Una avalancha de agua, piedra y barro provocada por una lluvia que dejó 150 litros en menos de diez minutos arrasó a las siete menos cuarto del lunes la columna vertebral del barrio de Tasarte. Niños jugando en la calle, personas que se disponían a cenar y vehículos transitando se vieron de repente atropellados por toneladas de material "que hicieron temblar el suelo".

Enormes piedras de más de diez toneladas de peso, empujando a todo un enorme palmeral de una decena de ejemplares centenarios, más el barro y los escombros que arrastraban cayeron desde la carretera general barranco abajo.

El saldo, de momento, es de 13 viviendas destrozadas, una decena de coches inservibles, un caos absoluto en El Palillo y El Canónigo y un milagro: ninguna víctima mortal, tan sólo un herido leve.

En El Palillo, que se llevó la peor parte, quedaron muy afectadas, entre otras, las casas de Ramón Segura, de Francisco Suárez -que también perdió su finca-, de Mela Hernández, de Felipe Moreno, de Eloy Montesdeoca y el local de su hijo, que lucía dentro una tosca de varias toneladas. Ismael Díaz perdió su carpintería. Más abajo en la zona de El Canónigo quedó destruida parte de la finca de La Gambuesilla, donde llegaron animales muertos.

En varios puntos, como en El Llano, Carmen Guerra hablaba al mediodía a gritos con sus padres, incomunicados en la otra banda del cauce.

El pequeño Yerobe, de dos años, y sus padres, Zaida Olivo y José Navarro, fueron rescatados momentos después del desastre por varios vecinos cuando el barro casi tocaba el techo de su casa. "Están vivos de milagro".

Otro vecino, Domingo Miranda, al igual que otros muchos, tuvo que ser alojado en casa de familiares. Por su vivienda entraron trozos de coches, troncos de palmeras. Lo que fue una enorme furgoneta apareció a la vera de su puerta: "Era totalmente asombroso: Ahora tenía el tamaño de una pelota".