Llegó diciembre y con él -y hasta la recoleta plaza de San Gregorio-, José Sánchez, una cuadrilla de hombres y mujeres, una tarima de hierros verdes y techo de cañas, un par de toneladas de picón, decenas de plantas y casas de miniatura y hasta 500 figuritas. Y entonces se armó el belén.

Pepito, como le dicen cariñosamente sus ayudantes, lleva ya 42 años montando su alegoría canaria al ritmo de villancicos y halagos "y sólo en uno de ellos me obligaron a montarlo en San Juan. El resto de las veces siempre lo he podido colocar aquí", comentaba ayer al poco de iniciar el poblamiento de toda una urbe dotada ya de hasta agua corriente y luz. En esta edición de 2009, el belén rinde homenaje a la figura de los molinos. "Hay 17 y de todas las islas, salvo de El Hierro. Ojalá restauren los que hay por allí para yo poder fijarme y hacer uno", apunta.

La representación ocupa una superficie de 100 metros cuadrados y, a pesar de su imponente tamaño, sólo es capaz de dar cobijo a la mitad de las piezas que Sánchez guarda con mimo en su casa. El fondo al nacimiento lo vuelve a poner un mural de Elías Marrero que reproduce una estampa del Teide y otra del faro de Orchilla, en la isla del meridiano. Con la ayuda de Iván Apolinario, Juanma Barroso, Ramón Falcón, Domingo Santana, Eli Cabrera, Manuel Rodríguez y Soraya Ramos, este vecino de Los Llanos espera tenerlo todo a punto para este viernes por la noche, cuando se encienda la iluminación navideña de Telde, si bien la inauguración oficial se ha fijado para el sábado.

Al esmero y al cariño que todos le ponen a la obra le siguen luego días de temor e incertidumbre. "¿Sabes por qué? Pues porque hay algunos que confunden esto con una atracción de esas de feria, de las de tiro al plato, y se dedican a lanzar las monedas con fuerza para tirarme a las figuras. Así me han llegado a decapitar a varios pastores o a dejarlos sin brazos. Menos mal que los vigilantes jurados que andan por aquí ya están al acecho y, si se da el caso, cogen un poco de cola que dejo cerca y las pegamos para volver a colocarlas a las dos horas".

A sus 75 años, José Sánchez confía en que su sobrino Arión, de 18, mantenga su tradición. "Pensé en donar las piezas para un museo, pero creo que donde mejor estará todo esto cuando yo no esté será en mi casa".