19 de marzo de 1937. Arucas. Es de noche cuando tocan en el zaguán de Francisco Santana Travieso, de poco más de dos años. El padre flanquea la cancela. No lo vio más.

Francisco Santana Travieso se asomó ayer, 71 años después, al pozo del Llano de las Brujas, un terregal ciertamente siniestro de Cardones salpicado de tabaibas y pitones resecos. Un sitio fuera de rumbo, sólo de entrada. La única salida se encuentra abajo, a 50 ó 100 metros, sepultada en una capa de cal viva.

Alrededor del pozo, que sólo quedó en cata porque fue estéril de agua y en el que durante decenios se entongaron los cadáveres de cochinos, cabras, perros y vacas, el arqueólogo José Guillén agarra con dos dedos uno de los cuatro casquillos de bala que, junto con una medalla y dos botones, ayudan a certificar lo que en rumores ha venido a relatar que allí, a la vera del foso, se ejecutó parte de un infame majo y limpio que acabó con la vida de 66 aruquenses y 13 vecinos de Gáldar y a los que se ubica en esta y en otras tres perforaciones de la ciudad.

Allí llegó ayer la autoridad municipal. Y también los arqueólogos, un equipo de genetistas y una firma constructora. Así empezaba oficialmente el primer gran trabajo de rescate de restos humanos en un pozo de toda Europa. Para Santana Travieso también comenzaba no tanto la búsqueda de su padre, que por supuesto también, sino la prueba que por fin demuestre que Arucas sufrió su particular pogromo: su dolor planificado. "¿Sabe usted? Es que hay quien no lo quiere creer". Tampoco le mueve a Santana la revancha: "De las dos partes vinieron disparates".

Guillén se acerca a una banda del brocal, encima de donde las balas. Le da la espalda al foso. Trae despacio la bala con la mano al pecho. "La inercia hizo el resto", explica guindándose hacia atrás. Es el escenario del crimen. Aquellos pitones tan resecos a lo peor lo vieron.

TRES MESES. Abajo en Cardones hubo quien oyó noches de agonía, algo improbable tras el tiro y la caída. Ahora queda instalar los malacates, las rondanas y el cacharrón para bajar. Antonio Jiménez, arqueólogo de Patrimonio Histórico de Arucas y director del proyecto, resalta la alta cualificación necesaria para una investigación en unas condiciones muy duras de temperatura y humedad en tan precario espacio físico. En unos tres meses, según calcula el director de la obra, Rafael Peinado Castillo, se podría obtener algún resultado. Con ese material en manos del equipo de José Pestano Brito, profesor de Genética de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, no sólo se podría, con el ADN recopilado previamente entre los familiares de los desaparecidos, cotejar su identificación, sino también recrear qué fue lo que pasó en sus minutos crueles.