que yo me encargaba de la decoración. Era su mundo y cuando trabajaba sentía un relax especial porque su ambiente laboral se desarrollaba en un entorno marinero", apuntó Francesca Bottaccio.

La ilusión de Voinea era cruzar el Atlántico y llegar al Caribe. Su amigo Aldo Revello se lo puso fácil cuando lo invitó a realizar la travesía, la misma que había realizado en numerosas ocasiones. "No se lo pensó dos veces porque era el sueño de su vida. Aquí en esta época estamos en temporada baja por lo que decidió emprender la travesía, mientras que yo me quedaba al frente del negocio con los empleados", sentencia su novia.

A principios de noviembre partieron desde Spezia, una ciudad portuaria de Liguria en Italia, para tratar de llegar hasta Martinica. El 26 de ese mes recalan en el muelle de Puerto del Rosario donde permanecen una noche. Antonio Voinea aprovecha no solo para el reencuentro con su novia sino para mostrarle el restaurante a su amigo.

" Un mar de vela, un mar de libertad". Este epitafio fue el primero en plasmarse en un gran mural que recrea un mapa mundial en el restaurante de Antonio Voinea. En el mismo también se traza la ruta que ambos amigos iban a realizar hasta el Caribe, pero sólo recoge la ida. Fue escrito por el capitán Aldo Revello.

Tras pernoctar en la capital majorera pusieron rumbo hacia Gran Canaria donde se pertrecharon dos días y posteriormente emprendieron viaje al Caribe. Allí permanecieron varios meses hasta que decidieron, el pasado 7 de abril, salir de Martinica con destino a Italia. El viaje iba bien e hicieron una parada en Azores, desde donde el día 28 de abril ponen rumbo a Cádiz para continuar a Italia. Cuando se encontraban a unas 300 millas se pierde su pista. Los dos tripulantes del Bright logran activar de manera manual los mecanismos de socorro.

El último contacto con la familia lo tuvieron el 1 de mayo poco después de la medianoche. También en esa fecha fue la última anotación que realizaron en el Diario de a Bordo, donde habían reflejado todas las incidencias durante las jornadas del viaje, a excepción de su paradero.

Las labores de búsqueda se emprendieron el pasado 2 de mayo cuando Rosa Cilano, esposa de Aldo Revello, alertó a las autoridades italianas. Durante varios días se realizaron labores de búsqueda con medios aéreos y marítimo. Sin embargo, las mismas han acabado ante la desesperación de las familias que demandan la reactivación de las mismas.

"No pueden dejar de buscarlos. Tienen que seguir. Además es necesario que Italia, Portugal y España colaboren en su búsqueda. Por el estudio de las corrientes, todo apunta que la balsa pudo haber sido arrastrada a las proximidades del Archipiélago canario. Es en este entorno donde deben buscarlos", se muestra convencida Francesca Bottaccio.

Los padres de Antonio, Ioan y Daniela, así como su hija Alice también reivindican la continuidad de las labores de búsqueda. Por su parte, la esposa de Aldo, que tienen dos hijos de 17 y 4 años, pide a las autoridades que "continúen investigando. Necesitamos saber donde están".

Francesca presentó el pasado día 10 una denuncia en la Guardia Civil sobre la desaparición de su novio. El instituto armado tramitó la misma al Ministerio del Interior. "Me llamaron de Madrid y me dijeron que tenían que ser las autoridades portuguesas las que deben de investigar porque la desaparición de produjo en aguas jurisdiccionales de aquel país", relata.

Aventura majorera

Antonio y Francesca se conocieron durante unas vacaciones. Él era el encargado de un barco dedicado a las excursiones turísticas en Spezia. Ella había viajado a la citada región italiana acompañada de dos amigas. "Fue un flechazo. A partir de aquel momento nos hicimos inseparables. Fue todo muy bonito", asegura la mujer.

Antonio Voinea decide cambiar de actividad y tras realizar varios cursos de cocina en una escuela italiana decide cambiar de aíres y venirse a Fuerteventura. Había oído a algunos compatriotas las oportunidades de negocio en la isla majorera y que en la misma existía una importante colonia de italiano. Así, puso rumbo a la Maxorata y decidió abrir un restaurante que inauguraron el 6 de enero.

Francesca vive sumergida en un mar de dudas. No sólo porque quiere saber que le pasó a su novio y a su amigo durante la travesía entre Azores y Cádiz, sino que "aunque soy una mujer con un gran sentido de esperanza la angustia me atrapa en muchas ocasiones. Lo paso mal. Durante las 24 horas del día espero ver a Antonio tocando en la puerta, sueño con verlo regresar y poder abrazarlo. Todo esto se me está haciendo difícil, no solo a mí en Fuerteventura sino a las familias de Antonio y Aldo en Italia. Cuando suena el teléfono pienso que es él. Apenas puedo conciliar el sueño. Su imagen vive permanentemente en mí".