Los bomberos del Ayuntamiento de Madrid dirigieron el dispositivo de emergencia que se montó tras el accidente del vuelo JK5022 de Spanair, en el que fallecieron 154 personas de las que 79 eran residentes canarios. El panorama que se encontraron al llegar a Barajas era "desolador", rememora el jefe de este Cuerpo, Eugenio Amores, que aún guarda en la retina la dantesca imagen de un avión partido en dos y rodeado de fuego.

Acceder al lugar del siniestro no fue nada fácil, pese a ser un lateral de una pista de Barajas. Los compañeros de Amores tuvieron que cortar varias vallas metálicas para llegar a la zona por la que deambulaban algunos de los pocos supervivientes de la catástrofe aérea. Tampoco les resultó sencillo trasladar hasta el área caliente el material pesado que se requería para tratar de salvar más vidas. Los obstáculos que se vieron obligados a sortear retrasaron el rescate.

"Estamos acostumbrados a realizar simulacros de tragedias en Barajas, pero en esta ocasión sirvió de bien poco por las dificultades de acceso que nos encontramos al llegar al aeropuerto", insiste el jefe de los bomberos madrileños, que certifica así cómo el diseño del aeropuerto dificultó el rescate de las víctimas.

Amores recibió la alerta del siniestro a las 14.30 de aquel fatídico 20 de agosto. El jueves hará un año. "Un ciudadano llamó por teléfono diciendo que había visto un avión explotar en el aire", relata. "Lo primero que pensé es que no íbamos a encontrar supervivientes".

En Barajas, los bomberos tuvieron que romper varias vallas metálicas para esquivar un peto para llegar al lugar en el que había terminado el avión. Lo hicieron sin medios mecánicos ni herramientas. "Entramos a pie y vimos un panorama desolador y arrasado por las llamas que provocó el queroseno", prosigue Amores. A escasos metros del aparato comenzaron a aparecer supervivientes. Algunos caminaban desorientados. La mayoría se hallaban en el riachuelo que pasa por el lugar en el que se estrelló el vuelo JK5022 poco después de despegar con destino a Gran Canaria. El aparato se había partido en dos. Los bomberos tenían que sortear los cadáveres calcinados que estaban esparcidos por la zona y los restos del fuselaje que ardían. "Nos centramos en rescatar a los supervivientes", relata Ricardo Román, mientras que su compañero Héctor Ferrera recuerda con tristeza cómo sacó a un fallecido del arrollo.

Javier Escalada lleva dos años en e l equipo de Amores. Él fue el encargado de trasladar al aeropuerto un tanque enorme para sofocar los fuegos. "Era my difícil acceder a la zona por la cantidad de vehículos que había allí", revela. A los pocos minutos de accidente se apiñaban en el punto de encuentro fijado por AENA vehículos de bomberos, decenas de ambulancias, Guardia Civil y de la Policía Local.

El exceso de medios externos en ese punto es una de las quejas que repiten los bomberos que actuaron en Barajas. También lo han criticado los bomberos del propio aeropuerto madrileño. "Nos entrenamos con simulacros para este tipo de operaciones y luego se va todo al traste porque empiezan a aparecer voluntarios que entorpecen el trabajo", se queja Eugenio Amores.

Luis Miguel García entró en este Cuerpo de bomberos en 2001. "Un desastre de esta magnitud impacta a cualquiera", reflexiona. Lo mismo opina su compañero Juan Cano Gutiérrez, quien se encargó de los desescombros. "Había trozos de avión en un perímetro enorme", revela. Eugenio Amores partió hacia el aeropuerto a las 14.54. En el lugar ya estaban varios de sus efectivos que reclamaban refuerzos ante el calibre de la tragedia. "Vimos que además de ayudar a los supervivientes podíamos buscar a pasajeros que estuviesen en las primeras 20 filas del avión, que no estaban calcinadas", relata. El jefe de los bomberos del Ayuntamiento de Madrid afirma que todos los que se salvaron estaba en el riachuelo y que ninguno estaba atrapado en el aparato estrellado. Los bomberos del aeropuerto defienden otra versión al declarar que hubo que excarcelar a varias personas que pedían ayuda desde dentro del avión.

"Ha sido un accidente tremendamente doloroso por el número de víctimas", admite Amores, "pero no es más que un accidente", añade. A este experimentado bombero le afectaron más los atentados terroristas que ha tenido que vivir y los sucesos del 11-M. "Muchos compañeros necesitaron asistencia psicológica", comenta ahora. Tras la tragedia del 20 de agosto, los psicólogos se acercaron a los parques de bomberos de la capital para explicar cómo superar estos traumas. Nadie del equipo de Amores solicitó la baja.

Todos tratan de borrar de sus mentes las dantescas imágenes. "Esto es una labor de equipo y cuando estás trabajando no puedes pensar nada más que en salvar vidas", insiste el jefe de los bomberos del Ayuntamiento de Madrid. La cosa cambia al llegar a casa. "Es cuando uno se para a pensar en lo que ha visto", admite. Y lo que vieron hace un año era el peor final o el peor inicio de unas vacaciones.